La veterinaria de guardia la dejó hablar sin interrumpirla. Ella intentó hacerle un resumen exhaustivo de los cambios que había notado en su mascota. Cómo dejó de dormir enroscada a los pies de su cama; su languidez y el cambio en su color. Le contó que hacía unos meses que había dejado de comer; y le narró desolada, y con todo lujo de detalles, cómo rechazaba todo alimento.
-¡No lo entiendo! –se quejaba-. Antes se acurrucaba sobre la colcha en círculos perfectos sobre sí misma.
La veterinaria siguió escuchándola mientras miraba de reojo a la serpiente pitón que tenía frente a sí en la camilla.
-Además, ahora se empeña en dormir extendida a todo lo largo de la cama, junto a mí. ¿Cree usted que es grave, doctora? La he criado desde que era poco más grande que una lagartija, y estoy dispuesta a correr con los gastos de cualquier tratamiento que necesite –manifestó con determinación.
-A tu serpiente no le pasa nada. No está enferma. No es por ella por quien debes preocuparte. Duerme extendida porque te está midiendo cada noche, y no come nada desde hace dos meses porque está preparando su organismo para poder digerirte una vez te haya tragado entera.
3 comentarios:
Le dejaría ligeramente preocupada la explicación de la veterinaria, ¿no?
Las víboras engañan, dicen que el tamaño no importa.
Si te cuentan esto en un bar como algo que ha pasado de verdad ¿te lo crees? La realidad supera la ficción con creces. Pero como cambía todo cuando está bien narrado. No a todas nos tocó con su varita el hada Literatura.
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