Los seres humanos tenemos afán acumulativo. Parece que nos viene de cuando viviamos en la Sabana y aprovechábamos los buenos tiempos para llenar la despensa. Actualmente sólo acumulamos cosas inútiles. Si además de inútiles, son cosas inocuas, le llamamos coleccionismo. Hay gente capaz de coleccionar cualquier cosa. Sé de un señor andaluz que colecciona esqueletos montados por él mismo. Los tiene de pollo y de pantera, que ya son ganas.
El objeto de estas líneas de hoy es otro señor coleccionista. Se llamaba Ljeposlav Perinic, era de origen croata pero argentino de adopción y este año hubiera cumplido 84 castañas. Dedicó su vida entera a remitir cartas a los dignatarios de todo el mundo solicitando que le enviasen una muñeca vestida con el traje típico de sus respectivos países. De ese modo reunió 400, las mismas que hoy, gracias a su generosa donación, pueden contemplarse en un museo de Zagreb, la capital de Croacia, a donde han llegado después de un peregrinaje por 60 naciones.
El objeto de estas líneas de hoy es otro señor coleccionista. Se llamaba Ljeposlav Perinic, era de origen croata pero argentino de adopción y este año hubiera cumplido 84 castañas. Dedicó su vida entera a remitir cartas a los dignatarios de todo el mundo solicitando que le enviasen una muñeca vestida con el traje típico de sus respectivos países. De ese modo reunió 400, las mismas que hoy, gracias a su generosa donación, pueden contemplarse en un museo de Zagreb, la capital de Croacia, a donde han llegado después de un peregrinaje por 60 naciones.
Uno de los rasgos más curiosos de la colección del señor Perinic es su lista de proveedores. Jamás me había imaginado, por ejemplo, al mismísimo Francisco Franco preocupándose por satisfacer tan delicada petición. Lo hizo en el año 65 y envió dos muñecas. No tengo datos, sin embargo, del atuendo que el dictador consideraría como típico español. ¿Una con pañoleta gallega y otra con lunares andaluces? Podría ser, aunque el traje regional único no debió ser cosa fácil de decidir ni siquiera en la «grande» y «libre» España de entonces.
Fuera como fuere, en el 96 la reina Sofia le reminitió otra que tal vez nos represente mejor. O puede que no, porque también Jordi Pujol y Manuel Fraga aportaron a la colección del señor Perinic sus respectivos granitos de arena. Pujol —quien figura en la imperdible lista de proveedores en calidad de «Gobernador de Cataluña»— le envió nada menos que tres. Así, pues, catalanes de la nueva era estatutaria: no os desveléis. En la colecciónde Perinic, somos tanto como España (por lo menos en número). Ah, y los andorranos también pueden respirar tranquilos. En 2004, Marc Forné también envió su muñeca típica.
De hecho, terminaríamos antes dejando constancia de aquellos que jamás le enviaron al coleccionista una muñeca. Isabel II, la reina de Inglaterra es uno de ellos, que no lo hizo argumentando que ella «jamás envía regalos a personas a quienes no conoce». Qué antipática. Algun dirigente africano respondió diciendo, sencillamente, que en su país no tenían muñecas. No me consta que el señor Perinic le solicitara nada a Sadam Husein, aunque lo coherente habría sido mandar una con su tradicional burka. Y si hay entre los navegantes alguno a quien le cueste trabajo imaginar a un hombre sanguinario enviando muñequitas al otro lado del mundo, les confesaré que a mí me ocurría lo mismo hasta que leí la famosa lista, donde nuestro imponderable Generalísimo figura junto a Videla, Pinochet, algún nazi con pedigrí, el austríaco Kurt Waldheim, golpistas proestadounidenses, el paraguayo Alfredo Stroessner o el peruano Juan Velasco Alvarado; primeras damas tan férreas como Imelda Marcos, o comunistas fundacionales, como Mao Tse Tung. No falta la realeza: Grace Kelly, Hassan II de Marruecos, Hussein de Jordania, Farah Diva de cuando Iran era Persia, Abdul Aziz de Arabia Saudita. Ni siquiera echamos de menos a un papa, Pablo VI, ni tampoco —qué exotismo— al Dalai Lama (¿cómo sería su muñeca?).
¿No es hermoso que aún existan cosas en el mundo capaces de enternecer al mismo tiempo a orientales y occidentales, víctimas y verdugos, triunfadores y aquellos a quienes trituraron en su camino, blancos, negros y amarillos? Aunque sea una gilipollez, por lo menos es una gilipollez agradable.
Las muñecas de Perinic parecen decirnos desde detrás del cristal de sus expositores: «Uníos en las gilipolleces, ya que en lo importante no sois capaces.»
9 comentarios:
Hola Care Santos!!!
es la primera vez que entro en tu blog, es decir, acabo de saber ahora mismo que existe... y tu nombre me ha llevado enseguida a la adolescencia: me he puesto a rebuscar entre mis libros de hace algunos años y he encontrado tu novela "Okupada". No he podido reprimir una sonrisa... ¡Cuando la leí me encantó! Yo creo que tendría unos 13 años y me dejó muy buen recuerdo. Gracias. Entraré más a menudo por tu blog.
¡Buenísima nota! Me he reído bastante y eso se agradece. Saludos.
Care, te superaste en éste. Y tienes más razón que un santo. También Franco le regaló a Salazar el Cristo que abre los brazos a los que hacen cola en el 25 de abril lisboeta y da la espalda al Tejo.
Por cierto, contraindicando a Ernesto, a mí no me ha hecho ni chispa de gracia. Da una muestra bastante exacta de lo patética que es nuestra especie.
Me parecen aspectos complementarios, Ernesto y rua. Si la especie no fuera patética, sería más bien poco necesaria la tan habitual presencia del bendito humor. Care ha estado muy divertida y a la vez exacta al describir lo fácil que es unir a todo tipo de dirigentes para regalar muñecas. No veo contradicción.
Quizás una solución a los conflictos sería vestirse de muñeca con traje regional. No, me parece que no.
Me produce más curiosidad la muñeca del Papa. ¿Una monja? ¿cuál es el traje típico de la Ciudad del Vaticano? ¿el de la Guardia Suiza?
También me pregunto si Perinic traspasó alguna de sus dos últimas muñecas.
Como me lo figuro generoso, me respondo que sí. Una -la izquierda- se quedó en Zagreb, mientras que la otra apareció perfectamente envuelta y desmontada dentro del buzón del coleccionista de esqueletos.
Hola, soy Gabriel Bañez, de Corte y Confección, me gustó tanto esta nota que quisiera publicarla en el suplemento cultural del diario El día, de La Plata, bajo el título de "Muñecas" o algo así. Descontado, desde ya, cito fuente y de paso se promociona tu blog. ¿Qué decís?
Espero tu respuesta.
Saludos y gracias
La respuesta es sí, Gabriel. Adelante. Mándame dirección para verlo, cuando lo hagas. Y desde ya empiezo a buscar la novela. ¿Suenan violines de fondo? Pues deberían.
Unidos en una no gilipollez titulada Unidos en las gilipolleces. Si Gabriel Bañez fuera Henry James, ¿qué tal Otra vuelta de tuerca, muñeca? Care sería una dama rusa, por supuesto. Mao sería un emperador, Fraga jovencito, Grace Kelly no existiría... Situarse en el XIX complica un poco el asunto. Da lo mismo.
Dan miedo.
El tal Perinic sería un pervertido. ¿Para qué tanta muñeca? Un viejo verde manipulando artificiales lolitas, ¿nadie le detuvo? Madre mía...indecencia más grande.
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