M. Night Shyamalan, seudónimo de Manoj Nelliyattu Shyamalan, nació el 6 de agosto de 1970 —qué buena cosecha, la de ese año— en India, pero se trasladó de muy pequeño a Philadelphia, Estados Unidos, con sus padres, ambos médicos de profesión. Estudió cine en la Tisch School os Arts de New York y en 1999, después de algunos cortos y un par de largometrajes jamás estrenados en España, tiene la desgracia de seducir al mundo entero con El sexto sentido, una película que le catapulta tanto como le estigmatiza.
Desde entonces, se ha esperado tanto de él que se ha vapuleado sistemáticamente, sobre todo en Estados Unidos, donde ya ha dicho que su cine no es comprendido y ha amenazado con trasladarse a Europa. Ni El protegido (2000), ni Señales (2002), ni El bosque (2004) (de entre todas, mi favorita es esta última) se libraron del varapalo. Ahora le toca el turno a Lady in The Water (La joven del agua) que se estrenó en España el viernes y que ha llegado con un acompañamiento bastante sabroso de malas críticas.
La historia tiene que ver con los cuentos de hadas: una narf, o ninfa de las aguas, vive bajo la piscina de una comunidad de vecinos de lo más curiosa, y de algún modo "capitaneada" por un cuidador (Paul Giamatti, de Entre copas) que es el típico protagonista de pasado horroroso y vida hecha pedazos, pero que permanece entero hasta que se derrumba. La narf (Bryce Dallas Howard) es una criatura enclenque y delgaducha que se pasa casi toda la película muerta de miedo en una bañera (y se le va aclarando el pelo sin que sepamos por qué, ¿acaso se diluye?). Y los vecinos, un equipo de raras avis entre los que no faltan un grupúsculo de fumatas, una china pizpireta, un niño clarividente o un crítico de cine presuntuoso que acaba —era de esperar, pero es divertido, incluso aunque la escena no esté muy lograda— en las mismas fauces del bicho malo de la trama, una cosa con aspecto de lobo y piel de hierba que gruñe todo el tiempo.
La anécdota del filme se resume pronto: todos ellos, por distintos que sean, se aúnan para hacer una buena obra conjunta: devolver a la narf, amenazada por el monstruo, a su mundo. Y lo hacen, faltaría más. A pesar de las grandes dosis de fe en lo increíble que requiere tal acción y a pesar de los sustos que les propina el bicho feo que pulula por su jardín. Y tal comunión entre ellos no es un detalle irrelevante en la película.
Desde entonces, se ha esperado tanto de él que se ha vapuleado sistemáticamente, sobre todo en Estados Unidos, donde ya ha dicho que su cine no es comprendido y ha amenazado con trasladarse a Europa. Ni El protegido (2000), ni Señales (2002), ni El bosque (2004) (de entre todas, mi favorita es esta última) se libraron del varapalo. Ahora le toca el turno a Lady in The Water (La joven del agua) que se estrenó en España el viernes y que ha llegado con un acompañamiento bastante sabroso de malas críticas.
La historia tiene que ver con los cuentos de hadas: una narf, o ninfa de las aguas, vive bajo la piscina de una comunidad de vecinos de lo más curiosa, y de algún modo "capitaneada" por un cuidador (Paul Giamatti, de Entre copas) que es el típico protagonista de pasado horroroso y vida hecha pedazos, pero que permanece entero hasta que se derrumba. La narf (Bryce Dallas Howard) es una criatura enclenque y delgaducha que se pasa casi toda la película muerta de miedo en una bañera (y se le va aclarando el pelo sin que sepamos por qué, ¿acaso se diluye?). Y los vecinos, un equipo de raras avis entre los que no faltan un grupúsculo de fumatas, una china pizpireta, un niño clarividente o un crítico de cine presuntuoso que acaba —era de esperar, pero es divertido, incluso aunque la escena no esté muy lograda— en las mismas fauces del bicho malo de la trama, una cosa con aspecto de lobo y piel de hierba que gruñe todo el tiempo.
La anécdota del filme se resume pronto: todos ellos, por distintos que sean, se aúnan para hacer una buena obra conjunta: devolver a la narf, amenazada por el monstruo, a su mundo. Y lo hacen, faltaría más. A pesar de las grandes dosis de fe en lo increíble que requiere tal acción y a pesar de los sustos que les propina el bicho feo que pulula por su jardín. Y tal comunión entre ellos no es un detalle irrelevante en la película.
De pureza y otras hierbas
Ya sabemos que una de las obsesiones de Shyamalan es la pureza del alma humana. Los niños, los seres inocentes, tienen una enorme relevancia en la trama. También en ésta, en que el peso del conflicto acaba recayendo en un niño que no tendrá más de siete años. Más o menos lo mismo que pasó en sus películas anteriores. También la narf es la encarnación misma de la inocencia: su único cometido es encontrar a un escritor que está terminando «una obra importante». Importante porque cambiará el mundo. Debe decírselo, pero su mensaje no es sólo agradable: también esconde una parte tétrica. Como si Shyamalan nos dijera que la vida, incluso la mejor, viene aliñada con los peores ingredientes. El personaje del escritor, por cierto, es el mismo realizador, que en esta ocasión se ha otorgado, no una aparición fugaz, sino todo un papel. Y de los importantes, porque se supone que a él le corresponde cambiar el mundo a través del libro que está escribiendo y de su influencia en aquellos que lo lean. Un mensaje, este del mesianismo del arte, de la redención y la salvación por la literatura, que me parece de lo más hermoso de la película, aunque no deje de ser cándido.
Pero lo que más interesante me parece de esta película, más que lo que nos cuenta, es lo que sólo nos apunta. Al margen de que la cinta sea un desfile de personajes divertidos —entre los que destaca Giamatti, que está sencillamente sensacional—, creo que Shyamalan deja caer algunos bombazos ideológicos: la necesidad de conservar los ideales, de creer en algo que trascienda la realidad, de aunarse en lo difícil por increíble que parezca, de conservar la inocencia, de plantar cara al enemigo por fiero que resulte o de creer en la redención del mundo de parte de los pequeños hombres. Y si a eso le sumamos que TODAS las escenas de televisión que aparecen en la película pertenecen a retransmisiones de la Guerra de Irak o a que el destinatario del libro del escritor será, ni más ni menos, que el futuro presidente de los Estados Unidos, la cosa se convierte en una crítica feroz contra la administración Bush, a quien por cierto, no es tan descabellado imaginar tras los ojos rojos del bicho feo.
En defitiva: la historia es de una candidez casi estúpida. Pero los mimbres con que se construye demuestran la inteligencia de su artífice. ¿Batiburrillo? ¿Desorden argumental? Puede ser. Seguro que cuando Shyamalan concentre un poco más su mala leche y deje de dirigirla hacia tantos frentes a la vez, ganará intensidad. Cuando elija una o dos de sus obsesiones y se dedique a ellas en exclusiva, hará una obra maestra.
FICHA TÉCNICA:
Título original: Lady in the water. Dirección y guión: M. Night Shyamalan. País: USA. Año: 2006. Duración: 110 min. Género: Thriller fantástico, drama. Interpretación: Paul Giamatti (Cleveland Heep), Bryce Dallas Howard (Story), Bob Balaban (Harry Farber), Jeffrey Wright (Sr. Dury), Sarita Choudhury (Anna), Freddy Rodríguez (Reggie), Bill Irwin (Sr. Leeds), Jared Harris, Mary Beth Hurt (Sra. Bell), Noah Gray-Cabey (Joey). Distribuidora: Warner Sogefilms.
4 comentarios:
Veo que tu amigo César y tú no compartís opinión sobre esta película...
Qué va; yo creo que básicamente estamos de acuerdo.
El anónimo de arriba soy yo...
¿Que se vean imágenes de la guerra es una crítica de la misma? Es posible que sea el motivo, pero no veo lógica. ¿Y si en una película toda la música es de Bach?
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