Ayer tuve que realizar un viaje en tren de más de cinco horas. Me habían recomendado una novela de Mary Higgins Clark llamada "Dos niñas vestidas de azul". No había leído jamás a esta autora (ni entraba en mis planes hacerlo) pero el argumento me llamó la atención: dos gemelas son secuestradas en una ciudad de los Estados Unidos, y sus padres obligados a pagar un rescate enorme. Los secuestradores se llevan el dinero pero devuelven sólo a una gemela. Se da por muerta a la otra, pero pronto la gemela sobreviviente comienza a decir que su hermana "le habla" y que está viva. No la cree nadie salvo su madre, que sabe de qué son capaces sus hijas, hasta que los signos empiezan a ser evidentes...
El caso es que este argumento me interesó. Porque me paso la vida buscando novelas sobre familias, hijos, adopciones y otros asuntos familires para encontrar cosas buenas que recomendar en la radio, los domingos. Porque desde que soy mamá me interesa leer de mamás que saben cosas de sus hijos que todos ignoran, sólo por el hecho de serlo. Pero también porque me interesa conocer los mecanismos que utilizan otras para controlar el misterio, el suspense. Digamos que en esto actúo como un vampiro literario. Y debo reconocer que Higgins Clark consiguió intrigarme. Tanto, que mi tren llegó a su destino -paraba allí, para mi suerte- y yo no me di cuenta de que todo el mundo bajaba, ni de que el convoy realizaba extrañas maniobras adelante y atrás, ni de que la persona que me esperaba estaba golpeando el cristal desde fuera (bastante perpleja de verme en un tren vacío leyendo tranquilamente, por cierto). Hasta que un revisor bastante antipático vino a preguntarme:
-Oiga, ¿usted qué hace aquí?
Levanté la vista, miré al señor y pensé: este hombre me va a fastidiar el final, cuando la madre recupera a sus niñas y las coloca juntas en la camilla y...
-¿A dónde va? -insistió el hombre.
Se lo dije, deseando volver al libro cuanto antes.
-¡Pues hemos llegado hace un cuarto de hora! -contestó.
Hacía años que no me pasaba esto. Me pareció magnífico. Una buena señal. Una vuelta a mi cándida adolescencia lectora.
Cualquier día le mando un jamón a Mary Higgins Clark, por conseguirlo.
En la imagen: casi todos los pies de mi familia
1 comentario:
Yo leí ese libro el fin de semana, sí conocía a esta autora, y aunque para mi gusto tiende a "repetirse" un poquito, una vez empezado ya no lo solté, no estuvo nada mal.
Publicar un comentario