18 de diciembre de 2007

Quiromasaje

Hoy me han dado un masaje. El segundo en 37 años. Las manos de la profesional recorrían mis músculos contracturados y yo me dejaba conducir suavemente hacia el alivio y el placer. Sonaba una música (hortera pero plácida) y allí dentro había un ambiente tibio y de luces difusas. Todo lo contrario que en la calle, donde la temperatura era polar.
40 minutos más tarde, la quiromasajista me ha dado su veredicto: demasiadas horas sentada. El brazo derecho acusa las muchas veces al día que agarra el ratón. La espalda se resiente. Tengo que erguirme más a menudo. Nadar. No estamos hechos para estar todo el día sentados a una mesa. El cuerpo pasa factura (y lo peor es que tiene razón). Y la rebeldía de los músculos irá a más, como si poco a poco se estuvieran sublevando contra mi tipo de vida.
Es la primera señal.
De momento, nada por lo que preocuparse.
Todo continúa igual. Incluso el placer.

1 comentario:

Fernando Alcalá dijo...

Hoy me he dado yo otro, así, por sorpresa, sin que me lo esperaba. Y, como siempre digo, mi mala leche es directamente proporcional número de contracturas que tengo en la espalda.