31 de agosto de 2006

San Blog

¿Pensábais, alguno, que hoy era San Ramón Nonato?
Pues no. O sí. Pero además es el BlogDay, aquel en el que, de toda la vida, quienes tenemos un blog en cualquier parte del mundo, lo celebramos con nuestros visitantes.
¿Y de qué modo? Pues recomendando, por encomienda de otro vicioso de esto, 5 blogs más. A mí el encargo me ha llegado de Ramon Bassas. Me pide que hable, aquí y ahora, de cinco blogs que me parezcan originales / interesantes / me gusten.
Yo he optado, no por recomendar los blogs que más visito, ni siquiera aquellos que más me gustan (puesto que ambos están aquí mismo, en la lista de la derecha y si no cumplieran ninguno de los anteriores requisitos no estarían) sino algunos de amigos de amigos, a los que he llegado alguna vez saltando por la red, entre los cuales he encontrado en más de una ocasión lugares que me gustaría añadir a mis favoritos. Pero no lo he hecho. Ajá. Por eso puedo recomendarlos hoy.
Son éstos, y van por vosotros y por todos los demás:
Kaputt.it, un colectivo literario que se presenta de este modo: «Kaputt es caída, estado terminal, fin, kaputt. Kaputt es el equilibrio interior, posterior, el equilibrio en sí mismo, el equilibrio en estaro puro, el equilibrio después del desequilibrio, porque cuando algo ya cayó, no desconoce la imposibilidad de volver a caer. A no ser que cometa la torpeza de insistir en levantarse. Kaputt es equilibrio desequilibrado, el me caigo y me levanto, la vida y la muerte y después, kaputt»
—No sé ni cómo definir Yujuuuuuuuu. Imaginativo, inteligente, impactante y precioso. Mirad hoy, qué fotos de mandarinas. No tengo ni idea de quién lo hace, pero está muy bien. Entrad, entrad.
—El del escritor peruano Edmundo Paz Soldán, cuya obra literaria también os recomiendo.
Guerra y Paz, un lugar de periodismo y reflexión sobre la actualidad donde, sobre todo, se habla de política, a veces con inusual sentido del humor y siempre con sentido.
—Y el último. Ese si va a ser de los de siempre, pero es que estamos a punto de llegar a las 100 entradas y creo que es un modo de celebrarlo. Pues claro: lo que hacemos a fuerza de leer los pintureros cincuenta de La Tormenta en un Vaso. Creo que nos sale bien, qué carajo.

Ahora sólo me queda pasarle la patata caliente, digo, el encargo a otros tres. Ahí van:

Que os vaya bonito, navegantes.

30 de agosto de 2006

El punto de vista de la medusa


Quienes nos dedicamos a explicar historias sabemos la importancia que tiene eso que los teóricos de la literatura llaman "focalización". Formularse a su debido tiempo —y siempre antes de empezar a escribir— la pregunta fundamental: «¿Quién cuenta la historia?». Sin necesidad de mayores detalles, sólo diré que un mismo relato varía diametralmente dependiendo de quién lo explique.
Tomemos como ejemplo la plaga de medusas que se viene sufriendo año tras año en el litoral mediterráneo. En un periódico andaluz que he podido consultar sin salir de Internet la definen como «la plaga moderna de las playas». Al leer las noticias relacionadas cualquiera lo podría llegar a pensar: en una playa de Málaga la Cruz Roja atendió en un solo día del verano pasado a 161 bañistas con picaduras de medusa. En Ceuta, el mismo fía, fueron 274. En tres pueblitos de la provincia de Granada y en sólo un fin de semana hubo 900 afectados. El mismo litoral ostenta otro récord: ante la playa de Torrenueva apareció —«para gran sorpresa de los bañistas», según leo en la versión on line del rotativo local— una medusa de 20 quilos de peso y 60 centímetros de diámetro. Coño, sí que debieron de sorprenderse los bañistas, sí, al ver emeger a semejante cosa de sus aguas. La lucha parece que fue encarnizada, según infoma el diario: después de que el monstruo picase a 48 personas, las autoridades locales lo retiraron y se lo llevaron a un laboratorio —no se especifica cuál— para extraerle «diversas muestras» de tejidos (no se nos dice con qué fin, aunque no descarto la venganza). Aclaro que todas esas cosas pueden llevarse a término sin mayores sobresaltos porque las medusas que flotan en nuestro litoal son consideradas «residuos sólidos» y no «especies protegidas» por nuestras autoridades costeras.
Imaginemos ahora la misma historia pero contada por la medusa, ese bichito de la familia de los cnidarios que se alimenta de plancton y sirve de alimento a especies como la provecta tortuga, el simpático delfín, ciertos tipos de aves o los japoneses —que las sirven en sopa o como acompañamiento de ciertos platos— y que sólo una vez al año, cuando la subida de las temperaturas les hace imposible conseguir alimento en su medio natural, a varias decenas de quilómetros del litoral, se acercan a nuestras cosas con la justa intención de alimentarse. Para defenderse de sus depredadores, que son múltiples, las medusas utilizan estas células urticantes de donde proviene su nombre (cnida, ortiga en griego) pero no todas lo hacen igual. Quiero decir que, como ocurre en tantas otras especies, aquí también pagan justos por pecadores. La culpa de todo, obviamente, la tiene el calentamiento del planeta, como siempre. Son en eso parecidas las medusas a aquellos alienígenas tan feos de Independence Day: sólo querían comer, ¡pero no hacían más que tropezar con la incomprensión de sus víctimas!
¿Y qué encuentran al llegar de su largo viaje las desdichadas medusas? Un montón de mamíferos desnudos e incapaces de sobrevivir en el agua que invaden por puro placer su último reducto de supervivencia. Son una plaga: los hay de todos los tamaños, se reproducen sin parar, lo destruyen todo y se adaptan a cualquier adversidad, incluidas sus picaduras. Además, se trata de una especie sin piedad que retira a las medusas del agua y las humilla en un laboratorio mientras las corta en pedazos hasta dejarlas morir.
Glups.
El año que viene las medusas que llegarán a nuestras costas serán miles, miríadas, una invasión. Las víctimas humanas se contarán por miles y los hospitales se colapsarán, el PP echará la culpa al Gobierno, Sanidad abrirá una comisión de investigación, un voluntario anónimo de la Cruz Roja se convertirá en un héroe y Oliver Stone hará de su vida una película.
Yo, mientras tanto, sólo me preocupo de aprender a preparar la sopa de medusa. Es más práctico comerse al enemigo que intentar comprenderlo, ¿no creen?
P.S. Desolación: en toda la Red, no consigo dar con la maldita receta de los japoneses.

29 de agosto de 2006

28 de agosto de 2006

Más que un cuento de hadas

M. Night Shyamalan, seudónimo de Manoj Nelliyattu Shyamalan, nació el 6 de agosto de 1970 —qué buena cosecha, la de ese año— en India, pero se trasladó de muy pequeño a Philadelphia, Estados Unidos, con sus padres, ambos médicos de profesión. Estudió cine en la Tisch School os Arts de New York y en 1999, después de algunos cortos y un par de largometrajes jamás estrenados en España, tiene la desgracia de seducir al mundo entero con El sexto sentido, una película que le catapulta tanto como le estigmatiza.
Desde entonces, se ha esperado tanto de él que se ha vapuleado sistemáticamente, sobre todo en Estados Unidos, donde ya ha dicho que su cine no es comprendido y ha amenazado con trasladarse a Europa. Ni El protegido (2000), ni Señales (2002), ni El bosque (2004) (de entre todas, mi favorita es esta última) se libraron del varapalo. Ahora le toca el turno a Lady in The Water (La joven del agua) que se estrenó en España el viernes y que ha llegado con un acompañamiento bastante sabroso de malas críticas.
La historia tiene que ver con los cuentos de hadas: una narf, o ninfa de las aguas, vive bajo la piscina de una comunidad de vecinos de lo más curiosa, y de algún modo "capitaneada" por un cuidador (Paul Giamatti, de Entre copas) que es el típico protagonista de pasado horroroso y vida hecha pedazos, pero que permanece entero hasta que se derrumba. La narf (Bryce Dallas Howard) es una criatura enclenque y delgaducha que se pasa casi toda la película muerta de miedo en una bañera (y se le va aclarando el pelo sin que sepamos por qué, ¿acaso se diluye?). Y los vecinos, un equipo de raras avis entre los que no faltan un grupúsculo de fumatas, una china pizpireta, un niño clarividente o un crítico de cine presuntuoso que acaba —era de esperar, pero es divertido, incluso aunque la escena no esté muy lograda— en las mismas fauces del bicho malo de la trama, una cosa con aspecto de lobo y piel de hierba que gruñe todo el tiempo.
La anécdota del filme se resume pronto: todos ellos, por distintos que sean, se aúnan para hacer una buena obra conjunta: devolver a la narf, amenazada por el monstruo, a su mundo. Y lo hacen, faltaría más. A pesar de las grandes dosis de fe en lo increíble que requiere tal acción y a pesar de los sustos que les propina el bicho feo que pulula por su jardín. Y tal comunión entre ellos no es un detalle irrelevante en la película.
De pureza y otras hierbas
Ya sabemos que una de las obsesiones de Shyamalan es la pureza del alma humana. Los niños, los seres inocentes, tienen una enorme relevancia en la trama. También en ésta, en que el peso del conflicto acaba recayendo en un niño que no tendrá más de siete años. Más o menos lo mismo que pasó en sus películas anteriores. También la narf es la encarnación misma de la inocencia: su único cometido es encontrar a un escritor que está terminando «una obra importante». Importante porque cambiará el mundo. Debe decírselo, pero su mensaje no es sólo agradable: también esconde una parte tétrica. Como si Shyamalan nos dijera que la vida, incluso la mejor, viene aliñada con los peores ingredientes. El personaje del escritor, por cierto, es el mismo realizador, que en esta ocasión se ha otorgado, no una aparición fugaz, sino todo un papel. Y de los importantes, porque se supone que a él le corresponde cambiar el mundo a través del libro que está escribiendo y de su influencia en aquellos que lo lean. Un mensaje, este del mesianismo del arte, de la redención y la salvación por la literatura, que me parece de lo más hermoso de la película, aunque no deje de ser cándido.
Pero lo que más interesante me parece de esta película, más que lo que nos cuenta, es lo que sólo nos apunta. Al margen de que la cinta sea un desfile de personajes divertidos —entre los que destaca Giamatti, que está sencillamente sensacional—, creo que Shyamalan deja caer algunos bombazos ideológicos: la necesidad de conservar los ideales, de creer en algo que trascienda la realidad, de aunarse en lo difícil por increíble que parezca, de conservar la inocencia, de plantar cara al enemigo por fiero que resulte o de creer en la redención del mundo de parte de los pequeños hombres. Y si a eso le sumamos que TODAS las escenas de televisión que aparecen en la película pertenecen a retransmisiones de la Guerra de Irak o a que el destinatario del libro del escritor será, ni más ni menos, que el futuro presidente de los Estados Unidos, la cosa se convierte en una crítica feroz contra la administración Bush, a quien por cierto, no es tan descabellado imaginar tras los ojos rojos del bicho feo.
En defitiva: la historia es de una candidez casi estúpida. Pero los mimbres con que se construye demuestran la inteligencia de su artífice. ¿Batiburrillo? ¿Desorden argumental? Puede ser. Seguro que cuando Shyamalan concentre un poco más su mala leche y deje de dirigirla hacia tantos frentes a la vez, ganará intensidad. Cuando elija una o dos de sus obsesiones y se dedique a ellas en exclusiva, hará una obra maestra.
FICHA TÉCNICA:
Título original: Lady in the water. Dirección y guión: M. Night Shyamalan. País: USA. Año: 2006. Duración: 110 min. Género: Thriller fantástico, drama. Interpretación: Paul Giamatti (Cleveland Heep), Bryce Dallas Howard (Story), Bob Balaban (Harry Farber), Jeffrey Wright (Sr. Dury), Sarita Choudhury (Anna), Freddy Rodríguez (Reggie), Bill Irwin (Sr. Leeds), Jared Harris, Mary Beth Hurt (Sra. Bell), Noah Gray-Cabey (Joey). Distribuidora: Warner Sogefilms.

25 de agosto de 2006

Hollywood: Universal Studios


24 de agosto de 2006

Dos que valen por diez, al precio de uno

Hoy promociono Corte y confección, el blog de Gabriel Báñez, escritor argentino a quien (aún) no conozco. No sé de dónde me sacó él a mí, pero me alegro de que haya aparecido por mi correo prometiendo (en referencia al blog) cosas como ésta:

Prometo textos, recortes y entregas fuera de tiempo. Narrativa chingada, pespuntes sueltos. Prometo publicaciones agotadas y sucios secretos de mi vida y de la de los demás. Aclaro que tal vez, en su mayoría, estas promesas sean falsas.

La segunda invitación es más sensorial. Una buena amiga, a quien respeto el anonimato, ha abierto un fotolog gastronómico bajo el sugerente nombre de Esqueixada que también podría llamarse como aquel fantástico libro de Josep Pla, Lo que hemos comido. Un plato cada día, en imágenes. No me está bien decirlo, pero alguna de esas pintureras creaciones salió de mis fogones.

Ambos quedan oficialmente añadidos a la lista de lugares visitables desde aquí. Salud.

23 de agosto de 2006

Roma: Foro

22 de agosto de 2006

Unidos en las gilipolleces

Los seres humanos tenemos afán acumulativo. Parece que nos viene de cuando viviamos en la Sabana y aprovechábamos los buenos tiempos para llenar la despensa. Actualmente sólo acumulamos cosas inútiles. Si además de inútiles, son cosas inocuas, le llamamos coleccionismo. Hay gente capaz de coleccionar cualquier cosa. Sé de un señor andaluz que colecciona esqueletos montados por él mismo. Los tiene de pollo y de pantera, que ya son ganas.
El objeto de estas líneas de hoy es otro señor coleccionista. Se llamaba Ljeposlav Perinic, era de origen croata pero argentino de adopción y este año hubiera cumplido 84 castañas. Dedicó su vida entera a remitir cartas a los dignatarios de todo el mundo solicitando que le enviasen una muñeca vestida con el traje típico de sus respectivos países. De ese modo reunió 400, las mismas que hoy, gracias a su generosa donación, pueden contemplarse en un museo de Zagreb, la capital de Croacia, a donde han llegado después de un peregrinaje por 60 naciones.
Uno de los rasgos más curiosos de la colección del señor Perinic es su lista de proveedores. Jamás me había imaginado, por ejemplo, al mismísimo Francisco Franco preocupándose por satisfacer tan delicada petición. Lo hizo en el año 65 y envió dos muñecas. No tengo datos, sin embargo, del atuendo que el dictador consideraría como típico español. ¿Una con pañoleta gallega y otra con lunares andaluces? Podría ser, aunque el traje regional único no debió ser cosa fácil de decidir ni siquiera en la «grande» y «libre» España de entonces.
Fuera como fuere, en el 96 la reina Sofia le reminitió otra que tal vez nos represente mejor. O puede que no, porque también Jordi Pujol y Manuel Fraga aportaron a la colección del señor Perinic sus respectivos granitos de arena. Pujol —quien figura en la imperdible lista de proveedores en calidad de «Gobernador de Cataluña»— le envió nada menos que tres. Así, pues, catalanes de la nueva era estatutaria: no os desveléis. En la colecciónde Perinic, somos tanto como España (por lo menos en número). Ah, y los andorranos también pueden respirar tranquilos. En 2004, Marc Forné también envió su muñeca típica.
De hecho, terminaríamos antes dejando constancia de aquellos que jamás le enviaron al coleccionista una muñeca. Isabel II, la reina de Inglaterra es uno de ellos, que no lo hizo argumentando que ella «jamás envía regalos a personas a quienes no conoce». Qué antipática. Algun dirigente africano respondió diciendo, sencillamente, que en su país no tenían muñecas. No me consta que el señor Perinic le solicitara nada a Sadam Husein, aunque lo coherente habría sido mandar una con su tradicional burka. Y si hay entre los navegantes alguno a quien le cueste trabajo imaginar a un hombre sanguinario enviando muñequitas al otro lado del mundo, les confesaré que a mí me ocurría lo mismo hasta que leí la famosa lista, donde nuestro imponderable Generalísimo figura junto a Videla, Pinochet, algún nazi con pedigrí, el austríaco Kurt Waldheim, golpistas proestadounidenses, el paraguayo Alfredo Stroessner o el peruano Juan Velasco Alvarado; primeras damas tan férreas como Imelda Marcos, o comunistas fundacionales, como Mao Tse Tung. No falta la realeza: Grace Kelly, Hassan II de Marruecos, Hussein de Jordania, Farah Diva de cuando Iran era Persia, Abdul Aziz de Arabia Saudita. Ni siquiera echamos de menos a un papa, Pablo VI, ni tampoco —qué exotismo— al Dalai Lama (¿cómo sería su muñeca?).
¿No es hermoso que aún existan cosas en el mundo capaces de enternecer al mismo tiempo a orientales y occidentales, víctimas y verdugos, triunfadores y aquellos a quienes trituraron en su camino, blancos, negros y amarillos? Aunque sea una gilipollez, por lo menos es una gilipollez agradable.
Las muñecas de Perinic parecen decirnos desde detrás del cristal de sus expositores: «Uníos en las gilipolleces, ya que en lo importante no sois capaces.»

21 de agosto de 2006

Turégano, Segovia: Ángeles





20 de agosto de 2006

Turégano, Segovia: Ángel caído




19 de agosto de 2006

En eso estamos, compañero

El esfuerzo de olvidar corre parejo con el de vivir

(Martin Amis)

18 de agosto de 2006

Horizontes, horizontales (II)



Anterior

17 de agosto de 2006

La dieta del ser humano (microcuento)

El Olvido se llamaba el restaurante. Ella fue frugal. Él, carnívoro.
En el bar ruidoso que siguió, ambos mostraron al otro su natural depredador.
Ya con la despedida pintada en los labios, él buscó como de costumbre bajo su falda. Ella separó las piernas y cerró los ojos. El ritual de siempre: intenciones carnívoras, desenlaces frugales. Luego se despidieron de nuevo hasta la vista.
«La próxima vez, elegiré otro plato», se dijo ella al alcanzar la cama.
«La próxima vez, elegiré otro restaurante», pensó él mientras se masturbaba en la ducha.

16 de agosto de 2006

Roma: Ángeles



15 de agosto de 2006

Verdades acerca de la raza humana

—El espíritu, cuanto más fino, menos soporta la reiteración.
—Don Juan soporta a las mujeres en los efímeros y espléndidos momentos del amor físico. Antes y después no las aguanta.
—A todas las amantes de don Juan les halaga tener antecesoras en el lecho, pero ninguna soporta tener sucesoras.
De Doce variaciones sobre don Juan Tenorio
Marco Denevi (Falsificaciones, Thule, 2006)

14 de agosto de 2006

Horizontes, horizontales