La grapadora era de línea clásica, cromada, con apertura frontal antibloqueo para cien grapas, capacidad de grapado de cuarenta hojas, 345 gramos de peso y cinco años de garantía. Llevaba la marca y el modelo escritos en un lateral. Samuel tenía el mal vicio de jugar con ella mientras estaba concentrado en la lectura de los originales pendientes y aquel día la había dejado desmayada y abierta sobre la mesa nada más ver aparecer en la oficina a Nora empujando su carrito de bebé. Fue un despiste fatídico.
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4 comentarios:
M'ha agradat de força a molt. Trobo que el final porta un ascens genial.
Una anècdota semblant; més trista, més penosa. Estava solter i tot sol a casa, tampoc pensava en masturbar-me; em vaig clavar una grapa sense voler al dit gros de la mà dreta.
Gràcies
Es un relato muy bueno. Pero esta frase me parece sencillamente genial: "alfombrando la moqueta de párrafos de sintaxis dudosa".
Yo también conozco a alguien que se clavó una grapa en un dedo.
¡Si al final va a resultar que las Petrus son la mar de peligrosas!
Yo también tengo en casa una de esas. Sabes, nunca antes de ver la foto había pensado en lo bien diseñada que está.
Felicidades por el blog!
Te he visto en
http://www.salollibrebcn.com/blogs.asp
Saludos!
Ya sabemos de quién era la grapadora...
Muy interesante leerte así, un poco alejada de la temática juvenil, Care.
Besos!
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