La novela policíaca tiene (...) una exigencia: cierto grado de diafanidad; como la novela pornográfica rechaza la complicación formal, la matización psicológica, el idilio amoroso. La abstracción preside la auténtica novela policíaca, la novela problema. Sus personajes son arquetipos y pueden sucederse unos, intercambiarse, aparecer y reaparecer como los cimientos de un rompecabezas. La habilidad del gran novelista es hacerte caer en la trampa de su narración hasta el punto que, mientras sigues, la trama, estás convencido de la humanidad de los personajes. (...) En la novela policíaca nada tiene que sorprendernos excepto la conclusión final, nada debe distraernos de la trabazón lógica –aunque sea una lógica llena de falacias– que nos tiene que conducir al final. Pero ya sabemos que en arte sólo los mediocres respetan las normas, como sólo los mediocres son perfectos representantes de una escuela o de una moda.
El Noticiero Universal, 11 de maro de 1975
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