El Eros no aparece en el caso de Jesús. El Diablo, que lo tentó, lo sabía. Ofreciéndole chicas guapas o efebos a volonté no se podía engatusar a aquel jove carpintero avinagrado. El poder era lo único que le interesaba. Y por eso el Diablo le ofreció poder sobre todos los reinos de este mundo si se arrodillaba ante él y lo adoraba... Inútilmente, como sabemos, porque, aunque Jesús no pensaba en modo alguno renunciar al poder, pensaba conseguirlo en el otro partido, el más fuerte.
Ese aspecto calculador (casi) siempre controlado, nunca estremecido por el extático Eros, da al personaje de Jesús de Nazaret una gran frialdad, distancia e inhumanidad. Pero quizá le pedimos demasiado. Al fin y al cabo, quizá sólo fuera un dios.
Seix Barral, 2006.
1 comentario:
te pillé jajajaja
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