13 de septiembre de 2006

Cercanía del otoño

Desde que el peque va a la guardería, vuelvo a escribir con música. Las Suites para cello solo, de Bach. La pasión según San Mateo. El Requiem de Mozart. La flauta mágica. Shostakovich. Chaikovski. Rimsky Korsakov.
Por la mañana, camino con mis hijos hacia el colegio. Repasamos listas de cosas que saben: los días de la semana, los meses del año, los nombres de los cinco dedos de una mano o de los tres Reyes Magos... Todos los días, uno tras otro.
Mientras escribo estas líneas oigo el aigua martillear contra la lucerna. Espero que mañana empiece a hacer más fresco y eso quiera decir que el tiempo avanza.
En esta casa todos deseamos el otoño.
Nombrarlo es un modo de acercarlo. O de alejar las estaciones más desapacibles que, este año, han resultado ser otras.
Sé que os alegrará saber que en mi terraza todo revive.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

qué rollo más chungo llevas, tía

Anónimo dijo...

Yo también oigo el aigua...

Anónimo dijo...

Y menuda la de esta noche...
Otoño, otoño, otoño... Sí... Y jerseys de cuello alto, y tés con leche y canela.
Besitos :-)

El detective amaestrado dijo...

Y que buena es esa rutina compartida con niños...

Anónimo dijo...

Si alguien es capaz de decir leyendo lo que dices y cómo lo dices, aquello de que llevas un rollo chungo... seré infiel a mis principios y lo prejuzgaré y pensaré que es una persona superficial además de insensible.