30 de abril de 2007

Nomadismo literario (1): Bilbao


Estos días, soy nómada. Estoy de gira. El Premio Primavera's Tour 2007, del que soy finalista. La ganadora es Nativel Preciado (Camino de Hierro, su novela). Ayuntadas en la hermandad perfecta -es decir, la que ninguna de las dos podemos romper- recorremos España. La primera plaza fue Bilbao, una ciudad que me parece más hermosa cada vez que la visito.
Para prepararme psicológicamente para lo que se avecinaba, comencé el día hurgando en los anaqueles de la atiborrada Librería Universitaria, cercana al Hotel Ercilla, donde me alojaba. Estando metida en los angostos pasillos, escuché llegar a un comercial que saludaba efusivamente a la librera.
—Hoy están aquí los de Espasa —le oí decir.
—¿Ah sí? ¿Las premiadas también?
—¡Claro! ¡Las premiadas sobre todo! —repuso él, antes de desgranar nuestra agenda de compromisos: entrevistas, comida, firmas en El Corte Inglés...
—He agotado el finalista —dijo la librera en ese instante—, ¿no tienes más?
El comercial anotó revisar si había más ejemplares de mi libro. Lo medité un segundo, pero decidí conservar el anonimato y continuar hurgando entre los libros, en busca de títulos esquivos (que allí mismo dejaron de serlo). No se me ocurrió nada que decir que no sonara idiota.

El día estuvo lleno de conversaciones (algunas muy inteligentes) y de compromisos. Em ETB nos sacaron las fotos que adornan estas líneas. En una se ve el plató tal y como es. En la otra, tal y como sale en la tele. Este efecto óptico con profundidad y arquitectura exuberante tiene algo de paradoja de ciertos aspectos del mundo literario: no hay nada, pero cualquiera percibe algo grande y sólido.
Lo digo a menudo, pero no me importa repetirlo aquí y ahora: Odio la televisión. Voy logrando parecer natural a fuerza de acostumbrarme a ella, pero es un medio en el que nunca me siento cómoda. Los focos, los presentadores con prisas, las sesiones de maquillaje... todo eso me da ganas de salir huyendo mientras grito, a todo pulmón: ¡Dejadme ir a escribir a mi casaaaaaa!

Llovía en Bilbao.
La última escala del largo día fue en otra televisión donde un presentador acelerado y sin guión nos preguntó qué nos gustaría que nos preguntara.
—Si tú fueras yo, ¿qué te preguntarías en este momento? —soltó (y se quedó tan ancho).
Pensé que yo me preguntaría:
—¿Cuántos más cómo tú van a jalonar este largo camino, de ahora al 15 de junio, de Bilbao a León pasando por Gijón, Las Palmas, Tenerife, Valencia, Málaga, Sevilla...?
Porque a la próxima tal vez no logro contenerme.
Ya no espero que ciertos periodistas hayan leído los libros. No espero que hayan mirado el dossier de prensa, o que se hayan tomado la molestia de buscar información en Internet. Ni siquiera que pronuncen mi nombre sin un solo error. Tan sólo espero que redacten una o dos preguntas con las que romper el hielo y empezar. Sólo eso.

Ay... No os canséis de este nomadismo mío, navegantes. Seguiré informando. Sois la única válvula de escape.

27 de abril de 2007

Mstislav Rostropovich


Quien deja mucho, nunca se va.

Tercera Suite de Bach & Rostropovich

Los 4 puntos de Laura (o Miwok)

1) Un lugar para perderte y disfrutar:

Praga.

2)Una buena canción...
http://www.youtube.com/watch?v=LS0BAPiCs1E

3) Algo tierno...



4) y una petición...
tienes que decirme dónde estarás en Sant Jordi, voy a Barcelona y tengo ganas de volver a verte.

RESPUESTA: Nos vimos en Sant Jordi, navegantes. Lo de Miwok y yo ese día ya es como una tradición (de las buenas). Con firmas y fotos y todo. Por cierto: ahora pido yo: mándame una de las fotos y la cuelgo aquí. Y sigue viniendo a verme el año que viene, y el próximo y el próximo. Sant Jordi sin ti no sería lo mismo.

26 de abril de 2007

De Luis Vea: Ataraxia

Hay fuego tras el horizonte
y el péndulo de la mecedora
no deja de moverse
en el porche de la guerra,
agitado por la calma de un anciano.
Las balas recorren el firmamento
como malditos mosquitos de verano
expeliendo el veneno del odio.
Un soldado de dientes mellados
sonríe a cámara con el fusil en ristre
y una uve contagiosa.
¡Ar!
Maldito rambo de ojos desbordados
que más allá de Texas sólo viste desierto,
oculto tras la vestimenta de la guerra
escupes tabaco y rabia por América.
Pronto el horizonte se aniquila y balancea
y el anciano desde el suelo
contempla el miembro desprendido
mientras una voluta de humo y saliva
se desplaza desde la boca del soldado.
Que Dios bendiga a América
o mejor, que Dios nos salve a todos de ella.

De Hachazo de metrónomo.
Publicado en la revista Azahar, n.62, diciembre 2006

www.luisveagarcia.blogia.com

25 de abril de 2007

Convocatoria: Bilbao

Hoy jueves, de 18,30 a 20,30 horas estaré firmando La muerte de Venus * en la sección de librería de El Corte Inglés de Gran Vía, en Bilbao.

* O cualquier otra cosa que traigáis, incluidas: camisetas, calzoncillos, fotos (propias y ajenas)y hasta papel higiénico de doble capa.

¡Allí nos vemos!

24 de abril de 2007

Cien monos (cuento para la ocasión), de César Mallorquí

Dicen que si cien monos se sentaran frente a cien máquinas de escribir y pasaran una eternidad pulsando aleatoriamente los teclados, al final, por puro azar, alguno de ellos acabaría redactando El Quijote. Con el objeto de comprobar la veracidad de tal aserto, el emir Zayed ibn Abdullah, soberano de Uqbar, mandó traer cien simios de lejanas selvas y los encerró en la sala de recepciones de su palacio, donde previamente había ordenado instalar cien procesadores de textos. Luego, tras asegurarse de que los monos se entregaban con entusiasmo a la tarea de impactar alocadamente sus zarpas contra las teclas, Abdullah se retiró al serrallo y, en compañía de sus seiscientas dieciséis esposas, aguardó los resultados del experimento.
Como era de esperar, ninguno de los monos redactó El Quijote. El primero en concluir -un robusto gorila de lomo plateado- escribió el Tristram Shandy de Sterne. El segundo, un chimpancé de rojiza pelambrera, puso punto final a una versión anotada de Alicia en el País de las Maravillas. Los siguientes treinta y seis simios redactaron por orden alfabético todas las obras dramáticas atribuidas a William Shakespeare. El mono trigésimo noveno concluyó Cien años de soledad y el que hacía número cuarenta La divina comedia. Los cuatro siguientes primates escribieron correlativamente El Ulises, Lolita y los dos primeros tomos de En busca del tiempo perdido, e incluso se dio el inusitado caso de un pequeño tití que, desdeñando el teclado y habiéndose hecho, quién sabe cómo, con una estilográfica Montblanc, redactó a mano y con pulcra caligrafía El jardín perfumado de Nefzawi.
Ésa fue la gota que colmó el vaso. Abdullah alzó una ceja con hastío, dejó de examinar los textos y abandonó la sala de regreso al serrallo, no sin antes ordenarle a sus guardias que sacrificaran a los cien monos y quemaran los manuscritos que estos habían redactado. Luego, el emir pareció olvidarse por completo del asunto, aunque muchos años después, cuando siendo ya anciano decidió redactar sus memorias, dedicó un par de líneas a aquel fallido experimento, limitándose, en cualquier caso, a señalar las conclusiones obtenidas. A saber: escribir es más fácil de lo que parece y los monos son muy poco originales.

23 de abril de 2007

¡Feliz día del libro, navegantes!


Mi programa (barcelonés) para hoy:

Por la mañana:
De 11 a 12: Corte Inglés, Plaza Catalunya
De 12 a 13: Libreria Catalonia, (frente al Corte Inglés de pl. Catalunya)
De 13 a 14: Casa del Llibre de Passeig de Gràcia

Por la tarde:
De 17 a 18: Corte Inglés, Avda. Diagonal
De 18 a 19: Fnac, L'Illa
De 19 a 20: Corte Inglés, pl. Francesc Macià

Para almas ortográficamente sensibles: Nótese que hoy me he tomado el tiempo y la molestia de abrir en vuestro honor las exclamaciones.

20 de abril de 2007

Sant Jordi: programa para el sábado 21

Librería Robafaves. c/ Nou, 9, de Mataró

Estaré allí firmando de 19 a 20.

Os espero a todos!

19 de abril de 2007

Convocatoria: Burgos

SE BUSCA LECTOR INTELIGENTE QUE SE DEJE EMOCIONAR
O LA BUSQUEDA DEL INTERLOCUTOR)
por Care Santos.


Sala Polisón del Teatro Principal, 20:15 horas
Paseo del Espolón s/n


Nota al pie: los árboles de ramas entrelazadas del paseo del espolón son como un pasadizo de cuento de hadas. Una de las razones por las que me gusta Burgos.
La otra es Óscar Esquivias.

18 de abril de 2007

De Javier Alas, dos fotos recién descubiertas




Sus títulos: Two y Reflections (pero, ¿cuál es cual?)

17 de abril de 2007

De Elena Medel: Animal de compañía (microcuento)

Al menos lo intentamos, mastica. Rompimos el lunes; hoy almorzamos en un parque cercano a su oficina. Ensalada para mí, siempre a dieta, y filetes empanados que tranquilicen su apetito asesino. Ni yo quería hijos ni tú a mi perro, y se entrega a la mostaza, ojo por ojo, diente por diente. ¿Ya está todo en casa de tus padres? Asiento. Oye, qué rico esto. Mentón de norte a sur, y sonrío imaginando cómo busca a Trueno en la cocina, en la terraza, en el aparcamiento, en parques y avenidas, creyendo —iluso— lo de la correa rota y el trote imparable, mientras mi ex digiere los restos de su mejor amigo.

16 de abril de 2007

14 de abril de 2007

Convocatoria


Razones para coleccionar libros dedicados:
1) Descifrar dedicatorias es un juego recomendable para tardes de aburrimiento (¡qué letra tienen algunos, por dios!).
2) Pueden enseñarse a las visitas en las sobremesas, añadiendo algo de cosecha propia a las palabras de unos y otros.
3) Se puede esperar a que muera el autor para vender el libro por 30 veces su precio.

EL PROXIMO MARTES, DIA 27, DE 19 A 20 HORAS, FIRMARÉ EJEMPLARES DE "LA MUERTE DE VENUS" EN EL CORTE INGLÉS DE PORTAL DE L'ÀNGEL, EN BARCELONA.

(A todos los que vengáis con el libro prometo:
1) Forzar una caligrafía ligeramente jeroglífica.
2) Escribir una dedicatoria deliciosamente ambigua, que dé lugar a interpretaciones diversas.
3) Morirme, en un plazo de como mínimo 25 y como máximo 45 años.

13 de abril de 2007

De Óscar Esquivias: microcuento

La plancha es el transatlántico de las telas, siempre con sus calderas prendidas y humeantes, dispuesta a surcar las olas de algodón y lino con elegancia y recta derrota. Todas las planchadoras sueñan con servir en barcos lujosos que las lleven de un extremo a otro del mundo, muy lejos de su ciudad interior y fría y de sus amas despóticas (sólo echarán de menos al señorito adolescente, a quien mandarán una postal desde cada puerto y un cablegrama el día de su cumpleaños). Cuando oyen la palabra “Génova” o “Montevideo” o “Nagasaki” sienten un escalofrío, porque saben que ellas deberían estar allí, en un yate de recreo, y no en aquel estrecho y escondido cuarto de la plancha, repasando unas sábanas de hilo y mojándolas con su sudor.

11 de abril de 2007

Oda a la amistad (y a mis amigos)

No me avergüenzo de confesar que tengo un talento: buen gusto a la hora de elegir a mis amigos.

No di muestras de él a temprana edad (en eso no fui una niña precoz), sino más bien tarde. Durante la infancia tuve pocos amigos (¿alguien conoce la amistad verdadera antes de, digamos, los 14?) y en la primera adolescencia no me caractericé por mi buen ojo. Las cosas comenzaron a ser ditintas de verdad cuando cambié de colegio. Dejé atrás un colegio de monjas del que tengo recuerdos terroríficos (y no sólo por las monjas) y llegué a otro de curas en el que por vez primera vi a un chico sentado a un pupitre. Recuerdo que la primera vez que vi un varón en clase pensé: «Qué bonito queda, qué diferencia». Y de inmediato descubrí algo que hoy ya asumo como una verdad absoluta: a lo largo de mi vida, he congeniado mucho mejor con los chicos que con las chicas. Mis mejores amigos han sido hombres, con alguna honrosa excepción. Por eso el nuevo colegio (Valldemia, en Mataró), fue sinónimo de uno de los mayores descubrimientos de mi vida: la amistad.

Hay muchas razones por las cuales considero que la amistad es una relación más ventajosa que otras (por ejemplo, la pareja o el matrimonio):
1) Apenas exige. Puedes no ver a un amigo en un año, pero cuando te reencuentras con él es como si el tiempo no hubiera pasado.
2) No es exclusiva (ésta es una gran ventaja): nadie te fuerza, ni siquiera el propio amigo, a tener sólo un vínculo de amistad en tu vida. Puedes tener dos, varios, docenas, centenares de amigos y puedes incluso quedar con varios de ellos a la vez, proponer planes comunes. Incluso puedes soñar con presentar a tus amigos y que surja entre ellos una bonita amistad. ¡Y nadie te acusa de degenerada!
3) Los amigos están ahí cuando el guión de tu vida da un quiebro inesperado. Es más: los quiebros inesperados sirven, entre otras cosas, de prueba de selección de los verdaderos amigos.

Pues bien, navegantes, después de 37 años de guión, después de varios quiebros inesperados (en que mis amigos me salvaron literalmente la vida), después de muchas idas y venidas, y de muchas cenas compartidas, de muchos paseos por muchas ciudades diferentes (algunos con lluvia torrencial), de centenares de conversaciones cargadas de descubrimientos, camaradería, lágrimas, risas, después de muchas docenas de miles de palabras... Hoy me hace muy feliz entonar esta ODA A LA AMISTAD en este lugar que, lo sé, frecuentáis mis amigos.
Quiero seguir aprendiendo de vosotros otros 37 años.


P.S. Mañana empezaré a publicar vuestras aportaciones a mi felicidad con motivo de mi cumpleaños. De modo que durante algunos días, este blog será vuestro. Gracias a todos, de todo corazón.

10 de abril de 2007

De Villa Amalia, de Pascal Quignard

Dicen que la tela, según su superficie, su forma, su solidez, sus señuelos y su belleza, teje la araña que le es necesaria.
Las obras inventan al autor que precisan y elaboran la biografía adecuada.

Página 257. Espasa, 2007

9 de abril de 2007

Una visita a mis rusos muertos






De arriba a abajo: tumbas de Chéjov, Gógol, Maiakovsky, Stanislavsky y Shostakovich en el cementerio de Novodiéviche, de Moscú.

6 de abril de 2007

El cumpleaños del Gran Gatsby

Todo el mundo tiene sus rarezas o sus cursiladas. Una de las mías es que ME ENTUSIASMA celebrar mi cumpleaños. Organizaría una fiesta al estilo del Gran Gatsby todos los años. De hecho, una vez hice algo parecido, cuando cumplí 30 y me pareció que el cambio de década lo merecía. En fin.
El caso es que este domingo, 8 de abril, cumplo 37 castañas y se me ha ocurrido pediros algo a los habituales de este sitio.

Aquí tenéis un correo electrónico creado para la ocasión:

elaprendizajedelasoledad@yahoo.es

Me gustaría que me enviarais algo, lo que queráis: un poema (propio o ajeno), un minicuento, una reflexión, una frase, una foto de lo que sea (animal, mineral o vegetal), un dibujo, un link... En fin, lo dejo a vuestra elección, que para eso demostráis cada vez que entráis que sois gente con buen gusto.
Iré colgando todo lo recibido aquí mismo, para ufanarme de ello y tener la sensación de que mi cumpleaños dura todo el tiempo que nos dure el juego.
¿Qué os parece? ¿Jugáis?
El lunes, prometo crónica de lo ocurrido.
Y gracias de antemano, navegantes.

5 de abril de 2007

Un sueño realizado (y 2)



Pues bien, esta es la segunda parte de la historia. Os había dejado en un café del barcelonés barrio de Gracia. El café se llama Noa y es un lugar muy especial. Fue allí donde Francesc Miralles y yo acordamos:

1) Que la primera frase de su novela sería la última de la mía. La frase es "La muerte es sólo el principio".

2) Que íbamos a compartir un personaje: Hunter, un perro lobo que en mi novela acompaña a un investigador parapsicológico, pero se escapa de manera repentina para aparecer de pronto en su novela, resolver un misterio de la trama y regresar a la mía, donde llega algo desnutrido, al final.

3) Que su novela saldría en la mía (la lee Mónica, mi protagonista, en la página 93) y la mía en la suya (la lee Cloe, su mejor personaje, en la página 108).

Y algún que otro juego, que no termino de desvelar por dejarle algo al lector aficionado a la caza del guiño.

Escribimos las novelas al mismo tiempo. A diario, o casi, nos hacíamos llegar los capítulos. Él viajó a la isla de Montserrat, donde termina su trama, y yo a Pompeya y Herculano, donde ocurre parte de la mía. Pusimos el punto final casi a la vez, y lo celebramos con una conversación telefónica con más de 1.000 kilómetros de por medio.

El resto, es más o menos público.
El Quart Reich, de Francesc Miralles, acaba de salir en Edicions 62. La versión castellana lo hará en septiembre en MR.
La muerte de Venus, finalista del Primavera, está recién publicada por Espasa.
Las dos han llegado al mismo tiempo a las mesas de novedades.
El 23 de abril, día de Sant Jordi, puede que coincidamos en alguna parte firmando libros, porque los dos tenemos el día a tope de compromisos.
Aún tenemos pendente una presentación conjunta, que promete ser una fiesta.
La fiesta de la amistad y la literatura, podríamos subtitularla.

4 de abril de 2007

Un sueño realizado (1)


Hace un tiempo, una noche de otoño, quedé para cenar con Francesc Miralles en un lugar con poco glamour pero mucho encanto llamado El celler de Macondo, en el barrio del Born, de Barcelona. Yo estaba atravesando una mala racha: acababa de salir de una crisis personal, estaba cargada de trabajo que no terminaba de apetecerme y no encontraba por ninguna parte un buen argumento al que hincar el diente y escribir con la motivación de otras veces. Como siempre, hablamos sin cesar. Como nunca antes, pregunté más yo que él (fue la primera vez). Estábamos en una terraza. Comenzó a llover. Grandes goterones otoñales. Tuvimos que salir huyendo y ponernos a resguardo. El lugar: el bar Mudances, en la calle Vidrieria. En un rincón del diminuto piso superior, frente a un par de tés. Fue allí donde le hablé de un proyecto aparcado: la idea para una novela. Algo así como: "Una fantasa de hace dos mil años se les aparece a una pobre pareja recién instalada en una vieja casa". Allí mismo, Francesc comenzó a animarme para que escribiera esa historia.
Él estaba a punto de comenzar una novela, me dijo. Se reservó el argumento para más tarde (Francesc es un maravilloso narrador, esta estrategia de reservar información interesante para después, suele caracterizar sus conversaciones) pero allí mismo, sobre la mesa de mármol de aquel café, hicimos una apuesta. La hizo él, en realidad.
Había un periódico sobre la mesa. Señaló la cabecera y dijo:
"La fecha de hoy. Antes de un año, o tu novela o la mía estarán en las listas de más vendidos de este mismo periódico".
Me pareció una locura. O un sueño. Algo irrealizable sobre lo que valía la pena decir tonterías, y nada más.
Ya en la calle, mientras esperábamos bajo a lluvia —yo tenía los pies sumergidos en un enorme charco— me contó su novela. El Cuarto Reino, una trama con nazis en busca de algo pero también de islas volcánicas habitadas por seres inverosímiles. Comprendí en el acto que lo que me acababa de contar sería oro en sus manos. De hecho, no fui la única: ya había varios editores tras su pista.
De camino a casa comencé a meditar en sus palabras: tal vez dejar todos mis compromisos aparcados y dejarme llevar por el entusiasmo, aunque fuera ajeno, no estaría mal.
Al día siguiente, lo vi claro: me concedí diez días para entregar algunos de los compromisos más urgentes y fijé un día para el inicio de la escritura de La muerte de Venus, mi novela de fantasmas.
Creo que fue más o menos en esos días cuando decidimos que las novelas serían hermanas, que las llenaríamos de juegos para los lectores pero también para nosotros mismos. Quedamos otra tarde lluviosa en Gracia, para establecer las reglas. Incluso establecimos un ritual de inicio de novelas, creando allí mismo, en un portátil, un documento con el título de cada una de ellas.
Ahora pienso que tal vez todo eso nos dio suerte.
Aunque esa conversación la dejaré para mañana. También yo sé mantener el suspense, qué creéis.
Ciao, navegantes. Regresad y sabréis.

3 de abril de 2007

2 de abril de 2007

Felicidad rusa (I)


Hay muchas Rusias simultáneas en la cabeza de quien, como yo, nunca salió de Rusia. Está la imaginada, jamás vista, de Julio Verne en Miguel Strogoff —una novela que, curiosamente, en Rusia nunca existió—; está la San Petersburgo que mata de frío a los personajes de Gogol; está la Colina de los Gorriones, donde no es difícil imaginar a los personajes de Padres e hijos, de Turguéniev; están los edificios stalinistas que debieron de asutar a Dovlátov hasta la misma mañana de su viaje al exilio de Nueva York, donde escribiría La maleta, una novela que canta la grandeza de las cosas mínimas; está el Borodino que Tolstoi visitó para documentarse antes de escribir Guerra y Paz. Está la Rusia que soñaron los zares y luego volvieron a soñar los máximos dirigientes soviéticos, y que sólo realizaron a medias. Está la Rusia que estremeció al mundo y la que hacía estremecer a sus siervos, que lo fueron mucho más tiempo que en cualquier otra parte del mundo. La Rusia de la tristeza, que aún parece que impide sonreír a sus ciudadanos.

Viajar a Rusia sirve, para alguien como yo que vivió lo que cuentan los escritores rusos, para ser capaz de recordar una sola Rusia: la real, la que se puede pasear, oler y escuchar. Una Rusia desligada de los sueños pero a la vez tan reconocible en ellos.

En la foto se me ve sonriente junto a Gorki y quien ha hecho posible esta felicidad rusa de la que esta semana daré más noticias en este sitio: Víctor Andresco, director del Instituto Cervantes de Moscú —y traductor, y escritor...—, quien es también —para mi suerte— mi primo ruso.