18 de marzo de 2010

Allá donde vaya, uno siempre...


Allá donde vaya, uno siempre acaba encontrándose con los que son iguales que él. La frase es de un libro estupendo de Francesc Miralles titulado Cafè Balcànic.
La cito porque llevo unos tres días instalada en esa frase. El martes por la tarde un amigo me citó en el Café de La Central del Raval. Es un amigo con el que llevaba 20 años sin mantener una conversación decente. Hace 22, fue alguien importante en mi vida. No sólo el primer escritor de carne y hueso que conocí, también un crítico de teatro que me ayudó con generosidad y sabiduría, cuando yo era una bisoña aspirante a escritora y una redactora de cultura recién fichada por un redactor-jefe suicida (e ignorante del profundísimo alcance de mi bisoñez). En fin, fue maravilloso hablar con Joan Casas, después de este tiempo, un poco más de tú a tú, ofrecerle la réplica que hace dos décadas no encontraba por ninguna parte. Hablamos -de literatura y teatro principalmente, como siempre- y luego nos separamos.
No me gusta quedar en La Central del Raval porque las conversaciones son de todo menos privadas. En este lugar la cita de mi querido Miralles cobra vida, y una tiene que interrumpir todo el tiempo las conversaciones para saludar a conocidos que vienen y van, y que tampoco hablan con privacidad, pobres. Pero durante mi encuentro con Joan Casas no pasó nada de eso. Nadie nos interrumpió. Oh, milagro.
Esta mañana a primera hora he llamado a un caballero con el que quería entrevistarme. Él es una pieza fundamental de la documentación de mi nueva novela. Un hombre de clase social, edad y pretensiones mayores que las mías. Vamos, que algo me decía que no teníamos mucho en común . Hasta que me ha dicho: "¿Conoces La Central del Raval?" y he comenzado a pensar que tal vez éramos más parecidos de lo que yo imaginaba.
Hemos charlado dos horas. La información que me ha proporcionado es para mí puro oro. Luego nos hemos despedido, conjugando unos pocos verbos en futuro -es interesante que queden cosas para otro día- y he aprovechado para comprar tres o cuatro libros sobre teoría del arte -Lledó, Dodler, Gasquet...- que me interesan para lo mismo: la obsesiva y ya peligrosa documentación de mi novela. Luego he vuelto al café, donde, muy oportunamente, me había citado con Elena Medel, y he abierto el ordenador, arrebatada de la euforia que me ha provocado la siguiente frase (pronunciada por el cajero, quiero decir por el chaval que me ha cobrado): "En la cafetería hay wi-fi gratis".
En estas, mirando la pantalla estaba, cuando alguien me ha saludado desde un rincón. La periodista y colega Elena Hevia, con cara de aburrida, un libro, un cuaderno y un agua sin gas sobre la mesa, esperaba a su entrevistada. Su cita era Pola Oloixarac, la que se supone que es la autora revelación de esta temporada, argentina y jovenzuela. Para la contra de su libro, publicado por Alpha Decay, aporté una frasecita hace no tanto. He besado a Elena, le he dicho que espero a otra Elena y he vuelto a mi pantalla. Entonces ha llegado un chaval con barba y gafas de concha. "Es Julián Ríos", ha dicho Elena. Más besos. Risas tontuelas. Congratulaciones. "Coño, ¿va a estar todo el mundillo literario del mundo mundial precisamente aquí?". He decidido escribir un post. Ha llegado Pola. No me presento. De hecho, creo que huiré antes de besarla, porque ella está contestando a las preguntas de Elena justo en este momento. Para ser rabiosamente actual, diré que en estos momentos, mientras yo escribo esto, Elena le pregunta sobre la provocación de su novela y ella responde: "Es como curioso porque yo no siento que la novela esté entroncada en la línea de ellos. Me parece divertido que haya sido leído de esa manera pero si vos analizás, la novela puede ser leída de otra manera. Primero, porque yo no pienso en mi novela como una provocación. Es una primera novela..." En fin. Mejor lo dejo, que esto es adictivo. Pola habla al ritmo que yo escribo. ¿O será al revés?
Bueno, ha llegado Elena. Como es una enferma virtual, como yo, estamos frente a frente, cada una con nuestro portátil. Pero os aseguro que enseguida cerraremos los aparatos, dejaremos la escritura a un lado y nos iremos a comer, que para eso hemos quedado. Al fin, la vida se impone a la literatura. Siempre y cuando la dejes, ¿no?
Y por supuesto, no nos quedaremos en el café de La Central del Raval, ese lugar donde la privacidad es imposible y una, horror, siempre termina encontrándose con otros que son exactamente iguales a ella.
El verdadero milagro, ahora que lo pienso, es que haya podido escribir este post y hasta ilustrarlo, con oportuna foto tomada in situ.

4 comentarios:

Unknown dijo...

de rabiosa actualidad... jejeje bueno, me he alegrado de leer que ya te has entrevistado con el señor en cuestión. espero que te haya contado muchas cosas interesantes. besotes

Begoña Argallo dijo...

Lo que queda muy claro es que además eres buena reportera. Saludos

Herzeleid dijo...

Me ha pasado algo muy curioso: Ayer, en el Fnac de Oviedo, me debatía entre "Retrum", de un tal Francesc Miralles, y "Bel: amor más allá de la muerte". Finalmente me llevé el libro de Miralles, pero como me quedé con las ganas de volver a leerte (te descubrí en "Okupada") y había oído que tenías un blog, te busqué. Y sorpresa, ¡hablas de Francesc!
Yo soy un proyeto de escritora, así que en pequeña escala podría decir que sí, vayas donde vayas te encuentras con gente igual a ti (o con gente a la que te gustaría mucho parecerte).

¡Un saludo!

Care dijo...

Hola, Harzeleid. Cuando avances en la lectura de Retrum -gran elección- tendrás alguna otra sorpresa que tampoco es coincidencia. Besos.