12 de mayo de 2013

Un microcuento ecológico


Diez mil abejas construyen su centro de producción en un mueble de jardín donde les gustaba  instalarse a los niños de la casa. Zumban, contentas con la mudanza.

Habrá que eliminarlas, me digo. Comienzo por preguntar a conocidos y amigos, en busca de la irremplazable experiencia. Nadie lo ha hecho nunca, pero recomiendan agua hirviendo, gasolina, insecticida Todopoderoso, fuego, chorro de manguera a presión, amoníaco, un oso hambriento... Las soluciones tienen acordes del apocalipsis. Las abejas siguen multiplicándose. Mañana habrá quince mil.

Busco la opinión de un experto y acudo al especialista en plagas del centro de jardinería. Las abejas no son una plaga, señora, no me sea salvaje, las abejas son un bien de la naturaleza, un regalo del Creador, y además una especie protegida. Cuídese mucho de matarlas. Si lo hace, le denunciaremos. ¿Y mis hijos? No pueden salir al jardín. ¿Y qué importan sus hijos, señora? Sin las polinizadoras, ¿qué vamos a comer los habitantes de este mundo? Ya verá qué risa les provoca el asunto a los humanos de dentro de doscientos años, cuando ya todo el mundo haya hecho como usted y los niños no tengan qué llevarse a la boca. Hágalo por ellos, por los niños de toda la humanidad, a qué viene pensar sólo en los suyos, señora, ¡menudo egoísmo! Esa noche no pego ojo.

Llamo a los bomberos. ¿De qué raza de abejas se trata? No tengo ni idea. ¿Cuántas hay? Es difícil contarlas. Bien, tomamos nota de todo. El día 28 (aproximadamente) iremos a instalar trampas. ¿Son efectivas? Sí, mucho, en unos 20-25 días todas las abejas, voluntariamente, habrán abandonado el nido. Suponiendo que quieran, añade el profesional. ¿Y si no quieren? Bueno, que no quieran es una posibilidad. Son criaturas de ideas claras. Y no suelen compartir la opinión de los humanos.

En un último intento de seguir consejos descabellados, les hablo a las abejas. Intento dialogar con ellas, esas criaturitas civilizadas que nos regalan la miel y la cera virgen. Les expongo lo difícil de mi situación y les pido que se larguen pacíficamente, por favor, háganlo por mí señoras himenópteras, y por mis hijos, que habían visto ese lugar antes que ellas y también son criaturas de la naturaleza y no del todo inútiles. No quieren escucharme. Zumban cada vez más fuerte, las muy impertinentes. Comprendo lo que eso significa.

Hemos puesto a la venta la casa. En el anuncio dice: Jardín con árboles frutales, muy bonito, ideal abejas mieleras (y apicultores aficionados). Tacho lo último. Me mudo a casa de mi madre, que no pertenece a ninguna especie protegida.

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