4 de diciembre de 2006

Cerrado (temporalmente) por primer aniversario

El pasado 2 de diciembre este blog cumplió un año.

Con ésta, han sido 345 entradas.
Hay quien afirma que en estos 12 meses me ha dado tiempo a crear un estilo en este blog e incluso a cambiarlo. En fin, todo lo vivo se transforma, ¿no? Aunque no siempre a nuestro gusto, eso es cierto.
Después de este tiempo, voy a tomarme unas vacaciones. Estoy escribiendo una novela que me tiene absorbida y os aseguro que necesito dedicarle el máximo de tiempo posible. Estoy convencida de que sabréis comprenderme.

VOLVERÉ EL MIÉRCOLES 1 DE FEBRERO
Mientras tanto, me encontraréis en el blog a 4 manos

30 de noviembre de 2006

Ausencias y no

Voy a estar fuera un par de días.
Si hay alguien que no se alegra de que me vaya y me echa de menos ni que sea durante un nanosegundo, os propongo algo divertido.

Desde inicios de esta temporada dirijo y presento en una emisora de radio local un programa (¿de qué va a ser?) de libros. Nos lo pasamos bien y tratamos de hacer que a la audiencia le ocurra lo mismo. Se llama NO ENS AVORRIREM (No nos aburriremos), algo que (creo) cumplimos hasta el paroxismo semana tras semana.

Advertencia: la mayor parte del programa es en catalán, anque muchos de los invitados condicionan el cambio de idioma, claro. Esta semana una de nuestras colaboradoras, Regina Bou, entrevistó a los ganadores de los Premios Planeta, Álvaro Pombo y Marta Rivera de la Cruz.

Si tenéis curiosidad, sólo tenéis que hacer click aquí www.mataroradio.com hoy jueves por la tarde (de 18 a 19, hora española, claro), y volverlo a hacer en la pestaña superior "Directe".

Allí nos escuchamos, navegantes.
* No soy ubicua: el jueves estaré en Valladolid. El programa es grabado. Y a este blog, más o menos, le ocurre lo mismo.

29 de noviembre de 2006

Os prometo que no le he mandado un jamón (o la primera crítica a El dueño...)

Existen aspectos, como la constante capacidad de experimentación e innovación, que convierten a Care Santos en una de las escritoras más atractivas, literariamente hablando, del actual panorama juvenil. Y es que siguiendo su trayectoria se constata que desde Hot Dogs (2001), novela realista en la línea de las modas de lecturas juveniles de hace unos años, pasando por el atrevido puzle literario de Los ojos del lobo (2004), hasta llegar a El dueño de las sombras, la autora catalana no ha cesado de experimentar con temáticas, con la estructura de la novela y con los puntos de vista del narrador. Un ejercicio encomiable, no falto de riesgos ni de algunos errores, que convierten a esta escritora en un valor a seguir.
Y es que El dueño de las sombras se aparta del realismo crítico de múltiples colecciones destinadas al joven lector y se atreve a realizar una incursión en el mundo de ultratumba, centrándose especialmente en las múltiples presentaciones del mal. Un tema que se remonta, como bien hace Santos al final del libro, hasta los románticos, como Gustavo Adolfo Bécquer, y que en la actualidad cultivan con acierto Agustín Fernández Paz, Fernando Latorre y César Mallorquí, entre otros.
Aunque este es un género difícil de abordar, la nueva mirada femenina de Santos lo enriquece de matices y ofrece un protagonismo diferente a las mujeres de la familia Albás, situado en el extremo contrario de las típicas chicas histéricas de las películas americanas de terror. Pero si con esto no hubiera bastante, la autora deleita con una de las miradas más singulares del lado oscuro del mundo: Eblus, nombre que recibe el demonio protagonista de todos los males, es el narrador de los peores momentos. Un relato en segunda persona, que se dirige al lector, con preguntas ad hoc, y que despierta en él sus miedos más ancestrales. Esta es, sin duda, la obra más ambiciosa de esta gran autora juvenil, que da muestras de una gran maestría del arte de novelar.

Joan Portell Rifà
Suplemento Exit, El periódico de Catalunya / El periódico de Aragón
noviembre 2006

28 de noviembre de 2006

Juan José Millás, Todo son preguntas

Francisco Franco, aquel analfabeto que se pudrió antes de morirse, hazaña biológica que el presidente de la Xunta * está dispuesto (...) a repetir y mejorar.

Verdaderamente, continúa habiendo dos Españas. Una es la España satinada, sutil, sedosa, limpia y optimista de las ocho ministras que posaron de forma absolutamente discreta (...) para Vogue y otra es la España casposa, cutre, maloliente, meapilas, inculta, tétrica, antigua y funeraria que representan ciertos individuos. ¿Cuál de ellas le hiela a usted el corazón?

* Se refiere a Manuel Fraga. La información envejece deprisa, ya se sabe.

Quinteto, 2006

27 de noviembre de 2006

El corazón del monstruo (microcuento)

El paradigma de mis terrores infantiles era una enorme máquina de rayos equis que parecía un animal antediluviano y que habitaba en un cuarto trasero, más allá del lugar donde los pacientes de mi padre se tumbaban dócilmente en la camilla. Mi padre la utilizaba para observar a personas enfermas, siempre ataviado con su mandil y sus guantes de plomo. En su presencia, ella se hacía la inofensiva, hasta la simpática. Tenía un pedal hidráulico en el cual mi padre jugaba a divertir niños —arriba, abajo, arriba, abajo…— y una pantalla verde que de vez en cuando mostraba lo que ningún ojo podía ver: lo que había más allá, en el interior.
La verdadera faz de aquel monstruo sólo se mostraba de noche, cuando alguien me mandaba a buscar algo al consultorio, y yo intuía en el cuarto de atrás la presencia callada y amenazadora de la máquina. Pensaba que en cualquier momento podía capturarme con aquellos elásticos que servían para sujetar a los bebés, o acercarse a mí con sigilo de reptil gigante y sorprenderme. Para mi extrañeza, el monstruo nunca jamás me atacó, ni siquiera franqueó la puerta del cuarto donde le teníamos encerrado. Aunque en más de una ocasión le descubrí tramando algo, preparándose para salir, odiándome en la oscuridad y el silencio que siempre le acompañaban.
Cuando fui un poco más mayor traté de comprender: tal vez yo también odiaría con toda la fuerza de mis entrañas oxidadas si me obligaran a vivir en aquellas condiciones de soledad, estrechez y trabajo forzado. Jamás nadie lo limpiaba. Jamás nadie reservaba para él las alegres horas de la diversión familiar de que sí gozaban otras máquinas de la casa. De todos los miembros de la familia, sólo mi padre acudía de vez en cuando al cuarto trasero para preocuparse por su estado. Encendía la luz, murmuraba algunas palabras, pulsaba algún interruptor y volvía a salir de inmediato.
Cuando mi padre murió, la vieja máquina quedó sumida en su silencio. Se desvalijó el consultorio y mi madre dispuso que el cuarto de atrás se utilizara como trastero. Libros de texto viejos, zapatos, muñecas descabezadas… Cualquier cosa que nadie quería acababa en aquel angosto lugar. La máquina parecía imperturbable. Cuando iba de visita a casa de mi madre procuraba no demorarme nunca demasiado entre las pilas de cosas, y jamás apagar la luz antes de cerrar la puerta. Creo que disfrutaba abandonándola allí, a oscuras, rodeada de basura inservible. Era mi venganza, muchos años después.
Cuando mi madre murió y nos vimos en la penosa circunstancia de vaciar la casa, la vieja máquina fue el mayor problema. Un mecánico la desmontó pieza por pieza —la mampara, la plataforma, el cuadro de mandos…— hasta dar con un cilindro azulado de algo más de un metro. «Aquí está el alma de este mamotreto. Deben tener cuidado. Es terriblemente tóxico».
Resolví llevarme el tubo a casa mientras encontraba el modo de deshacerme de él. Lo dejé en el baño de la entrada, uno muy pequeño que jamás se usa. Y cerré la puerta.
Cada vez que paso por allí siento latir el corazón del viejo monstruo. Sé que aún espera su oportunidad. Aunque a veces tengo la impresión de que a quien espera es a mi padre.

24 de noviembre de 2006

prólogos

Cuentan que en el recibidor de casa de Rafael Alberti podía leerse un rótulo que decía:

NO SE HACEN PRÓLOGOS

En mi casa no hay ninguno, pero de haberlo, diría esto:

SE HACEN PRÓLOGOS
SÓLO A LOS AMIGOS

23 de noviembre de 2006

manifiesto

Los abajofirmantes, editores de libros infantiles y juveniles, convencidos de que la lectura es fuente de placer y pieza clave en la formación integral de las personas y decididos a trabajar juntos por su fomento y en beneficio de los niños y jóvenes, que han de ser capaces de formarse, escoger y armar su propia biblioteca y su itilerario como lectores

CONSIDERAN:
1. Que lo editores de libro infantil y juvenil trabajan por ofrecer BIEN CULTURAL, en mayúsculas.
2. Que este BIEN CULTURAL es esencial para el proceso de formación y crecimiento de niños y jóvenes.
3. Que la lectura ha de arraigar en la vida de los niños y jóvenes lo antes posible para despertar interés y crear hábito lector.
4. Que editar libro infantil y juvenil implica un grado de especialización que debería ser reconocido tanto a nivel social como empresarial.
5. Que en el ámbito de la Literatura Infantil y Juvenil, a las tareas propias de la edición se le añade la responsabilidad que supone publicar para un lector en formación, tanto por lo que respecta a la competencia y comprensión lectoras como al espíritu crítico.
6. Que nos duele la invisibilidad de la Literatura Infantil y Juvenil —que tan a menudo denunciamos— sólo rota cuando surge un best-seller, cuando intervienen fuertes campañas mediáticas o en un par de fechas señaladas, a lo largo del año.
7. Que querer encuadrar la Literatura Infantil y Juvenil —especialmente la que se dirige al mercado escolar— dentro de lo que en este marco se considera “políticamente correcto”, es discutible y ajeno a su razón de ser.
8. Que la clasificación por franjas de edad es una imposición añadida para orientar al adulto, que es quien a menudo actúa como mediador.
9. Que la convivencia entre BIEN CULTURAL y producto editorial se hace dificil por las presiones empresariales y comerciales que rodean el mundo editorial.

POR TODO ELLO SOLICITAMOS
Que la literatura infantil y juvenil se incorpore como una necesidad vital en la vida diaria de los niños y jóvenes y cuente con la implicación de TODOS: no sólo de aquellos que partcipan en la elaboración y difusión de los libros: editores, escritores, ilustradores, libreros y bibliotecarios, sino también con la de otros sectores como pueden ser los padres y madres, escuelas, instituciones, medios de comunicación...

Que la Literatura Infantil y Juvenil no sea una literatura pequeña porque es la que nos hace mayores y más libres.


-Publicacions ABADIA DE MONTERRAT. Sr. Jordi Úbeda
-EDICIONES B, Sra. Alicia Soria
-Edicions BAULA, Sr. Josep Llussà
-Editorial BARCANOVA, Sr. Eduard Cerreda
-Ediciones BEASCOA, LUMEN infantil y MONTENA, Sra. Núria Cabutí
-Edicions BROMERA, Sr. Joan Carles Girbés
-Editorial CASALS, Sr. Ramon Casal
-Editorial CASTELLNOU, Sr. Xavier Blanch
-CERCLE DE LECTORS, Sra. Anna Vázquez
-COMBEL Editorial, Sra. Noemí Mercadé
-Editorial CRUÏLLA, Sra. Montse Ingla
-DESTINO Infantil y Juvenil, Sra. Marta Vilagut
-Grup EDEBÉ, Sra. Reina Duarte
-Editorial EKARÉ, Sr. Pablo Larraguibel
-Editorial EMPÚRIES, Sra. Eugènia Broggi
-LA GALERA Editorial, Sra. Lara Toro
-Editorial JUVENTUD, Sra. Elodie Bourgeois
-Edicions LYNX, Sra. Marta Fenollar
-Editorial MEDITERRÀNIA, Sr. Eduard Fornés
-Editorial MOLINO, Sra. Mar Peris
-Editorial MOLL, Sr. Francesc de B. Moll
-Editorial PAGÈS, Sr. Ramon Badia
-Edicions del PIRATA, Sra. Maria Grau
-Editorial SALAMANDRA, Sr. Joan Milà
-Editorial SERRES, Sra. Poppy Grijalbo
-Edicions TÀNDEM, Sra. Rosa Serrano
-THULE Ediciones, Sra. Arianna Squilloni
-Editorial TIMUN MAS, Sra. Cristina Feliu

* Manifiesto leído en el Salón del Libro de Barcelona 2006.

22 de noviembre de 2006

herramienta

El Consell Català del Llibre per a Infants i Joves (CCLIJ) es un organismo que desde 1982 trabaja para la difusión y la promoción de la literatura infantil y juvenil en Catalunya. Es una entidad sin ánimo de lucro que colabora con un montón de organizaciones, entre ellas, el International Board on Books For Young People (IBBY), o la Organización Española para el Libro Infantil (OEPLY).
Ayer por la tarde, el el II Saló del Llibre de Barcelona, el CCLIJ presentó un ambicioso proyecto: el Diccionario de autores y autoras de literatura infantil y juvenil en catalán. En la presentación, Marta Vilagut, la presidenta del CCLIJ, dijo que a partir de hoy miércoles el diccionario estará consultable en la red.
Para aquellos que estéis interesados, puede ser una herramienta muy útil. Lo encontraréis aquí:

21 de noviembre de 2006

Para qué da Unamuno (fragmento de novela inédita)

El profesor universitario Epicteto Morrón Villanueva, profesor titular del Departamento de Literatura Española de la Universidad Autónoma, se concentra en chupar con arte el pezón de la desconocida que le abordó esta tarde, al terminar su conferencia sobre Aspectos ornitológicos y volátiles en Miguel de Unamuno en el curso organizado en Toledo por la Universidad de Castilla-La Mancha.

Para seguir leyendo, AQUÍ

20 de noviembre de 2006

vitae

Hasta los 4 años, no se da la madurez de las estructuras límbicas del cerebro. Hay memoria precaria, pero no recuerdos.

«Hasta ese momento», dice Pascal Quignard, «uno vive. No se mira vivir»

Hoy, por aquello de la coherencia, más del autor francés en El Reino de Venus.

19 de noviembre de 2006

pensamiento de fin de semana

La vocación es la estrategia. El oficio y la técnica son el despliegue de fuerzas.
El éxito de la operación siempre depende de la oportunidad.

18 de noviembre de 2006

La santa cena, un 'micro' de Jordi Cantavella*

Jesús reunió a sus doce discípulos en un restaurante de los caros.
Después de pedir el café y las copitas de rigor, el Mesias solicitó silencio golpeando una botella con una cucharilla.
—En verdad os digo que uno de vosotros me traicionará.
En aquel momento dieron aviso de que Judas se había marchado sin pagar y que además había robado treinta monedas que alguien había dejado de propina en un platillo.
Pues bien, con los años, las cosas se exageran.


* Jordi Cantavella nació en Barcelona en 1967. Ha publicado tres novelas, Neopàtria (2002), La tètrica història de la Roser (2003), Pudor de cadàver (2006) y dos libros de cuentos, El Vals de la claveguera i Paper higiènic, todos en catalán. A éste último pertenece el cuento seleccionado y la traducción es de... pero, ¿de quién va a ser? Pues eso.

17 de noviembre de 2006

Harold Pinter

Cada obra fue para mí un tipo diferente de fracaso.
Y este hecho, supongo, me puso a escribir la siguiente.

La habitación / El amante
Losada, 2006

16 de noviembre de 2006

Petrus 226 (o ¿de quién es la grapadora?)

La grapadora era de línea clásica, cromada, con apertura frontal antibloqueo para cien grapas, capacidad de grapado de cuarenta hojas, 345 gramos de peso y cinco años de garantía. Llevaba la marca y el modelo escritos en un lateral. Samuel tenía el mal vicio de jugar con ella mientras estaba concentrado en la lectura de los originales pendientes y aquel día la había dejado desmayada y abierta sobre la mesa nada más ver aparecer en la oficina a Nora empujando su carrito de bebé. Fue un despiste fatídico.

Para leer más, AQUÍ

15 de noviembre de 2006

Ramiro Pinilla, Dashiel Hammett y la forma de estar en el mundo

Si un autor quiere transmitir que la mujer vestía ropas que combinaban dos azules y que estos colores armonizaban igualmente con sus ojos, Dashiel Hammett lo reduce a esto: «Iba vestida en dos tonos de azul, elegidos pensando en los ojos». Es lo mismo, pero también es otra cosa.
Si un autor desea contar que su personaje, para aquella ocasión, se había acicalado de manera no habituyal en él y arrostraba el cambio con todas sus consecuencias, Raymond Chandler así lo describe: «Estaba aseado, limpio, afeitado y sereno y no me importada que se notase». Es lo mismo, pero...
Se trata de un propósito del creador de hacerlo especialmente así, de gastar tiempo en ello: el motor de su paciencia es la fe en el resultado de lo que busca. ¿Cómo se alcanza este propósito? Sospecho que, más que de voluntarismos literarios, depende de emanaciones de la propia personalidad del escritor, de una manera de ser, de una forma de estar en el mundo.

Del prólogo a Nanga, primera novela de Willy Uribe
Leqtor, Barcelona, 2006

* Por cierto: la de la foto, es la última forma de estar en el mundo de Dashiel —Samuel D.— Hammett

14 de noviembre de 2006

Lo que se piensa pero no se dice

Almuerzo con editoras. Alguien explica que en una carta al director de La Vanguardia una señora se queja del último García Márquez, ése que se vendió, sin que nadie supiera cómo ni por qué, cuatro veces más que cualquiera de los libros anteriores del Nobel colombiano (¿será la enfermedad? ¿su edad? Los compradores son muy raros...). Yo aventuro una razón: Memoria de mis putas tristes es breve, seguramente va a ser la última novela que publique en vida y es de esos libros que hay que leer para haber leído. En fin. La señora de la carta al director está escandalizada por la temática de la historia. No sé si por el título, que también hay quien considera feo esas sonoras "putas", aunque son, sobre todo, honestas. Y musicales.
La capacidad de escándalo está barata, todo el mundo la lleva encima para cuando sea menester. La señora de la carta al director decía que la última entrega de Gabo era la novela de un pedófilo y se preguntaba, con ese tono indignado y soberbio de quien cree tener moralmente la razón, cómo se atreve, un hombre como él, a sus años. Como si a los ochenta uno no pudiera —o no debiera— tener perversiones. En mi almuerzo con editoras nadie le quitaba la razón a la señora de la carta. Sólo yo me atreví a decir que la literatura no es política, y por tanto no tiene por qué ser correcta, sino todo lo contrario. La literatura es provocación, escándalo, ir a contracorriente. Todo ello para emocionar, que es el fin último de toda obra de arte. Que el día en que la literatura deba ser correcta en todo, como la niña de buena familia que nunca más será, dejaré de escribir y, muy probablemente, de leer novedades. Que me refugiaré para siempre en Celine, en Rimbaud, en Nabokov, en De Quincey o en Jelinek
Debo reconocer que la capacidad de escándalo general me lleva a un infantil juego a la contra. No lo puedo evitar, ¡es tan divertido jugar a escandalizar lectores, potenciales escritoras de cartas al director, editores convencidos de que para agradar a muchos hay que limar todas las asperezas! Corre una el riesgo de caer en la facilidad, porque cuando el escándalo está tan barato, la provocación es cualquier cosa. Por esa empatía tan criticable como cualquier otra, defiendo a Elfriede Jelinek, la premio Nobel de hace un par de años, con garras y dientes. Para ser sinceros, la defiendo mucho más de lo que la disfruto como lectora. Su literatura —¿será culpa de la traducción? Que me perdone Carlos Fortea, el traductor de lo último que leí de ella— avanza a empellones, sin un hilo del que se pueda tirar, con la misma rudeza que gastan sus personajes, femeninos y masculinos. La Jelinek justifica su literatura por la opresión que la ultraderecha austriaca ha ejercido sobre intelectuales como ella. Sin embargo, creo que la provocación directa de sus novelas sienta muy bien a lectores de cualquier nacionalidad: los zarandea, los despierta de su letargo, les abofetea en las mejillas. Incluso en casos como el mío en que su lectura no provoca un gran placer.
La literatura de Elfriede Jelinek debería recomendarse con fines terapéuticos. Os aseguro que después de leer a esta chica mala, la gente estaría mucho menos susceptible. Eso no va a pasar, qué lástima. Sin embargo, no hay que dejar de celebrar su existencia. Menos mal que nos quedan Jelineks y que a García Márquez aún le inspiran algo las jovencitas, suspiro con alivio cuando conozco casos como los de la señora de la carta al director.
De la supuesta pedofilia de García Márquez, navegantes, podríamos hablar uyn día de estos. Vaya por delante que llamar pedófilo a Gabo es como afirmar que Ágatha Christie era una asesina reincidente.
Un apunte imprescindible: la literatura es el terreno de lo que se piensa pero no se dice. Es el terreno de lo que sólo unos cuentos se atreven a poner por escrito. Elfriede Jelinek se atreve a describir brutales violaciones del director de una fábrica de papel a su mujer en Deseo o nos cuenta cómo una madurita con tendencias masoquistas se practica una ablación de clítoris en su bañera por mero deporte en La pianista. Al lado de esta dama, Gabo queda como un viejito chocho en guayabera. ¿Se imaginan qué habría hecho Jelinek con la niña dormida de la novela de Gabo? Mmmm, yo sí.

13 de noviembre de 2006

El ruido y la furia (fragmento más o menos autónomo de mi novela inédita El síndrome Bovary)

Las noches son, desde que nació Luis, un suplicio. Los bebés vienen al mundo con el empeño innato de fastidiar a sus mayores, algo que consiguen con asombrosa facilidad. Más cuando su madre profesa a ciegas la fe en determinadas organizaciones, como la Liga de la Leche, una confraternidad láctea universal que defiende con vehemencia las virtudes de la teta a todas horas y carga las tintas contra otras teorías, como la alimentación programada según un horario. Valentín está convencido de que La Liga de la Leche no es más que una estratagema política de la peor calaña: el viejo lobo de la sumisión femenina a los roles de esposa y madre disfrazado de la oveja moderna de la alimentación sana y los hábitos saludables.

Si queréis más, navegantes, lo tenéis AQUÍ.

* Sólo para los que lleguéis al final: en unos días, tendréis la respuesta a la pregunta de Valentín.

12 de noviembre de 2006

La mirada ajena

11 de noviembre de 2006

Stephen King

«Mi trabajo consiste en hacerles olvidar a ustedes que tienen una cita, hacerles descuidar lo que tienen en el fuego... Si apagan la luz y sienten miedo de lo que hay bajo la cama, entonces, he ganado»


No os perdáis la crónica/entrevista/homenaje publicada hoy por Jacinto Antón en El País, AQUÍ

10 de noviembre de 2006

Abacus, Barcelona, jueves 9 noviembre 2006





En las fotos 1, 2 y 3: con Alicia Soria, editora de Ediciones B, y Jaume Balagueró, director de cine y presentador de excepción (por cierto, la próxima entrada estará dedicada a su cine).
En la 4: Sandra Bruna, Francesc Miralles y Jordi Cantavella, contándose cosas.
Fotos: Deni Olmedo.

9 de noviembre de 2006

Escribir con un mapa

Recomienda Robert Louis Stevenson a sus colegas presentes y futuros que nunca se sienten a escribir sin pertrecharse de un almanaque y un mapa. Dice que esa agudeza librará a más de uno de deslices muy fáciles de evitar, como por ejemplo… y llegado a este punto cita dos de los deslices más divertidos de Walter Scott, a quien —aseguran—admiraba mucho: en uno de ellos, el romántico escritor logra con su pluma la proeza de que el Sol se ponga por el Este. En el segundo, dos jinetes que viajan con sus monturas a gran velocidad llegan a alcanzar una media de crucero que ni el desguazado Concorde. En fin. Que no hay novelas —ni novelistas— perfectos es algo que seguirá alegrando por los siglos de los siglos a los enemigos de los novelistas.
Escribir con un mapa y un almanaque. Curioso consejo. Acaso Homero hubiera sabido que Penélope envejeció si hubiera tenido un almanaque a mano. Tal vez don Quijote hubiera sido de un lugar muy concreto de La Mancha si Cervantes hubiera dispuesto de un mapa. Nunca lo sabremos. Sin embargo, sí tenemos noticia de algunas ocasiones en que el proceso ha tenido lugar al contrario: un escritor, que tal vez en ese instante ni siquiera sabe que lo es, dibuja un mapa a partir de los dictados de su ensoñación. Sólo luego tiene la certeza de que a ese territorio imaginado le hace falta un sustrato de ficción, una historia.
Con el trazado de un mapa empieza la escritura de una obra paradigmática del siglo XIX: La isla del tesoro. Para entretener a Lloyd, el hijo de 13 años de su esposa Fanny, Stevenson dibuja en una hoja cualquiera la cartografía de una isla inexistente. Inventa hasta el último rincón de ese territorio inexplorado, hasta que nada en él queda sin nombrar. En alguna ocasión cuenta Stevenson cómo disfrutó bautizando las calas, las playas, las islas… Dando a entender que en realidad la cuestión no era tanto un reto cartográfico, o geográfico, sino filológico y toponímico.
De hecho, John Ronald Reuel Tolkien nunca se consideró a sí mismo un escritor, sino un filólogo. Cuando ideó la Tierra Media, o la Comarca, los escenarios de su tan llevada y traída El señor de los anillos, no estaba en realidad esbozando el escenario de ninguna acción, sino jugando a crear un territorio que mantuviera una coherencia estrictamente filológica en sus topónimos. Bebió de fuentes tan distantes como las leyendas germánicas, las lenguas nórdicas o ciertos rasgos de las mitologías grecolatinas y, finalmente, creó a Bilbo Bolsón y a todos los portadores, más o menos afortunados, de ese anillo que corrompe como siempre lo hace el poder, porque es el poder mismo.
Seguro que Tolkien tuvo siempre muy presente su mapa de la Tierra Media mientras escribía. De hecho, en su relato, la cartografía ideada por él mismo, cobró una importancia fundamental. Tanta como la tuvo la de la isla de Stevenson en su clásica novela. Sin embargo, Stevenson no tuvo suerte, ya que el mapa original se perdió y nunca más fue recuperado. Escribió los primeros capítulos de su Isla del tesoro de corrido, a raíz de uno por día, mientras el interés de su auditorio —formado por Lloyd y por otros miembros de la familia, entre ellos su propio padre— iba creciendo. De este modo dio por terminada la primera parte del libro. Luego llegó la duda, ese hemistiquio a veces insalvable en la escritura de toda novela. Stevenson dudó si debía terminarla. Finalmente lo hizo. La novela se publicó —huérfana de mapa— en la revista para jóvenes Young Folks. Fue un éxito tan inmediato que no tardó en publicarse en forma de libro y en reportar una merecida fama a su joven autor. Sin embargo, Stevenson narra esta época a partir de la desolación de no haber sido capaz ni de encontrar su mapa ni de dibujar otro igual.
No es extraño. Lo que ya existe es susceptible de adoptar cualquier nombre, incluso el de los sueños —lo supieron los conquistadores del llamado Nuevo Mundo al bautizar a la Patagonia o California con nombres que habían robado de las novelas de caballerías más leídas de su tiempo— pero, ¿cómo pensar en nombrar lo que ni siquiera está en la memoria? Stevenson respondió a esa pregunta con una novela perenne.

8 de noviembre de 2006

¿Gustáis?


Mi ensalada favorita, con higaditos de pollo y queso de cabra.
La cociné para Moni, quien primero la fotografió y luego se la comió.

7 de noviembre de 2006

Laura y Julio, Juan José Millás

«El alimento favorito de la mezquindad es el miedo.»
*

«El escritor más puro es el que no escribe.»
*
«Sólo nos enteramos de lo que ya sabemos.»
*
«A veces, en la vida, se encuentran cosas nuevas, pero siempre como efecto secundario de buscar las antiguas.»
*
«Lo que se escribió pensando en el público ingenuo, que es el lector natural del género novelesco, es en la actualiad pasto de sabios y eruditos. La única forma de relato viva es la telenovela, en parte porque nos acerca al género oral, del que procedemos.»

Seix Barral, octubre de 2006

6 de noviembre de 2006

Bienvenidos a El Reino de Venus

Queridos navegantes, desde hoy tengo el placer de invitaros a formar parte de un nuevo sitio en el ciberespacio, un nuevo blog: El Reino de Venus. Es un trabajo a cuatro manos que durante algún tiempo informará del proceso de escritura de dos novelas: una de Francesc Miralles y una mía. Tienen muchas más cosas en común de las que podáis pensar, aunque a priori parezcan muy distintas.
Francesc y yo adoptaremos, en ese espacio inventado, la personalidad del bifront dios de la mitología romana Jano. Bajo esa personalidad intervendremos a días alternos. Buscaremos, como siempre, la complicidad con el lector, y también vuestra diversión (y la nuestra, para qué negarlo).
Para formar parte de este Reino de privilegiados, sólo tenéis que hacer click en la dirección que aparece abajo (o en el segundo enlace de la lista de la derecha). Esperamos veros mucho por el Reino de nuestros sueños, navegantes.

5 de noviembre de 2006

Estáis todos invitados *



* Debo decir: la frase grandilocuente, claramente comercial, que puede leerse en la invitación (todo eso de "la primera novela de terror escrita en España por una mujer") no es cierta. Dos de mis autoras más admiradas son mujeres y han practicado con mucho acierto el género: Pilar Pedraza y Elia Barceló. También Emilia Pardo Bazán tiene por ahí algún cuento de temática sobrenatural... Eso, a vuelapluma. Seguro que hay más. Pero, ya sabéis: a los editores no hay que tomarles nunca demasiado en serio.

4 de noviembre de 2006

Horizontes, horizontales (IV): Tarraco



Visita la entrega anterior

3 de noviembre de 2006

Invisibles

Ya es posible volver invisible un objeto, leo en el periódico, que no deja de darme sorpresas, cuando no disgustos. No me preguntéis cómo ni por qué, pero tiene que ver con la fibra de vidrio y también con la obviedad de que las personas estamos hechas de distintos materiales. Lo que de verdad me interesan son las aplicaciones del invento. por el momento, más bien escasa: sólo lo han conseguido com un pedacito de cobre de cinco centímetros y gracias a la visión en microondas (como lo leo lo transcribo, aunque la preposición me inquiete y confunda) interesa dejar constancia de que la preposición me inquieta y confunde. Siguen algunos datos objetivos, de aquellos que resultan entendedores e incluso pueden llegar a ser lógicos. Por ejemplo: ¿os parece cosa de magia o del maletín de James Bond esto de hacer desaparecer objetos a la vista? Pues entonces os resultará coherente que todo un Sir británico se encuentre tras la noticia: un tal Sir John Pendry. Y llegado este punto, todos nos estamos preguntando: ¿Y quien paga a Sir Pendry para que pueda trabajar con la tranquilidad que estas cosas de la invisibilidad requieren? ¿Un filátropo protector de las ciencias que cree en el progreso del mundo por caminos insindables? ¿Un mecenas fan de Juan Tamariz? Pues no. Las investigaciones de pendry las financia el Ministerio de Defensa de Estados Unidos, cuyos miembros salvan cual perros de Pavlov sólo de pensar qué aplicaciones militares puede tener el invento del británico Pendry. ¿Enviar invisibles detectives a casa de cada uno de los ciudadanos sospechosos de algo según el criterio del preclaro Bush? Esa medida, desde luego, resolvería el problema del desempleo. ¿Crear un cuerpo de torturadores invisibles? ¿Crear la máquina eléctrica invisible, que mata igual pero con disimulo infinito? ¿Proclamar una ley de invisibilización obligatoria para mexicanos en particular y latinoamericanos en general?... Aunque sólo con fines militares ya imagino un montón de ventajas. Por ejemplo, un batallón de soldados invisibles lo tendría mucho más fácil para violar y asesinar a familias enteras en Irak y ahorrarse las siempre latosas consecuencias.
Aunque en lo doméstico también yo salivo cual mascota pavloviana. Pienso en las aplicaciones que la cosa pueda tener en la casa del futuro, esa que preconiza Bill Gates. Sería de gran utilidad hacer invisible la factura del teléfono, al niño que vuelve del colegio o incluso la mancha insoluble de la alfombra. Para no hablar de otras aplicaciones nacionales: invisibilizar a los subsaharianos que se empeñan en viajar en pateras, para que nadie pudiera contarlos, ni repartirlos, ni siquiera recibirlos como es debido. Tampoco les veríamos morir. Y ya puestos, volvamos invisibles a los que duermen en los cajeros, a los terroristas, a los jefes del partido al que no votaremos jamás, a la suegra que nunca atiende, al yerno con pendiente en la nariz, a los lunes por la mañana, al mes de septiembre, a los cinco días antes de cobrar... Es un filón, esto de los candidatos a desaparecer. Vaya, aún será verdad que Pendry estudia algo realmente útil.
Y, en el preciso instante en que todo lo que no nos gusta haya desaparecido de nuestro mundo, dedicaremos las largas tardes de los domingos a subir y bajar las persianas de nuestra casa inteligente. Arriba y abajo, como idiotas, durante horas. Arriba y abajo.

2 de noviembre de 2006

Especial Día de Muertos (III): Relatos que me asustaron

Un matrimonio maduro, con un hijo de más de veinte años, recibe la visita de un amigo que vuelve de La India. Les trae como regalo una pata disecada de mono, un supuesto amuleto que ha comprado a un bamán con el poder de conceder los tres deseos que le sean solicitados por una misma persona. Cuando se va el amigo, el matrimonio habla de la necesidad de dinero que les acucia (necesitan una cantidad concreta, pongamos, 30.000 euros) y del nuevo trabajo en la construcción de su único hijo, que está muy ilusionado por su incorporación al día siguiente. El hijo sugiere pedir la cantidad que necesitan a la pata de mono, pero los padres desestiman la idea. Por la noche, cuando ya todos duermen, la madre se levanta, se acerca a la pata de mono, la sujeta y murmura el deseo: «Quiero 30.000 euros».
Al día siguiente, la vida transcurre como siempre. De hecho, no ocurre nada anormal hasta última hora de la tarde, cuando el capataz del nuevo trabajo del hijo llama a la puerta muy compungido y les anuncia que ha ocurrido un terrible accidente: su hijo ha muerto, aplastado por una pesada grúa. También les notifica que el seguro de vida que la empresa contrata para todos sus trabajadores prevé una compensación de 30.000 euros ante tamaña pérdida.
Poco después del entierro del joven, la madre, destrozada, vuelve a recurrir a la pata de mono. Lo hace de nuevo a escondidas del padre y de noche: en mitad de un llanto desconsolado le pide al amuleto que haga regresar a su único hijo.
La historia se cierra con una velada de los dos maduros esposos junto al hogar. Parecen veinte años más mayores que al comienzo. Ninguno de los dos tiene ánimos para irse a la cama, y eso que son altas horas de la madrugada. De pronto se oyen unos golpes terribles en la puerta de entrada. No es el modo de llamar de una persona normal, y menos a esas horas. Los dos se miran, comprendiendo. El marido le pregunta a su mujer: «¿Le has hecho volver?». La mujer le responde: «No podía hacer otra cosa. Es mi niño». Ella se levanta, inquieta, pero ilusionada, a abrir la puerta, pero en el último momento, mientras los golpes se hacen cada vez más fuertes, se decide a mirar por la ventana. Entonces lanza un grito, busca a toda prisa la pata de mono y grita, horrorizada y sin dejar de mirar afuera:
—¡Regresa a tu tumba, hijo! ¡Regresa a tu tumba!


En fin, navegantes. Respirad hondo. Relajaos. No es más que un cuento. Uno magistral, por cierto, de raigambre popular, pero escrito por W.W. Jacobs en 1902, y llamado, precisamente, La pata de mono (The Monkey's Paw). Se incluye en su libro de cuentos La dama de la barca, que en España publicó Valdemar (claro) en el año 2000 bajo el título de La pata de mono y otros cuentos macabros. Se trata de un relato muy antologado, y no es raro hallarlo en recopilaciones del género. También existe una versión (escalofriante) en teatro, que firmó Louis N. Parker.


Aunque lo mío son los relatos de terror victorianos, me voy a permitir, para terminar este especial que nos hemos marcado junto con César Mallorquí The Biggest (su última entrega está hoy en La fraternidad) , recomendaros algunos de mis libros de terror favoritos de todas las épocas:
—Otra vuelta de tuerca, Henry James: la clara inspiración de Los otros, de Amenábar. Sólo flta Nicole Kidman.
Monkton el loco y otros cuentos de terror y misterio, de Wilkie Collins. Es un maestro agarrando al lector por el pescuezo desde la primera línea.
El monje, Matthew G. Lewis: sadismo, inteligencia y seducción a raudales. ¡Y del siglo XVIII!
Danza macabra, Stephen King. Lo último del autor que más vende y más bodrios hace es, para variar, bueno: un ensayo sobre sus recuerdos terroríficos.
Narrativa completa, vol. 1, de H. P. Lovecraft. También en Valdemar. Ya tocaba. Es impresionante. ¡Y vendrá un segundo tomo, hurra!
Guía de casas embrujadas del mundo, Francesco Dimitri. ¿Queréis conocer la diferencia entre una aparición, un espectro, un fantasma y un poltergeist? ¿Saber lo que hay que hacer si percibís presencias sobrenaturales en el sofá de casa? Dimitri lo aclara todo. Es novedad de noviembre de Alba editorial, y muy entretenido. El capítulo sobre los fantasas de la Casa Blanca no tiene desperdicio. Os hablaré de ello, algún día, lo prometo.
13 cuentos de fantasmas, de P. D. James. No confundir con Henry James.
Dulces sueños, de Robert Bloch. A veces es ingenuo, pero funciona.
Vampiras, antología temática, cómo no, también en Valdemar. Atención al último cuento: versión vampírica de Blancanieves, enanitos monstruosos incluidos.
Y hasta aquí hemos llegado, aterrorizados navegantes.
No os perdáis lo que viene ahora: el día 6 comienza El reino de Venus. ¿Qué es? Ahh... tendréis que dejaros caer por aquí para descubrirlo.

1 de noviembre de 2006

Especial Día de Muertos (II): Tipología del terror cinematográfico

Como imagino que en La fraternidad, el blog de César Phenomenon Mallorquí, todos encontraremos sabias referencias a filmografía terrorífica, yo he preferido para esta segunda entrega de nuestro común especial del Día de Muertos ablar del séptimo arte a partir de la elaboración de un listado de mis filias ymis fobias en lo que a cine de terror se refiere.


1) DETESTO...
El cine de miedo que me mata a sustos, en el que la elección de la banda sonora parece obra de un desequilibrado o de un sádico; aquellas películas que confunden terror con náusea y se empeñan en mostrarme brazos seccionados, ojos devorados por bichos, corazones palpitantes en pechos abiertos como armarios.; las cintas acerca de asesinos brutales que matan porque les toca y punto; en general, el gore; en general, las secuelas de los grandes clásicos del terror cinematográfico, que no hacen más que exprimir lo que ya no suelta ni gota de jugo; las parodias de las películas de terror; las versiones estadounidenses de grandes filmes de terror orientales: los engedros que pretenden darnos miedo sólo porque en la trama hay espectros (o vampiros, hombres lobo...) y las pelis yanquis de casas encantadas (si, encima, hay adolescentes, ya resultan vomitivas).
Así pues, no soporto La matanza de Texas, Re-animator, Pesadilla en Elm Street y sus docenas de secuelas; El exorcista, el montaje del director, todas las Scary-movie, The Ring (la versión estadounidense), The Ring 2 (puaj), Sonámbulos, Alien 4, The Hole, 13 fantasmas, entre muchas otras.


2) ADORO...
Las películas de terror que no abusan de los recursos fáciles pero consiguen que no puedas dejar de pensar en ellas. Aquellas historias cuya originalidad total o parcial te estremece precisamente por eso, por inédita. Por ejemplo: la aplicación al terror de elementos tecnólógicos cotidianos. Los planteamientos argumentales audaces, especialmente si el director los deja para el final y consigue no hacerme sospechar antes. Las buenas adaptaciones de grandes obras literarias del género. Los directores dedicados casi con exclusiva a uno de los géneros más difíciles que existen.
Por eso os recomiendo con entusiasmo algunas de mis películas de terror más visitadas: Poltergeist, Psicosis, La semilla del diablo, Los otros (mañana hablaremos de Otra vuelta de tuerca, la novela de Henry James en la que se basa), El sexto sentido, El bosque (Shyamalan: uno de mis directores favoritos), La maldición (la de Takashi Shimizu), The Ring (la de Hideo Nakata), Alien, el octavo pasajero (y sólo esa), El exorcista (¡no me atreví a verla hasta los 25 años!), El resplandor, Darkness y Frágiles.


Por último, una selección de momentos terroríficos:
—El sonido más escalofriante (¿os asustan los sonidos? A mí, especialmente): el del fantasma femenino de La Maldición.
—La escena más impactante: Mia Farrow devorando un hígado de pollo en La semilla del diablo.
—Las ideas más inteligentes: los planteamientos argumentales de El sexto sentido y El bosque.
—La escena más terrorífica: Nicole Kidman entre imágenes religiosas cubiertas por sábanas blancas en Los otros.
—El comienzo más terrible: Los sin nombre, de Jaume Balagueró (Emma Vilarasau está espléndida), mi director español favorito.
¿Os animáis a compartir vuestra propia selección de «momentos»?

No he querido marcharme sin dejaros, navegantes, en la mejor de las compañías: la de estos tres simpáticos amiguitos. No olvidéis visitar La fraternidad de Babel. Estará de miedo.


31 de octubre de 2006

Especial Día de Muertos (I): Visita, un cuento inédito


—Perdone, llevo seis noches soñando con su número —dijo una voz angustiada al otro lado del hilo— pero sólo hoy me he decidido a marcar. Espero que todo esto no le parezca descabellado. A mí me lo parece, pero es la verdad. He visto en sueños su número, nueve dígitos, así, tal cual. ¿Me puede decir su nombre?
Le dije mi nombre.
—No me suena.
—¿Cuál es el suyo?
—Regina Martínez.
Lo pensé un momento antes de responder:
—Ni idea.
—Estoy segura de que entre usted y yo existe una conexión más estrecha de lo que pensamos. No me pregunte por qué, pero lo sé, lo presiento. ¿Querría usted venir a mi casa y hablamos de ello mientras tomamos un café?
A los escritores nos fascinan las historias rocambolescas. Más aún si son ciertas. De algún modo, nos alimentan. De modo que acepté de inmediato. No le dije nada a nadie. Si Regina Martínez hubiera planeado el crimen perfecto, aquella tarde se habría salido con la suya. En este momento yo podría estar sirviendo de abono al ficus —espléndido— del patio de la vivienda. Sin embargo, estoy escribiendo esta historia para que otros la conozcan.
Sólo diré, antes de explicar los pormenores, que en cuanto vi la fachada de la casa donde regina me había citado supe que entre aquella mujer desconocida y yo existía un poderoso vínculo.
*
Entre mis nueve y mis trece años, visité cada semana la casa donde ahora vivía Regina Martínez. Era un ritual de domingo. Después de merendar, mi abuela Teresa se ponía los zapatos y cogía el bastón y me llevaba a visitar "la pensión". No le gustaba que otros la llamaran así, pero ella misma utilizaba el sobrenombre, que venía de la no tan remota época en que la casa se dividió en cuartos de alquiler. De eso se habían cumplido, ya entonces, más de veinte años, y mi abuela tenía unos planes muy distintos para aquel lugar que había estado vinculado a nuestra familia desde tiempos inmemoriales. Durante los últimos años, mi abuela había invertido en la casa todos sus ahorros, emprendiendo una remodelación total, que avanzaba a buen ritmo. Cada domingo debía tener lugar el ritual impostergable de examinar el estado de las obras. Revisábamos la colocación de los zócalos, la correcta conexión de los desagües de los retretes nuevos y el pulido del embaldosado del salón, que recordaba a los mosaicos romanos.
Al principio, las obras se limitaban a los suelos, las paredes y lo que no se aprecia a simple vista: cambio de cañerías, nueva calefacción, impermeabilización de las terrazas...
Un día me atreví a formularle la pregunta que me intrigaba.
—¿Para quién es la casa?
No demoró la respuesta.
—Para mí, naturalmente. En cuanto esté terminada, me trasladaré aquí.
El cambio del lugar continuó con la llegada de los electrodomésticos y de unos pocos muebles. Una cama, con su colchón enfundado en una gran bolsa plástica. Una mesita de noche de diseño moderno. Una nevera último modelo y hasta un lavavajillas. Recuerdo que aquél, a mis diez años recién cumplidos, fue el primer lavavajillas de mi vida, aunque aún fuera un poco extraña al prodigio.
Siguieron cortinajes, alfombras, tapicerías, cubrecamas y manteles. En pocos meses, la casa estaba lista para que una familia completa entrara a vivir en ella.
La abuela se detuvo frente a los ventanales del salón y murmuró:
—Ya está todo.
Y enseguida añadió:
—Cómo me gusta la vista del jardín desde este rincón. Pasaría aquí todo el tiempo del mundo, mirando, vigilando que todo esté en su lugar.
Murió dos días más tarde. En el ataúd, se le veía la cara de satisfacción de quien no deja nada por hacer.
Mis padres heredaron la casa, pero no pudieron conservarla. Yo nunca supe nada de los nuevos propietarios. No hasta que recibí la llamada de regina Martínez.
*
Cuando terminé de contarle esta historia a Regina, ella me miró con los ojos muy abiertos.
—He aquí nuestro vínculo.
—¿Qué?
—Ella.
—¿Cómo dice?
—Ella. Su abuela. Sigue aquí. Especialmente en ese rincón, el del ventanal. Cada noche la oímos sollozar. A veces no se queja, sólo respira muy profundamente. Muchas noches no nos deja dormir. Otras, nos induce sueños que pueden llegar a ser muy diferentes. Espero que después de hoy consigamos descansar una noche entera.
Le dirigí una mirada interrogante.
—Está muy claro, querida: su abuela Teresa necesitaba volver a verla. Ella está aquí, ahora. Para eso arregló la casa con tanto esmero, ¿no lo comprende? ¿O no pondría usted cuidado en el lugar donde va a quedarse por toda la eternidad?

30 de octubre de 2006

Coming soon

Me complace anunciaros hoy, amigos navegantes, lo que en los próximos días ocurrirá en éste y en algún otro blog.


Especial Día de los Muertos

En paralelo con La fraternidad de Babel —es decir, con el blog de mi muy querido César Mallorquí— os ofreceremos un especial de tres días alrededor del Día de los Muertos. O de Halloween, si preferís las costumbres anglosajonas.
El programa será el siguiente:
-Día 31 de octubre: Halloween en La fraternidad y un microcuento de terror inédito aquí.
-Día 1 de noviembre: Cine de terror. ¿Demostrará Fray César su sapiencia sin igual? Yo haré lo que pueda, lo prometo, por estar a la altura.
-Día 2 de noviembre: Literatura de terror. ¿No os preguntáis que estremece a César Mallorquí? Yo sí, y me muero de ganas de saberlo.

Y el próximo 6 de noviembre... más muertos

Y el día 6 de noviembre comienza un proyecto que me hace especial ilusión y que sólo os quedará a un click de aquí.
Tiene que ver —y mucho— con mi amigo Francesc Miralles, conmigo misma y con el vicio común de la Literatura (nótese, navegantes, que lo he escrito con mayúscula), pero también con algunas cosas que os sorprenderán.
Os encantará, estoy segura. Permaneced atentos a esta sintonía dentro de una semana. Tenemos entre manos algo grande.

Coming soon...

28 de octubre de 2006

Exclusivas previsibles

El Woody Allen que más me gusta es aquel que parece disfrutar construyendo una historia que funciona a pesar de ser previsible, o de estar llena de ecos de sí mismo, o de sonar a lugar revisitado. Más que el Allen que habla del eterno conflicto entre los miembros de la pareja –que, como todo el mundo sabe, conforman un mínimo de tres miembros-, de la incomunicación, de cuestiones metafísicas, o confesionales o directamente neuróticas, a mí me hace disfrutar el Woody Allen de las historias descabelladas, donde sus obsesiones personales, que conocemos tan bien como las de nuestro padre, ocupan tan sólo un segundo plano, son pequeñas capsulitas inevitables sin las cuales, sencillamente, una película de Woody Allen no sería una película de Woody Allen.
Así, pues, Scoop me ha gustado por la misma razón que me gustó La leyenda del escorpión de Jade, a la cual recuerda incluso en la elección de la banda sonora. Aunque también me ha gustado como Annie Hall, o Balas sobre Broadway. O que Misterioso asesinato en Manhattan, una de mis preferidas.
Scoop es una trama enloquecida, donde la joven y guapa Scarlet Johanson interpreta a una estudiante de periodismo a quien el espíritu de un reportero curtido en mil destinos revela la sorprendente identidad de un criminal conocido como el Asesino del Tarot. A pesar de que la joven Sandra se enamora de su sospechoso mientras trata de investigarlo burdamente, siempre con el estorbo de su supuesto padre (Woody Allen, el realidad un mago de tres al cuarto cuya primera aparición no tiene desperdicio), no hay sorpresas en este argumento que se ve venir desde el principio, sin que eso importe lo más mínimo. Johanson está bien en el registro cómico, incluso cuando habla precipitadamente y mucho, como hacen siempre los bverborreicos personajes de Allen, dando la impresión de que la relación entre director y actriz en ocasiones roza la simbiosis. Allen nos regala un guión cargado del ingenio habitual y un personaje que le sienta como anillo al dedo, como todos, a medio camino entre el absurdo y el drama, también como es marca de la casa.
He visto la película en el Verdi sólo hace unas horas. Algunos de los espectadores que, como yo, iban solos, se reían a carcajadas. También yo. Allen es también, como su cine, conocido y previsible, un director que sorprende poco y seduce mucho. Y eso es, precisamente, lo que esperábamos cuantos estábamos allí: que nos sedujera con frases como la que suelta el mago cuando una señora envarada le pregunta en una fiesta de ricos por su confesión:
"Fui educado en la religión israelita, pero con el paso de los años me he pasado al narcisismo".
Uno de los signos más claros por los que se reconoce la inteligencia es la capacidad de reírse de uno mismo. Y eso incluye el entorno más cercano, la ciudad que uno adora y la sociedad de la que, en teoría, forma parte. Tal vez eso sirva para explicar el mayor éxito de Woody Allen en Europa: la autocrítica, la capacidad de reírse de uno mismo, no es un valor de la actual administración de los Estados Unidos.
Tratad de imaginar a George Bush viendo ésta o cualquier otra película de Woody Allen y sabréis a qué me refiero. Hay cosa imposibles incluso para mentes tan despiertas y capacitadas como las vuestras, navegantes.

FICHA TÉCNICA

Guión y dirección: WOODY ALLEN. Productores: LETTY ARONSON, GARETH WILEY. Fotografía: REMI ADEFARASIN. Montaje: ALISA LEPSELTER. Reparto: SCARLETT JOHANSSON, WOODY ALLEN, HUGH JACKMAN, IAN McSHANE

27 de octubre de 2006

Vicenç Pagès Jordà: De Robinson Crusoe a Peter Pan. Un canon de literatura juvenil

No podemos fingir que no han existido las vanguardias, el psicoanálisis, el estructuralismo, el existencialismo, la crítica feminista, la deconstrucción y la teoría postcolonial. No se puede seguir ecribiendo como si no supiéramos qué es el flujo de conciencia, el narrador no fiable, la metaliteratura, la intertextualidad, los experimentos en focalización y la crisis del sujeto. Los autores —incluidos los de literatura juvenil— lo saben, o tal vez ya deberían saberlo, pero los lectores no lo saben, o quizás aún no deberían saberlo.
Quizá por eso resulta tan difícil escribir literatura juvenil hoy día.

Proa, 2006
(traducción: C. S.)

26 de octubre de 2006

7.000 escogidos

Cada vez que compro un libro usado tengo la impresión de que lo salvo de algo. Como si lo adoptara: lo rescato del hábitat polvoriento que son ciertas librerías de lance y lo incorporo al limbo de los escogidos. Es decir, mi biblioteca.
No es que mi biblioteca sea un grupo muy pequeño —ya forman parte de él unos siete mil individuos y no es improbable que antes de mi muerte se incorporen un par de miles más— pero sí es exclusivo. Su exclusividad deriva de lo difícil que resulta entrar en él.
De hecho, las únicas que tienen la entrada garantizada son determinadas ediciones de hace algunos años por las que reconozco sentir gran debilidad. La colección de la editorial Destino «Ancora y Delfín», por ejemplo, pero sólo en su primera época, cuando aún no habían sustituido la delicada tela azul de la cubierta por aquella especie de plástico negro infumable. O las ediciones de Barral, con sus delfines haciendo cabriolas en el lomo. No escondo que también sufro la patología común a tantos otros bibliómanos: las primeras ediciones. Tengo algunas, y casi dos docenas enriquecidas con la firma de sus autores —Saramago, Arreola, Sábato, Noteboom, Atwood, Cela, Pereira...—; Algunas han recorrido medio mundo antes de llegar al amparo de mis anaqueles —un Carpentier que cruzó el Atlántico, un García Márquez que descubrí en los almacenes de un famoso librero porteño—.
Y hay pequeños tesoros esquivos que tal vez nunca consiga, pese a los muchos años que llevo codiciándolos.
He aquí el libro por el cual vendería mi alma al Diablo: los dos tomos —editados en 1884 y 1885, respectivamente— encuadernados en tela, con ilustraciones de Joan Llimona y grabados de Gómez Polo, de La Regenta, de Leopoldo Alas, Clarín. Sólo tengo localizados tres juegos en España —en Barcelona, Madrid y Toledo—, y el más barato cuesta mil euros. El más caro, más del doble. «Algun día», me digo con una cierta lujuria, pensando en los 25 años de hipoteca, «algun día serás mío».

25 de octubre de 2006

Odiosas comparaciones: La Dalia negra

Me encanta ir al cine los días en que apenas hay gente. Preferiblemente, el domingo o el lunes, a última sesión. Aunque sea a ver películas malas.
También me gusta el sórdido mundo del escritor estadounidense James Ellroy, el autor en cuya novela homónima se basa el guión de la película de Brian de Palma que hoy comento. Su libro autobiográfico Mis rincones oscuros —donde narra el asesinato de su madre, el proceso policial que siguió y el túnel sin salida en que todo eso convirtió a su adolescencia—, es uno de los libros más terribles y emotivos que he leído en mi vida. Me encantan esas tramas de Ellroy, repletas de crímenes truculentos, sexo y seres que buscan una salvación imposible a cualquier precio. Me gusta L.A. Confidential, la conocida adaptación cinematográfica de otra de sus novelas. Me interesa la historia de La Dalia negra en relación con su biografía: el autor se obsesionó con el asesinato, en 1947, de la actriz de películas de serie B Elizabeth Short y no paró hasta quye escribió una novela —su segunda obra después de que la literatura le redimiera— contando el caso.
Por todo lo anterior, nadie se extrañará si afirmo que iba muy predispuesta a que me gustara la película de De Palma. Y, por lo mismo, la decepción fue inmensa.
Lo peor que le ocurre a esta película es que te pasas el rato comparando a los grandes del cine negro con el reparto elegido para la ocasión. Por ejemplo, un dato nada irrelevante: Lauren Bacall tenía la misma edad que Scarlett Johanson tiene ahora —21 añitos— cuando interpretó El sueño eterno junto a Humphrey Bogard. Y, sin embargo, de Johanson no podemos dejar de pensar que es demasiado joven para ese papel. Lo mismo de Hartnett, a quien resulta difícil tomar en serio en su rol de tipo duro, inteligente, resolutivo... etcétera, con esa cara de recién salido de la escuela infantil. Son dos problemas graves de verosimilitud y no son los únicos.
La atmósfera está muy bien, eso sí, pero acaba resultando más evocadora que creíble. Los actores son guapos, y más de uno y de una disfrutará con los primeros planos —angelicales, tal vez demasiado— de Scarlett Johanson o con los cuartos traseros —apetecibles— de Josh Hartnett. La mejor, sin duda, es Hilary Swank, que recuerda a Rita Hayworth pero consigue espantar ese fantasma en su segunda aparición. Por cierto: la escena de la cena en familia que protagoniza el personaje de Swank es lo mejor de la película.
Por último, La Dalia negra peca de algo difícil de perdonar: cuenta la historia de un modo tan embarullado, el montaje resulta tan enloquecido y carente de lógica que se tiene constantemente la impresión de haberse perdido algo o haberse vuelto rematadamente idiota. Hay un cierto desprecio hacia el espectador en ese montaje en el que no se encuentran los pies y la cabeza por más que se busquen, y que logra hacerte salir del cine enzarzado en un juego de hipótesis con tu acompañante acerca de si lo que has comprendido se parece en algo a lo que ha comprendido él.
Aunque esta cinta tiene otro efecto secundario, además de la galopante cefalea que provoca: el deseo que despierta en el espectador de ver auténtico cine negro.
FICHA TÉCNICA
Director: Brian de Palma
Género: Thriller. Nacionalidad: USA. Reparto: Fiona Shaw, Josh Hartnett, Mia Kirshner, Aaron Eckhart, Scarlett Johansson, Mike Starr, Hilary Swank, Richard Brake
Estreno: viernes 20 octubre 2006. Duración: 121 minutos.

24 de octubre de 2006

José Cardoso Pires: De Profundis

Sin memoria se desvanece el presente, que simultáneamente es ya pasado muerto... (...) La memoria es indispensable para que se pueda no sólo medir el tiempo, sino también sentirlo.

Libros del Asteroide, 2006

23 de octubre de 2006

Teresa, azul irrepetible


En su mesita de noche, junto a su lecho de muerte, mi abuela Teresa tenía un libro de tapas raídas, maltratadas por el mucho uso, en una edición rústica y barata, que tanto podía ser ibérica de los años 20 como argentina de finales de nuestra guerra civil. Era una novela rosa de ampuloso título: Felipe Derblay o la herrería de Pont Avesnes, de un tal Jorge Ohnet, de cuya ausencia absoluta de noticias deduzco que bien podría ser el seudónimo de un escritor meticuloso que no quería empañar su nombre o su conciencia con alimenticias novelas rosas. El libro en cuestión es la historia de un rico empresario metalúrgico enamorado de una mujer también rica (que no le hace ni caso) quien, a su vez, ama en secreto —en ese secreto inefable y apasionado de la literatura romántica— a un hombre arruinado. Poco más sé de la novela, pero es fácil saber que la guapa y rica terminará sus días con el pobre arruinado, a quien amará también de un modo apasionado e inefable, venciendo cualquier conciencia de clase, y que era precisamente eso lo que tanto gustaba a mi abuela cuando la leía una y otra vez. Las ficciones —sabido es— nos interesan más cuanto más nos implican.
Teresa conocía bien las clases pudientes. Era hija de uno de los hombres más ricos de su ciudad de provincias, cuya fortuna, cosechada en la industria textil, alcanzaba a la familia para tener un servicio populoso, varios coches de caballos y dar a las hijas una educación refinada al gusto de la época. Teresa tenía la piel pálida de las señoritas de buena familia, y unos ojazos de un azul deslumbrante que superaban modas y épocas. Las fotografías, ni siquiera las más antiguas, aquellas en las que se la ve seria y lánguida como correspondía, no le hacen justicia. Teresa era una mujer guapa. Lo fue toda su vida. Tenía ochenta años y algunos de viuda cuando aún la rondaba un pretendiente que vencía la artrosis para proponerle casi a diario una peliculera fuga por mar a América. Sin embargo, Teresa siempre le dio calabazas: ya había consumado todas las fugas de su vida.
Apenas superaba los veinte cuando se enamoró. El elegido, un joven apuesto, mujeriego, tan enamorado como ella y tan bienintencionado como pobre. Se llamaba Claudio. Era el lechero. Cierto vecino o cierta pariente les sirvió de correo cuando ella intuyó la oposición de su familia. Hasta que las palabras no bastaron, o tal vez les sobraban, y se hizo necesario dar un paso más. Entonces Teresa topó con la oposición de los suyos. La leyenda negra de mi bisabuela ha recordado el día en que le rompió a su hija mayor una tableta de chocolate negro en la cara. Qué capricho, retener algo tan nimio, que sucedió en cuestión de segundos hace ochenta años.
Teresa se marchó de casa. Algunos días en casa de una tía de Claudio. Una boda en la intimidad, a la hora de los maitines, sin invitados ni trajes ni azahar. En las fotos se les ve elegantes, circunspectos, con un brillo especial en la mirada. La de mi abuela —no se aprecia— era azul radiante, azul transparente, azul irrepetible. Un azul imposible de retener si no fuera que, de vez en cuando, los genes familiares nos lo devuelven en la tercera generación. Si hubiera querido tener un cuarto hijo, soñaría con que tuviera la mirada nítida y valiente de Teresa.

21 de octubre de 2006

Paul Auster en Oviedo

Esa necesidad de hacer, de crear, de inventar es sin duda un impulso humano fundamental. Pero ¿con qué objeto? ¿Qué sentido tiene el arte, y en particular el arte de narrar, en lo que llamamos mundo real? Ninguno que se me ocurra; al menos desde el punto de vista práctico. Un libro nunca ha alimentado el estómago de un niño hambriento. Un libro nunca ha impedido que la bala penetre en el cuerpo de la víctima. Un libro nunca ha evitado que una bomba caiga sobre civiles inocentes en el fragor de una guerra. Hay quien cree que una apreciación entusiasta del arte puede hacernos realmente mejores: más justos, más decentes, más sensibles, más comprensivos. Y quizá sea cierto; en algunos casos, raros y aislados. Pero no olvidemos que Hitler empezó siendo artista. Los tiranos y dictadores leen novelas. Los asesinos leen literatura en la cárcel. ¿Y quién puede decir que no disfrutan de los libros tanto como el que más?

20 de octubre de 2006

En la Noche del Destino, mi mayor obsesión


¿Cómo y de dónde surgen las historias que nos hacen perder la cabeza?
En un paseo por una ciudad, en la lectura de un libro, en la conversación con un amigo...
A principios del mes de marzo de este año estuve en Mérida. Disfruté de tiempo suficiente para pasear y dejar que me pasearan. Lo expliqué en algún post de aquellos días. Gocé de buena compañía —eso fue fundamental—: la de María del Mar, buena conocedora del mundo romano, quien resultó ser una excelente Cicerone, y también una buena amiga, pese a que no nos conocíamos antes de esa visita mía. La visita al Museo de Arte Romano bajo su tutela resultó emocionante.
A mi vuelta, decidí seguir las pistas de la Iluro romana, seducida por las explicaciones de María del Mar, dejándome llevar por la vieja idea de situar una trama, o parte de ella, en mi ciudad, Mataró, que muy pocas veces ha sido escenario de ficción novelesca. Fue así como miré por primera vez a los ojos de la Venus de Iluro, de quien hablé aquí por primera vez en el post del 12 de marzo. La pieza se conserva en el Museo Comarcal, que jamás visita nadie.
En abril cené con Mónica y le hablé el proyecto. Creo que le gustó aunque apenas le conté nada, porque poco sabía. Mónica es el hada madrina de alguna de mis novelas, pero creo que en esta ocasión no me harán falta sus sortilegios. Aunque nunca se sabe...
Luego ocurrieron cosas: me despisté, trabajé en otros proyectos, pasé una mala racha... En junio, un poco por necesidad de escapar, me fui a Roma, a disfrutar de la compañía de mi querido Óscar, con quien paseé por la ciudad eterna hasta que me salieron ampollas en los pies. También de todo ello hay pistas aquí, en algunos posts de la segunda semana de junio y en varios de los del sedentario agosto, cargados de fotografías.
Todo eso, sin embargo, sólo me sirvió para saber que iba a escribir en algún momento una novela más o menos histórica protagonizada por una adolescente romana. Pensé en una novela breve, de unas 100 páginas, de la que sólo conocía su ubicación espacio-temporal.
Luego llegó el barbecho estival. Un día de julio, no sé cómo ni por qué, supe que mi novela no iba a ser histórica, sino de fantasmas. ¿De fantasmas con historia? Sí, tal vez.
Luego pasó el verano. Vi cosas. Oí voces («los escritores somos personas que oímos voces», dice Sergio Pitol). Imaginé algunas escenas. La novela trabajaba por mí, en mi cabeza, sin saber muy bien cómo. Cobraba forma, como un monstruo que se genera a sí mismo. Un día dejé sorprendido a mi chico contándole quién era la protagonista de aquella novela que seguía en mis pensamientos y cuál era su principal conflicto con el mundo.
Pero, en realidad, nada de todo ello cobró cuerpo hasta hace una semana.
Hace 8 días, exactamente el 11 de octubre, quedé para cenar con mi amigo Francesc en El celler de Macondo, un restaurante colombiano del barrio del Born donde los platos se llaman como los personajes de Gabriel García Márquez. Le conté todo lo que sabía de mi novela. Su entusiasmo hizo crecer el argumento como la espuma, en cuestión de un par de horas. Fue como el milagro de los panes y los peces aplicado a la literatura. Hicimos una apuesta. Era una noche de diluvio. De la mesa de un bar pasamos a una parada de autobús. Hablamos con los pies metidos en un charco. Nuestra apuesta tiene 24 meses de margen. El 11 de octubre de 2008 se verán los resultados.
Llegué a casa emocionada e insomne. Tenía novela nueva entre manos. Y unos deseos de empezar a escribir que me impedían conciliar el sueño.
En la madrugada del martes al miércoles soñé con César Augusto, el emperador romano. Llevaba su toga de magistrado. Me miraba, muy serio y muy guapo, y me decía:
—Déjalo todo. Escribe de una vez mi novela.
Mi novela ya tiene principio y fin. Tiene personajes principales y secundarios. Algunos me tienen sorbido el seso. Tiene algunas escenas maravillosas que crecen en mi cabeza como una obsesión. Tiene narrador. Y tiene título. El lunes tengo una cita con una especialista en escultura del siglo I. Estoy leyendo una monografía sobre la fundación de Barcino. Acabo de recibir Roma eterna, de Robert Silverberg (Minotauro), que de algún modo presiento que me servirá.
Mi novela ya existe. En mi cabeza, por ahora. La siento tan real como si fuera un clásico.
A partir del lunes, lo dejo todo para empezar a escribirla. Me lo ha ordenado Augusto, y no me veo con fuerzas para llevarle la contraria al fundador del Imperio Romano.

19 de octubre de 2006

Habemus portada

Sólo en catalán por el momento, pero estará en librerías a mediados de noviembre.

18 de octubre de 2006

Grandeza de la pequeñez

El trabajo del novelista no es relatar grandes acontecimientos sino hacer que los más pequeños parezcan interesantes

Schopenhauer

17 de octubre de 2006

Leer para ser otro

Una vez existió un hombre que, antes de decantarse por la lectura voraz, vivía consagrado al cuidado de su hacienda y a la caza. No era rico, pero no pasaba hambre. En su hacienda vivían con él otras dos personas, pero no se le conocía mujer, ni siquiera en pretérito indefinido. No nos resulta extraño, porque de su mocedad y madurez no sabemos nada, acaso porque no haya nada que saber. El pobrecillo debió de aburrirse mucho en sus mejores años de tanto ver pasar las estaciones por su lugar de La Mancha. Cuando comenzó a leer tenía recién cumplidos los cincuenta años, esa edad en la que los varones se empeñan en creer que los últimos trenes están por partir.
A partir de ese momento, el señor Quijano, o Quesada o Quijada, adopta una vida nueva. La ficción le trastorna hasta volverle ficticio. Una bacía, un podenco, una moza esquiva y un amigo gordinflón sirven para hacer realidad un sueño. Todo lo demás es silencio. Y, además, no importa.
Desde entonces, todos los lectores ansiamos ser él: el hombre que fue capaz de ser feliz en los libros. También todos los escritores soñamos con un lector como Quesada: entregado, entusiasta, crédulo, noble y soñador. Un llanero solitario de los cuentos, que no atiende a modas, ni consejos ni puñetera falta que le hace. Puede que esté un poco loco, sí. Loco de Literatura, de invención. No lo parece cuando habla como un cuerdo de su pasión por los libros, y proclama ante aquel canónigo que le escucha, y también ante la humanidad, que sin invención, sin Literatura, el mundo no merecerí salvarse. El canónigo se admira de él y de su enciclopédico saber. Y lo hace en voz alta, para que todos sepan que leer produce el efecto secundario de la sabiduría.
Ni Quijote lo sabía. El leyó para dejar de ser él o tal vez para ser otro (no es lo mismo) y para conquistar la ínfima felicidad que proporciona un sueño cuando sabemos que no va a cumplirse.

16 de octubre de 2006

Envidia: por falta de madera o de jardín o de ambas cosas no puedo ser Chéjov

En el jardín mandó construir una caseta de madera, donde se refugiaba a escribir cuando en la casa había demasiada gente o demasiado ruido. En esa caseta escribió la obra de teatro La gaviota.

Antón Chéjov, de Natalia Ginzburg (Acantilado, 2006)

15 de octubre de 2006

Para navegantes


Hace un tiempo le prometí un barco hecho por el gran Adrián a un navegante de este sitio. Hemos tardado unos meses (la voluntad del artista es caprichosa), pero al fin cumplimos la promesa. ¡Que circunnavegues la tierra con él, paciente marinero!

14 de octubre de 2006

La verdad es indivisible

De las novelas de Houellebecq me gusta lo que tantos detestan: sus comentarios políticamente incorrectos acerca de todo (sobre todo, acerca del Islam) y su misoginia indisimulada. En sus novelas, igual que ocurre ahora en esta película de su alma gemela, el director alemán Oskar Roehler, son ensalzadas por su pericia al hacer felaciones o denostadas por la cantidad de celulitis que se les ve cuando se ponen un liguero. Muchas de las historias de amor de Houllebeqc consisten en el hallazgo casi mesiánico de una mujer adicta al sexo por parte de un salido que sólo busca estrategias para llevarse mujeres a la cama a cualquier precio. Cuando los protagonistas de Houllebecq se redimen por amor, ya hemos tenido muchas páginas -y mucho motivos- para despreciarles. Es entonces cuando nos sorprenden con una ternura de la que no les creíamos capaces y también con tanta humanidad que nos deja sin argumentos para seguir odiándoles. Una humanidad imperfecta, cargada de vicios y defectos, claro, que no hace más que hablar de la verdad. La verdad -incómoda- de todos nosotros. Y es que, como afirma un personaje de esta película: "La verdad es como las partículas elementales: indivisible". Claro que todo ello contado con menos inteligencia de la que Houllebecq desparrama en sus libros, todo lko dicho resultaría insoportable.
Esta película, rodada por un director alemán que confiesa haber deseado escribir el libro del francés desde que terminó de leerlo, también es inteligente y misógina, también está repleta de personajes trememente humanos, y de verdades incómodas. En realidad, habla de la vida descarnada, abocada al fracaso y la soledad, de cualquiera que respire, y, sobre todo, habla de cómo se sobrevive al aguacero, de cómo hacer para continuar aquí pese a todo. En realidad, la película nos habla de distintos métodos para sobreponerse a la existencia: el escapismo ingenuo de la hippie Jane (Nina Ross), la madre de los dos protagonistas; el celibato y la pasión por las matemáticas del superdotado Michael (Christian Ulmen); o la lujuria desenfrenada del personaje más complejo de cuantos deambulan por esta historia: Bruno, encarnado magníficamente por Moritz Bleibtreu (recordado por unos pocos por El experimento, cinta inquietante que apenas se vio en España, y por muchos gracias a Munich. Su interpretación aquí le ha valido el Oso de Plata del reciente Festival de Berlín.) En el reparto conviven, además, otros interesantes nombres del cine alemán.
Los asuntos-Houllebeqc asoman por todos sitios: la clonación (tratada con más profundidad en Posibilidad de una isla, su última novela) o la búsqueda de la felicidad que cada uno necesita, aunque a los demás no le agrade (también tratada en Plataforma). Lo cual no significa que ésta sea una cinta sólo para houllebecquianos, sino que puede ser una buena puerta al universo de un autor francés vivo, joven y sumamente interesante. Para los más curiosos: fijaos en una de las escenas de bar, donde el propio autor aparece unos minutos bebiendo con los protagonistas. Los amantes de la comedia disfrutarán con las escenas de Bleibtreu recién llegado al campamento hippie. Los amantes de las historias bien trazadas y poco convencionales, tal vez la añadan a su lista de películas favoritas.
Lo que no veo tan claro es lo que afirma el productor: "Las mujeres se interesarán (más que los hombres) por esta película. (...) Las mujeres se sienten más atraídas por las historias complicadas; los hombres prefieren las cosas simples."
No sé. Además de mí misma, no conozco muchas mujeres adictas a las historias de Michel Houellebecq.
Por cierto, ¿tendrá algo que ver con la misoginia del autor que ambas protagonistas femeninas terminen fatal?

FICHA TÉCNICA

LAS PARTÍCULAS ELEMENTALES (Elementarteilchen)
Dirección: Oskar Roehler. País: Alemania. Año: 2006. Duración: 113 min. Género: Drama. Interpretación: Moritz Bleibtreu (Bruno), Christian Ulmer (Michael), Martina Gedeck (Christiane), Franka Potente (Annabelle), Nina Hoss (Jane), Uwe Ochsenknecht (padre de Bruno), Corinna Harfouch (Dra. Schäfer), Michael Gwisdek (profesor Fleißer), Herbert Knaup (Sollers), Jasmin Tabatabai (Yogini). Guión: Oskar Roehler; basado en la novela "Las partículas elementales" de Michel Houellebecq. Producción: Bernd Eichinger y Oliver Berben. Música: Martin Todsharow. Fotografía: Carl-Friedrich Koschnik. Montaje: Peter R. Adam. Dirección artística: Ingrid Henn. Vestuario: Esther Walz. Estreno en Alemania: 23 Febrero 2006. Estreno en España: 6 Octubre 2006.


13 de octubre de 2006

Monstruos y decisiones

Hace años que Guillermo del Toro tenía en la cabeza la historia de una mujer embarazada que llega a una casa victoriana donde conoce a un fauno, y éste le ofrece la posibilidad de entrar en su mundo a cambio de entregarle a su bebé. De aquella historia y también de El espinazo del diablo, ambientada en la Guerra Civil española, sacó el director de Guadalajara (México) la simiente de esta nueva cinta, una incursión en la fantasía de los cuentos de hadas que deja en pañales a Shyamalan, cuyo último trabajo discurre por derroteros muy similares.
La historia se sitúa en 1944, un año apropiado, ha dicho el director, para hablar de "monstruos y decisiones". El monstruo, en este caso, es el personaje del Capitán (Sergi López) un veterano del ejército nacional que aún persigue republicanos por los bosques. Los que deben elegir -pero no pueden hacerlo- son todos aquellos a los que el terror atenaza. Sobre todo, Mercedes, el personaje de una magnífica, mejor que nunca, Maribel Verdú. Y también el doctor (Álex Angulo), Carmen (Ariadna Gil) pero, sobre todo, Ofelia, la niña, la protagonista, (Ivana Baquero), la única que de verdad podrá escoger y hasta será capaz de escapar, merced a su inocencia y después de pagar un alto precio por ello.
La historia es sencilla: en medio del terror, de la crueldad sin límites del monstruo (que tiene la cara del franquismo, pero podía haber tenido otras, como todos sabemos) sólo la ficción es capaz de salvarnos. Es una salvación falsa, pero es la única que existe. O, más allá: cuando la realidad nos acosa y se hace irrespirable, las salvaciones falsas son lo único que tenemos.
La película podría subtitularse: "¿Para qué sirve la ficción?". La respuesta sería: para, una vez aprendidas unas sencillas reglas, encontrar un abrigo seguro.
Algunas claves de esta película, para quienes aún no la hayáis visto: una crueldad extrema en el tratamiento de las escenas realistas, un desbordante mundo fantástico en el personaje del fauno y algunas escenas inolvidables, como la de la aparición de la inquietante criatura subterránea que vive sin ojos frente a una mesa dispuesta para el banquete.
Los símbolos son también fundamentales: el laberinto, la princesa, la inocencia, la sangre y la muerte. Nada nuevo.


FICHA TÉCNICA

Título: El laberinto del fauno. Género: Fantástico. Nacionalidad: España/ Mexico/ EE.UU.
Director: Guillermo del Toro. Calificación: Mayores de 18 años. Año de Producción: 2006 Duración: 112 min. Idioma: Castellano Estreno: 11 de octubre 2006