12 de junio de 2012

La autora que corría detrás de sus lectoras


Me lo había preguntado varias veces. Qué haría si un día me encontraba en un autobús con alguien leyendo un libro mío. Tengo amigos que de vez en cuando me mandan fotos robadas en trenes, buses o cualquier lugar público, cuyo único tema son lectores que degustan alguna de mis novelas. Sospechaba que algún día podía pasarme a mí, y estaba preparada. En serio.
Mi sentido común me decía: lo que hay que hacer en estos casos es permanecer impasible, como si no fuera contigo, como si ese libro que sostiene en sus manos ese ciudadano o ciudadana no te importara lo más mínimo, como si nada tuviera que ver contigo.
Sin embargo, ocurre que sí me importa. Mucho. Ese libro, señora, que usted sostiene en sus manos con tanta delicadeza, resume dos años de obsesiones, emociones, dudas, vueltas a empezar, viajes y trabajo, mucho trabajo. Y no sólo eso. Ese libro también contiene el resto de mi vida, porque ahí están algunos descubrimientos de hace veinte años, treinta. Ahí están los recuerdos indelebles de parte de mi infancia. Algunas de las cosas que han ocurrido a gente que quiero. El escenario al que siempre deseo regresar. Los seres de ficción que ya forman parte de mi familia. Mi memoria, en suma. 
¿Se puede permanecer impasible cuando ves a alguien en un autobús llevando en sus manos todo eso?

Ayer ocurrió. Línea 7, en la Diagonal, más allá de Glòries, minutos antes de las seis y media de la tarde. De pronto la vi: una mujer llevaba en las manos Habitaciones cerradas. Podría haberme ocurrido antes, pero ocurrió ayer. Podría no haberme ocurrido nunca. La señora se disponía a bajar del autobús. Apenas tuve tiempo para pensarlo: qué hago, qué hago. Permanezco impasible, sí, es lo más sensato. Pero, ¿desde cuándo soy sensata? La puerta del autobús iba a cerrarse. 

(Abro un paréntesis sólo para reflexionar acerca de los riesgos que tiene abordar de pronto a alguien que lleva un libro tuyo en las manos. Puede ser que lo esté leyendo y le parezca una birria. Puede ser que no piense leerlo, que se lo acaben de regalar y sólo busque el modo de librarse de él. Puede ser que no tenga ningunas ganas de conocer al autor, a menos que sea para darle un bofetón. Me pregunto qué habría pasado si los autores de ciertos libros tediosos que he leído en mi vida se  hubieran avalanzado sobre mí de repente, en plena calle, eufóricos y emocionados. ¿Qué habría hecho? Además de disimular el espanto, quiero decir. No tengo ni idea.)

Salté del bus. 
Eché a correr (por unos segundos nada más) detrás de la señora que llevaba Habitaciones cerradas. Cuando la paré, le dije la verdad: "Me han entrado ganas de darle dos besos en las mejillas".  Bueno, también le expliqué la razón, claro. Debo decir que ella estuvo muy a la altura de estas peculiares circunstancias.

(Abro otro paréntesis. De todo corazón, espero que nunca me resulte indiferente ver a alguien con un libro mío en las manos. De los 35.000 libros que se publican al año, eligió el mío. Lo llevaba encima, lo paseaba, le daba vida, pensaba leerlo o tal vez lo estaba leyendo. Yo escribo para ella, aun sin saberlo, para esa mujer que tropezó conmigo ayer en la línea 7, a quien una compañera del trabajo recomendó mi novela. El día que nada de esto me importe, comenzaré a morir un poco. El día en que prefiera alegrarme por dentro fingiendo indiferencia a decirle a esa mujer que me alegro mucho de haberla encontrado, dejaré de ser yo misma. Entonces sí, qué lástima, me habré vuelto sensata.)

Eso sí: esta ha sido la primera vez. Las primeras veces siempre nos encuentran desprevenidos, por mucho que hayamos pensado en ellas. A partir de ahora, prometo comportarme. Podéis leer tranquilamente libros míos en público, sin riesgo a ser perseguidos ni abordados por mí en plena calle. Me reportaré: os miraré con discreción, me alegraré por dentro, os dejaré pasar como si no me importarais lo más mínimo y esa noche dormiré feliz.


* La foto la tomó en un tren Javier F. R.




4 comentarios:

Rebeka October dijo...

Tiene que ser una sensación extraña pero a la vez pletórica, encontrarte con una lectora o lector de tus libros. Que lo tengan en el momento entre sus manos y no sepas si le gusta o no. Menuda intriga.

No creo que haya nada malo en perseguirles y presentarse. Aunque se queden perplejos por la sorpresa.

A mi me encantaría.

Un abrazo Care.

Anónimo dijo...

Doncs només et falta jugar a l'Akinator (mira la AppStore o via web ;-)) i trobar-t'hi. Coses del meu home, que no va parar fins que "hi fosis" :-D

Quina entrada més xula!

Petonarros,


Moi ;-)

Mara Oliver dijo...

:)
Lo malo de los ebooks y los iphones es que ya no vamos a poder mirar las portadas de los libros en el metro ;) Seguro que has ido al lado de "Bel, amor más allá de la muerte" o de "Esta noche no hay luna llena" y no te has dado cuenta ;)
Me guardo la anécdota, que es preciosa y te ofrezco otra, una de Camilo José Cela, vi una entrevista genial hace mil años y todavía no se me ha olvidado.
Cuando sacó su primera novela (creo que era "La familia de Pascual Duarte") se fue a una librería y se tiró toda la mañana mirando los estantes, esperando a su primer lector.
Finalmente, un hombre se decidió a llevárselo junto con otro libro que ya tenía en las manos.
Cuando el hombre salió a la calle con los dos libros, Cela corrió detrás, pletórico y sonriente, y le dijo:
-¿Quiere usted que se lo firme? ¡Soy el autor!
El hombre palideció, miró a Cela, miró el libro de "Memorias de Julio César" y salió corriendo XD
:D Es una de mis anécdotas literarias favoritas.

Un abrazo, cara Caré.

Neosis dijo...

Buenas, Care y a todos los lectores cotillas/curiosos/ávidos de conocimientos y anécdotas de este blog "no tan silencioso".

La verdad que a mí no me ha pasado todavía (encontrarme fortuitamente con algunos de mis autores preferidos -y mucho menos que vengan a mi encuentro pareciendo más fans con su público que, los propios fans mismos, valga la redundancia-). Pero, creo que debe ser una experiencia inquietante a la par que agrada... ¿sorpresiva?

Felicidades a la autora por su insensatez. Gracias a eso, podemos disfrutar hoy día de sus singulares, elaboradas y entretenidas obras; más dos besos en la mejilla de vez en cuando :D