4 de febrero de 2008

Tradición y espectáculo

El domingo pasado llevé a mis dos hijos mayores a la representación de Els Pastorets, en la Sala Cabañes de Mataró. También llevé a mi amor verdadero, el madrileño con quien comparto vida, niños y otros quehaceres, que no acababa de entender a qué venía tanto alboroto por una representación navideña con un mes de retraso que él esperaba cutre y folclórica. Seguramente le asustaron mis explicaciones: El Pastorets es una de las pocas reminiscencias que queda en nuestro país de teatro medieval, junto con algunos Autos de Reyes Magos y el famoso Misterio de Elche. El texto de la versión que se representa en Mataró desde 1916 es L'Estel de Natzaret, de Ramón Pàmies, y está escrito en un catalán florido y hermoso que se hace arduo incluso para los catalanoparlantes de toda la vida (y espanta a todos los demás). El libreto es original, de un músico de la ciudad llamado Enric Torra, del cual son especialmente valiosas las piezas que conforman el prólogo de la obra, y en el que diversos números de baile representan las tradiciones paganas. La representación dura 3 horas y media (y eso ahora, después de un recorte reciente), y cuenta el triunfo de la luz sobre las tinieblas que representó para los primeros cristianos la llegada del Mesías. La luz es aquí Miguel, el mensajero divino, representado en la obra por una moza muy pizpireta que se pasa el rato agobiando a Satanás. Y Satanás, que da mucho miedo a los niños, acaba muriendo irremediablemente en la apoteosis final. La cosa es entrañable pero con calidad, y ofrece mucho y variado espectáculo: ángeles que aparecen y desaparecen, demonios que les andan a la zaga, orquesta y canciones en directo (muchas de ellas interpretadas por un numeroso coro), animales en escena, bailes, efectos especiales, una pareja de cómicos que hace que los niños se desternillen (y los mayores también). Mis hijos se lo pasaron bomba, del mismo modo que yo lo hacía de pequeña y mi madre lo había hecho en su momento. Els Pastorets son una tradición, además de un bien declarado patrimonio histórico artístico de la ciudad, por su singularidad y por su enorme valía artística. Mi amor verdadero aguantó también toda la representación, gratamente sorprendido, y al final sólo hubo que entretenerse en consolar a Elia, que lloraba a mares porque se había muerto el demonio. Ay, eso le pasa por ser hija de una apóstata, pobrecita.

La imagen es de las representaciones de este año, que terminaron ayer: un momento de "El ball de les pedretes", tomada de "El bloc de notes d'en Toni", de Toni Blanch, que este año ha sido el director del asunto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece entender a Elia. Los rebeldes, los incomprendidos, los expulsados, los que cuestionan la autoridad, los desobedientes con causas, y los incorformistas ... también son mi debilidad.

Maria Escalas Bernat dijo...

Care:
Jo estava tocant. Et vaig veure pels vestidors però no vaig gosar saludar-te.
Fa dies que pensava d'escriure un post sobre els pastorets, ara me l'has trepitjat!