19 de junio de 2013

Día de orden y limpieza



A veces me preguntan qué hago cuando termino una novela. Lo primero: suspirar. Sentir esa satisfacción profunda de haber terminado algo largo, trabajoso y soñado. Ayer mismo escuché decir a mi admirado Jesús Ballaz que escribir consiste en desvelar un tesoro que tenías escondido. Cuando terminas la escritura de algo, tienes la estupenda sensación, no comparable a ninguna otra, de haber desenterrado un tesoro. Sin embargo, me temo que lo que viene a continuación es, en mi caso, bastante vulgar. Ha llegado el momento de contarlo.

Cuando termino una novela, dedico las siguientes horas (por norma general, el día siguiente completo) a ordenar mi estudio. No es un ritual raro, ni excéntrico, sino una urgente necesidad. Soy tan desordenada que si no lo hiciera así, al final nadie podría entrar en mi guarida, ni siquiera yo misma. Mi mesa acabaría sepultada bajo la montaña de papeles y documentación que suelo manejar. Llevo aplicándome en estas campañas de orden varios años. Si la novela ha sido extensa, de las que ocupan mucho tiempo, el orden es más exhaustivo e incluye rincones. Si la novela ha sido de menor dificultad, más breve y, en consecuencia, me ha ocupado menos días, basta con una campaña de ordenación más liviana, pero igual de eficaz.

Hoy, navegantes del silencio, es uno de estos días. Inauguro mi campaña de orden escribiendo a primera hora esta entrada. En cuanto ponga el punto final comenzaré a clasificar libros, deshacerme de papeles, archivar facturas amontonadas, pasar la escoba, el plumero, el trapo.
Esta tarde todo estará listo para volver a empezar.
Hay otro tesoro que pide a voces ser desvelado. Comenzaré mañana, que hoy tengo trabajo.

* La imagen de hoy. Ese fue mi estudio durante 9 años. No os asustéis, no fue la limpieza lo que lo dejó tan vacío.

15 de junio de 2013

69 ALCOBAS o Juguemos a buscar al nuevo Grey *


1. LA ELECCION

—¿Le importaría decirme por qué trabaja para mí, señorita…?
—Dulce. Carolina Dulce.
Me pareció que mi apellido provocaba en él alguna reacción, un principio de sonrisa. Llamarse Dulce y trabajar en el departamento de relaciones públicas de una fábrica de chocolates era de lo más cómico. Enseguida me convencí, sin embargo, de que su expresión no había sido más que un espejismo, porque el jefe no sonreía nunca. O eso creía yo entonces, que sólo le había visto dos veces y de lejos.
La pregunta me había dejado descolocada. No sólo por la curiosidad en sí, sino por el modo en que había sido formulada. La voz dulce, la sonrisa franca, los hoyuelos de sus mejillas, aquel par de ojos grises, vagamente impertinentes, clavados en mis rodillas. Me parecía increíble estar allí, delante del mismísimo señor Dax, siendo observada como nunca antes lo había sido. Era tan guapo que me costaba respirar con normalidad.
—Bueno, soy experta en comunicación… —dije.
—Mmmm… ¿experta? —preguntó—. Me agrada oír esa palabra. ¿Se puede ser experta en algo con sólo veintiún años?
—Sí, si has estudiado lo suficiente.
—Tengo entendido  —de un vistazo rápido, revisó unos papeles que había sobre su mesa: mi expediente, sin duda— que es usted becaria.
—Exacto.
—¿Desde hace…?
—Tres semanas y media.
—¿Y está contenta?
—Estoy aprendiendo mucho.
—¿Le gusta aprender?
—Por supuesto. Trabajar en un lugar en el que puedas aprender tanto es todo un lujo.
—Buena respuesta, señorita Dulce. Y buena predisposición, también. Me halaga tener trabajadoras como usted.
Creo que enrojecí un poco. El señor Dax era de esas personas ante quienes siempre te sientes pequeña, vulnerable. Desnuda. No sólo por su aspecto físico, sobre todo por sus maneras. Tan seguro, tan confiado, tan tranquilo. Un hombre que siempre sabía cómo comportarse y tenía claro por qué lo hacía. No hay muchos así. Yo diría que no he conocido nunca a ninguno, además de él.
—¿Le gusta el chocolate?
—¿Hay alguna mujer a quien no le guste el chocolate? —pregunté.
—No me refiero a eso, señorita Dulce —atajó él, y de inmediato cambió de tema—: —¿Está satisfecha con su sueldo?
Me desconcertó un poco con una cuestión tan directa sin ningún preámbulo, pero pensé que si la formulaba era porque quería que fuera sincera así que repuse:
—La verdad es que no mucho.
Apenas se inmutó.
—¿Cree usted que su trabajo vale más de lo que recibe por él?
—Creo que puedo dar mucho más de mí.
Otra vez aquel atisbo de sonrisa en su rostro. ¿Otro espejismo? Comenzaba a no estar segura.
—¿Se siente menospreciada aquí?
—Yo diría, mejor, desaprovechada.
—Interesante… Observo que es usted ambiciosa.
—Mucho —dije—, ¿eso está mal?
—En absoluto, señorita, Dulce. Siempre y cuando tenga usted motivos para serlo. Creo que usted los tiene.
—Eso creo.
—Sin ambición no se llega nunca a nada.


Pensé que sabía de qué hablaba. Él era la viva imagen de la ambición satisfecha.
—Ya veo —revisó los papeles, esta vez con mayor interés que antes. Señaló algo con un dedo de manicura pulcra. Tenia las manos fuertes, bonitas— habla usted inglés, francés… —arqueó una ceja— ¿y latín?
—Mi padre era catedrático de románicas —sonreí—. De niña, me regañaba en latín.
Otra vez la expresión imperturbable.
—Nadie puede negar que es usted especial, señorita Dulce —dijo, y sentí que el rubor volvía a mis mejillas. Creo que eso le gustó.
Hizo una pausa para mirarme, pensativo.
—Gracias —dije.
—Voy a darle una oportunidad de oro de promocionarse dentro de la empresa. Estoy seguro de que le interesará. Tenemos muchas bajas este invierno. La gripe ataca con fuerza. La señora Pous está enferma y mañana tengo una importante visita de periodistas y colegas internacionales. Vamos a celebrar una cata en los almacenes. Es un acto muy importante para la promoción exterior de la empresa y ya sabe que, tal y como están las cosas, del exterior dependemos todos. El departamento de relaciones públicas le ayudará, pero quiero que usted reciba a los periodistas y les cuente el funcionamiento de la factoría antes de que yo haga mi aparición estelar en el último momento. Digamos que mañana será usted mi mano derecha, ¿se atreve?
—He visto cómo lo hacía el señor Maldon un par de veces.
—¿Eso es un…?
—Un sí —respondí sin pensarlo, aún alterada por aquello que ser su mano derecha. Yo. Una becaria con aspiraciones.
—Muy bien, entonces no me decepcione. Creo que es usted exactamente lo que estaba buscando. Nos veremos mañana a las ocho y media para hablar de los últimos detalles. Gracias por su tiempo, señorita Dulce. Y por la valentía.
Cuando me levanté noté su mirada fija en mi trasero. Durante todo el largo y mullido camino que separaba su mesa de la puerta, más de seis metros. Para cerciorarme de que estaba en lo cierto, antes de salir eché una mirada. Apartó los ojos en el último momento, pero sé que los tenía fijos en mí. Curiosamente, eso no me hizo sentir mal, sino todo lo contrario. Halagada, admirada, sexy.


* Todo lo anterior debe entenderse como un divertimento de sábado por la tarde. La premisa era: ¿Qué tal si escribimos a la sombra de Grey? (perdonadme el facilón juego de palabras, es efecto contagio).
Si os gusta, continuamos.

14 de junio de 2013

¿Gustáis?


Unos amigos me mandan esta foto de un vino que se llama como yo.
Una vez me preguntaron: Si fueras un vino, ¿qué clase de vino serías?
He tardado un poco en saber la respuesta. Si fuera un vino... Yo sería ¡una cocacola!
A vuestra salud, navegantes.

10 de junio de 2013

Feria del Libro de Madrid 2013


Sí, ya sé, tengo cara de felicidad de Feria del Libro. No me extraña, es una maravilla
pasear por el Retiro año tras año durante los 17 días que siguen al último viernes
de mayo. Ver amigos queridos, dar con libros que mi vida necesitaba sin saberlo,
charlar con esos lectores que vienen a verme año tras año (¡gracias!),
asistir a conversaciones absurdas (os referiré alguna un día de estos).
Hoy os dejo un testimonio de este año, captado por la cámara
del escritor y amigo Miguel Sanfeliu (¡gracias!). 
Es un momento del sábado por la tarde, 
en la caseta de Grupo Planeta.
El año que viene, más.
(Eso espero)
Amén.

7 de junio de 2013

Words Without Borders


La prestigiosa revista estadounidense Words Without Borders me ha publicado dos cuentos. Mi particular historia del hombre invisible, Más allá de esta soledad y este silencio (Beyond this Darkness and this Silence)  y Confesión (Confession).

Podéis leerlos haciendo click sobre el título en inglés.
Enjoy it!

6 de junio de 2013

Feria del Libro de Madrid 2013


La imagen es del año pasado, pero se repetirá este fin de semana. 
Estas son mis firmas para la Feria del Libro este fin de semana.
Da gusto ser lector en el Retiro, espero encontraros allí, como cada año.

Sábado 8
De 19 a 21: Caseta 147 (Planeta). 

Domingo 9
De 12 a 14: Caseta 108 (El tranvía). 
De 19 a 21, caseta 207 (Topbooks).

3 de junio de 2013

Supermami de junio