No pensaba que podría decir esto: estoy en la librería-café Laie una de mis dos librerías de cabecera y sin duda uno de mis rincones preferidos de este basto mundo. Y estoy deliciosamente conectada a un red que algún amable usuario que no puede estar muy lejos ha dejado abierta para que se cuele gente indeseable como yo. Por tanto, es de justicia dedicarle a él o a ella este post. Cuando termine de escribirlo, lo revisaré (aunque se me escapará algo, como siempre) y lo subiré con fecha de mañana martes. Lo digo para quienes aún pensáis que siempre digo la verdad, mirais las fechas de las entradas, las comparáis con el calendario y comenzáis a decir cosas como "aquí falla algo". Pues claro... soy una mentirosa profesional, ¿aún no os habíais dado cuenta? Pues vaya este aviso: nunca-nunca os fiéis de mí. Soy una inventora de historias que cuadran, con esto debería bastaros. Además, las coordenadas espacio-temporales están hechas para construir con ellas las ficciones. Y este blog es una ficción, no lo dudéis ni un momento. Como yo misma, por cierto. Todos andamos por todas partes con nuestras ficciones a cuestas. Y para aquellos que me han creído hasta hoy va la segunda dedicatoria de esta entrada. Aunque no os sintáis decepcionados: si lo pensáis bien veréis que tiene muchas más ventajas una chica de mentira que una (completamente artificial) de verdad-porexpán cien por cien. Es la evolución natural de las cosas, pienso yo.
Lo decía hoy la editora con la que he almorzado (13.30, en un lugar llamado Notifixis) en compañía de la mujer de mi vida -es decir, Sandra Bruna, mi agente-: parece que la evolución normal nos lleva a ser cada vez más vegetarianas, cada vez más amantes de lo natural. Lo cual no forzosamente significa que debamos detestar lo artificioso, que no es lo mismo -ni mucho menos- que lo artificial. Algún día hablaremos de ello, que hoy no me apetecen nada los asuntos difíciles.
No, no es que los buenos propósitos ya puedan cumplirse: estoy en Laie porque he venido a buscar una bibliografía con la que me encerraré a partir de mañana y hasta que termine el siguiente original, que también va con retraso. Tengo pocos días y mucho trabajo por delante para escribir un libro de no-ficción del que tengo unas 100 páginas de redacción deslabazada y muchas, infinidad de notas. Veremos qué puedo hacer. Pero hoy estoy de celebración. Celebro que la comida que imaginaba una discusión arremangada haya terminado en reunión de amigas. Celebro poder hablar en futuro. Celebro que no falte el trabajo, ni la ilusión. Celebro que me guste la gente a la que veo todos los días. Celebro que no ha llovido (aunque amenazaba). Celebro que no me duele nada, ni siquiera el recuerdo. Celebro que ya tengo 103 canciones en mi i-pod nuevo, y que son ellas las que marcan el ritmo de mis pasos por la ciudad. En este instante cantan a mi oído: "Se me olvidó que te olvidé, a mí que nada se me olvida".
¿Puede la felicidad, la tranquilidad, la sensación de que todo está en su lugar, transmitirse? Más difícil todavía: ¿Alguna vez está todo en su lugar? Ajá, qué otra gran ficción. Pero da lo mismo: la sensación de que todo va bien no tiene que ver con lo bien (o mal) que vayan las cosas. Pero la que cuenta es la primera, no la segunda.
Pues El cigala insiste (y yo le imito): "Y la verdad, no sé por qué, se me olvidó..."
Ay, que sí, que eso es.
La imagen es de mi amiga Mady, robada de su fotolog.
9 comentarios:
Últimamente estreno todas las entradas. Llegar en el momento oportuno, que lo llaman, imagino.
Mi amiga y gran escritora Pilar Galán, siempre dice que los escritores somos todos unos mentirosos. Y después de leerte a ti en esta entrada no puedo menos que darle la razón (aunque, aquí, entre tú y yo, ahora que no nos escucha nadie, siempre suelo dársela ;))
Brillante, Care. Molt bo. Cannabis sanguini : )
Pues no, no se puede trasmitir, pero no por ello se ha de dejar de intentarlo.
Entonces, ¿cómo sabes lo que yo quiero transmitir?
Quiero decir, ¿cómo nos entendemos? Apenas. Hay muchos espacios sueltos.
Supongo que por eso el orden y las palabras. Pero ni así. Es divertido.
Qué envidia: estar tan contenta y de buen humor teniendo que terminar a contrarreloj un ensayo de tropecientas páginas. A mí sólo de pensarlo me da un jamacuco...
Sí, supongo que escribir es mentir. También a uno mismo, a veces.
(¡Editoras buenas y amables! Eso ya no me lo creo...)
Un saludo.
Me encantan estos instantes en un café. Aunque sepas que, cuando salgas, allí afuera seguirá estando el mundo, con su prisa inagotable.
Pero todo es diferente con un iPod y un buen café. Todo es diferente sabiendo que siempre te quedará mentir un poquito y otra buena novela por escribir :)
Me encanta todo lo que escribes y, por supuesto, las fotos -incluidos los dibujos de tu hijo- ;)
¡Un beso, Care!
Grandísimos mentirosos, fingidores y otras tantas cosas maravillosas: los escritores.
Una gran entrada, Care: una "mentira" franca y espontánea.
Una abrazo.
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