30 de mayo de 2009
Primer baño de la temporada
La grandeza del mar está hecha para el corazón sin límites de los niños.
26 de mayo de 2009
Jornada de trabajo
Autotraducirse es autotraicionarse.
Y (mucho peor) autoaborrecerse.
Aún me quedan 250 páginas, ¡ay!
Y (mucho peor) autoaborrecerse.
Aún me quedan 250 páginas, ¡ay!
21 de mayo de 2009
El paraíso
Antonio Pereira escribió: el paraíso es como un buen hotel a la hora del desayuno.
Ahora él lo sabe, y nosotros le echaremos de menos mucho tiempo.
Ahora él lo sabe, y nosotros le echaremos de menos mucho tiempo.
11 de mayo de 2009
Prisas
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Fuera como fuera, la primera pérdida de ritmo fue leve. Apenas un pum-pum desacompasado, como el descuido de un soldado que pierde el paso. Luego, la cosa fue a más, se complicó. Mi corazón se tomó la velocidad por costumbre. Le encontró gusto a vivir acelerado. Y esa nueva costumbre suya se convirtió en mi pesadilla. Tal vez, al cabo, se trataba de eso. Tal vez fuese un vendido, mi corazón, un órgano al servicio de quien me detesta (hay varios), un mercenario contratado para llevarme al último estertor simulando que fue un accidente. Nada más natural que la muerte natural.
Fui al médico, claro está. Me sometió a pruebas muy vulgares. En una de ellas me capturaron con una red de pescar besugos. En otra, un médico canijo me abrazó con firmeza y me fotografió el corazón desde todos sus ángulos. Mi corazón posaba, satisfecho de verme a mí tan entrelazada con el doctor canijo. Nada dio ningún resultado. Quiero decir, que todas las pruebas condujeron a confirmar que mi corazón está sano y fuerte y que lo único que le ocurre es que tiene mucha prisa.
¿Prisa por qué?, pregunté. El médico canijo se encogió de hombros. No se sabe. Hay corazones como el suyo. Llegan tarde a todos lados, o eso creen ellos. No hay nada que hacer.
Presentar batalla, pues, era inútil. De modo que me rendí. Decidí vivir al ritmo que marcaba mi corazón. "Yo también sé correr, bonito", le dije a mi víscera. Y comencé a practicar el arte de la prisa. Se me da muy bien.
Me han salido dos canas. En quince días he cumplido nueve años. Ahora hablo en pasado casi siempre. No me dejo tomar fotos de cerca. A los treintañeros les llamo "jóvenes", así, sustantivado: "¡Eh, jóvenes!". No salgo de casa si hace mal tiempo. En el sexo, sólo me pongo debajo. Estoy releyendo "El conde de Montecristo". Miro los libros que me quedan por leer con aire ausente. Hago balances. Reviso el testamento. Vuelvo a escribir el blog.
Dentro de unas horas, comenzaré a morir. No os apuréis, será rápido. El primer caso de muerte uniformemente acelerada de la historia de la literatura española. Esta página me sobrevivirá.
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