El Olvido se llamaba el restaurante. Ella fue frugal. Él, carnívoro.
En el bar ruidoso que siguió, ambos mostraron al otro su natural depredador.
Ya con la despedida pintada en los labios, él buscó como de costumbre bajo su falda. Ella separó las piernas y cerró los ojos. El ritual de siempre: intenciones carnívoras, desenlaces frugales. Luego se despidieron de nuevo hasta la vista.
«La próxima vez, elegiré otro plato», se dijo ella al alcanzar la cama.
«La próxima vez, elegiré otro restaurante», pensó él mientras se masturbaba en la ducha.
En el bar ruidoso que siguió, ambos mostraron al otro su natural depredador.
Ya con la despedida pintada en los labios, él buscó como de costumbre bajo su falda. Ella separó las piernas y cerró los ojos. El ritual de siempre: intenciones carnívoras, desenlaces frugales. Luego se despidieron de nuevo hasta la vista.
«La próxima vez, elegiré otro plato», se dijo ella al alcanzar la cama.
«La próxima vez, elegiré otro restaurante», pensó él mientras se masturbaba en la ducha.
4 comentarios:
¿Microcuento o microguarrada?
Microcuento, anónimo. Las guarradas, bien grandes, por favor.
Umh...¿microguarrada? ¿Desde cuando ese puritanismo en literatura?...Pues a mi me ha gustado el cuento, Care.
Un besito:-)
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