Lo decía hoy la editora con la que he almorzado (13.30, en un lugar llamado Notifixis) en compañía de la mujer de mi vida -es decir, Sandra Bruna, mi agente-: parece que la evolución normal nos lleva a ser cada vez más vegetarianas, cada vez más amantes de lo natural. Lo cual no forzosamente significa que debamos detestar lo artificioso, que no es lo mismo -ni mucho menos- que lo artificial. Algún día hablaremos de ello, que hoy no me apetecen nada los asuntos difíciles.
No, no es que los buenos propósitos ya puedan cumplirse: estoy en Laie porque he venido a buscar una bibliografía con la que me encerraré a partir de mañana y hasta que termine el siguiente original, que también va con retraso. Tengo pocos días y mucho trabajo por delante para escribir un libro de no-ficción del que tengo unas 100 páginas de redacción deslabazada y muchas, infinidad de notas. Veremos qué puedo hacer. Pero hoy estoy de celebración. Celebro que la comida que imaginaba una discusión arremangada haya terminado en reunión de amigas. Celebro poder hablar en futuro. Celebro que no falte el trabajo, ni la ilusión. Celebro que me guste la gente a la que veo todos los días. Celebro que no ha llovido (aunque amenazaba). Celebro que no me duele nada, ni siquiera el recuerdo. Celebro que ya tengo 103 canciones en mi i-pod nuevo, y que son ellas las que marcan el ritmo de mis pasos por la ciudad. En este instante cantan a mi oído: "Se me olvidó que te olvidé, a mí que nada se me olvida".¿Puede la felicidad, la tranquilidad, la sensación de que todo está en su lugar, transmitirse? Más difícil todavía: ¿Alguna vez está todo en su lugar? Ajá, qué otra gran ficción. Pero da lo mismo: la sensación de que todo va bien no tiene que ver con lo bien (o mal) que vayan las cosas. Pero la que cuenta es la primera, no la segunda.
Pues El cigala insiste (y yo le imito): "Y la verdad, no sé por qué, se me olvidó..."
Ay, que sí, que eso es.
La imagen es de mi amiga Mady, robada de su fotolog.
Últimamente estreno todas las entradas. Llegar en el momento oportuno, que lo llaman, imagino.
ResponderEliminarMi amiga y gran escritora Pilar Galán, siempre dice que los escritores somos todos unos mentirosos. Y después de leerte a ti en esta entrada no puedo menos que darle la razón (aunque, aquí, entre tú y yo, ahora que no nos escucha nadie, siempre suelo dársela ;))
Brillante, Care. Molt bo. Cannabis sanguini : )
ResponderEliminarPues no, no se puede trasmitir, pero no por ello se ha de dejar de intentarlo.
ResponderEliminarEntonces, ¿cómo sabes lo que yo quiero transmitir?
ResponderEliminarQuiero decir, ¿cómo nos entendemos? Apenas. Hay muchos espacios sueltos.
ResponderEliminarSupongo que por eso el orden y las palabras. Pero ni así. Es divertido.
ResponderEliminarQué envidia: estar tan contenta y de buen humor teniendo que terminar a contrarreloj un ensayo de tropecientas páginas. A mí sólo de pensarlo me da un jamacuco...
ResponderEliminarSí, supongo que escribir es mentir. También a uno mismo, a veces.
(¡Editoras buenas y amables! Eso ya no me lo creo...)
Un saludo.
Me encantan estos instantes en un café. Aunque sepas que, cuando salgas, allí afuera seguirá estando el mundo, con su prisa inagotable.
ResponderEliminarPero todo es diferente con un iPod y un buen café. Todo es diferente sabiendo que siempre te quedará mentir un poquito y otra buena novela por escribir :)
Me encanta todo lo que escribes y, por supuesto, las fotos -incluidos los dibujos de tu hijo- ;)
¡Un beso, Care!
Grandísimos mentirosos, fingidores y otras tantas cosas maravillosas: los escritores.
ResponderEliminarUna gran entrada, Care: una "mentira" franca y espontánea.
Una abrazo.