8 de mayo de 2006

David Kidd, Historias de Pekín (y Flok)

Calvito era nuestro perro. La edad o quizá una enfermedad le habían hecho perder el pelo. Algunas veces, en plena noche, soltaba un par de ladridos inseguros, pero la mayoría del tiempo se lo pasaba durmiendo. Sin embargo, Tía Qin creía a pies juntillas que Calvito era nuestra mejor protección contra los hombres de la noche, y quizás estuviera en lo cierto, porque las autoridades comunistas sentían un odio tal por esos animales que habían sumido a la ciudad entera en una capaña anticanina. Los perros no eran productivos, decían, y se alimentaban de una comida que no se habían ganado (...). Si los comunistas odiaban a los perros era porque de un modo muy palpable el perro, que es leal a las personas y no a las ideas, encarnaba la última defensa del ciudadano contra el entrometimiento creciente de la policía, la comunidad y el Estado.
(...)
Cada vez había menos perros en Pekín y sus dueños los tenían como oro en paño. Para Tía Qin, Calvito no era tan sólo un perro: por muy achacoso que estuviera, era el único defensor de nuestro derecho a fumar opio y a jugar al mahjong, de pegar a los hijos y tener secretos, de hacer el pino por las mañanas y acostarnos por la noche con nuestros pijamas morados y verdes. Y aunque Tía Qin insistía en que no le gustaban los perros, empezó a dar de comer a Calvito de su mano, y éste terminó queriéndola más que a nadie de la familia; la miraba con ojos tristes y húmedos, como nunca la habían mirado sus gatos. Una buena mañana pocos días después de que Tía Qin hiciera esos comentarios acerca de los hombres de la noche, el viejo Calvito desapareció. Cuando al cabo de una semana seguíamos sin noticias suyas, la familia sintió que había perdido algo muy valioso. Y estaba en lo cierto.

Navegantes, amigos: He seleccionado este fragmente del magnífico y único libro del estadounidense David Kidd, Historias de Pekín (recién publicado por Libros del Asteroide) no sólo porque es una buena muestra de lo que en él se cuenta: la interesante —y dolorosa— transición de la China imperial a la China comunista. También porque hace apenas unos días que murió mi perra Flok, y tenía ganas de rendirle este inútil homenaje. Era una amiga y también una sobreviente de muchas cosas, como yo misma. Quienes hayáis tenido perros alguna vez, seguro que me comprenderéis.
*En la foto que acompaña estas líneas, podéis ver a Flok en su faceta más digna, con una pose propia de los emperadores de cuyo final habla Kidd.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Según unos estudios que manejaba yo hace años (y desde entonces no creo que las actitudes hayan cambiado tanto):

Ocho de cada 10 americanos consideran a su perro un miembro de su familia y un 30% de ellos daría la vida para salvar la suya.

En cuanto al libro me has despertado la curiosidad: me gusta como una simple "historieta" puede decir tanto de lo que pasa o no pasa en la Historia (de la de con mayúscula). Es genial.

miwok dijo...

Me ha gustado mucho esta entrada, el tema de China es muy interesante,y en cuanto a los animales, yo perdí a una gata con 13 años y realmente sentí haber perdido a una buena amiga.

Anónimo dijo...

El libro es muy interesante, anónima, os lo recomiendo especialmente. David Kidd llegó a China como profesor en 1946 y allí se casó con una chica de la aristocracia, Aimee, emparentada con la dinastía manchú. Lo que cuenta Kidd es la llegada de los comunistas, los primeros balbuceos de lo que, con el tiempo, serían los horrores de la Revolución Cultural, y lo que eso supuso, de cambio, de desintegración, de final y de horror para la familia de su mujer, los Yu. Hay historias verdaderamente impresionantes, por emotivas, como la relación de la familia con su hermosa, enorme y centenaria mansión. O el culto a los antepasados en una época nada propicia ya para eso. Esa tia Qin del fragmento es todo un personaje. En fin... os lo recomiendo mucho. Además, lleva un prólogo de Manel Ollé que empieza con esta sugerente frase: "Hay ciudades que parecen soñarse a sí mismas" (por Pekín). De Ollé también es muy recomendable "Made in China", en Destino.

César dijo...

Lamento lo de Flok :'(

Anónimo dijo...

¡Oh! Care, Flok me encantaba...