Soy mujer de rituales. Los defiendo (todos) y los practico (algunos). Me confieso afecta al ceremonial, al protocolo, a las buenas maneras, a los hábitos que siembran costumbres. Y a las prácticas tontas, como esta de mesurar el paso del tiempo y de hacerse propósitos cada vez que esa falsa cinta de continuidad nos marca un hito en el calendario.
Fin de año es mi hito, mi tontería cíclica temporal. Heme aquí, pues, dispuesta a hablar de propósitos para el año que comienza.
Primero, me impongo un repaso a los 10 propósitos que me hice para el 2009.
De los 10, he cumplido plenamente 4. Entre esos cuatro, había uno muy prosaico, muy material, uno muy práctico y dos muy espirituales. Considero equilibrada la balanza. Los otros seis, los incumplidos, o cumplidos sólo en una pequeña parte, repiten varias veces la palabra "despacio" y la palabra "tiempo". Hace tiempo que estas dos palabras se repiten en mis 10 propósitos del año. ¿Por qué lo sé? Porque los maniáticos de los rituales como yo apuntamos estas cosas siempre en el mismo cuaderno, de modo que cuando paso páginas hacia atrás tropiezo con joyas como éstas de 2004: "Escribir de una vez El anillo de Irina" o bien "Tener otro hijo". Seguro que estáis pensando que soy una obsesiva. Pues bien: acertáis. Lo soy. Es una de mis virtudes.
Sin embargo, ocurre que este año es especial y los propósitos deben serlo también. La cinta interminable del tiempo me acerca a una cifra que parece redonda (ninguna lo es) y parece importante (menos aún). En 2010 voy a cumplir 40 años. Creo que semejante cifra no puede celebrarse con pequeños propósitos, con nimiedades al alcance de cualquier adolescente, ni con palabras tantas veces repetidas que ya han perdido por completo su significado.
No.
Este año me propongo escribir primero los "5 propósitos a tener en cuenta para redactar los 10 propósitos para el 2010". Y son éstos:
1) Están prohibidos los deseos ridículos al alcance de cualquier voluntad (pero no de la mía, está claro), tipo: "ir a nadar dos veces por semana" o "perder diez kilos". Caresantos, mentálizate, mujer, de una vez por todas: no eres sistemática para nada más que para unir palabra tras palabra día tras día. Y con respecto al peso... bueno, la vida me ha regalado un conformismo cada vez mayor, de modo que la imagen del espejo sigue sin satisfacerme, pero ya no me sofoco. A todo terminas por acostumbrarte.
2) Debo ser ambiciosa al desear. Nada de menudencias. Nada de continuismos. Un rompimiento absoluto, esta vez que -por fin- puedo permitírmelo. A los 40, las cosas hay que hacerlas a lo grande, o no empezar siquiera.
3) No debo querer abarcar demasiado. ¿Diez propósitos? ¡Menudo problema! ¿Y no sería mejor quedarse con cinco? ¿O tres? Pocos, pero ambiciosos, necesarios, revolucionarios.
4) Es indispensable exigir su cumplimiento. Nada de ser benevolente conmigo misma. El típico bueeeeeeeeeeeno, pero es que no he podido, es que cómo voy a negarme, es que... ¡ni hablar! Caresantos, ¡cumple lo que dices! No te estafes más a ti misma.
5) Debo estar preparada para decir que no. No al viaje demasiado apresurado. No a quien no valora tu trabajo. No a quien pretende hurgar en tus intimidades antes de tiempo. No a quien te quiere seducir con una vanaglorioa a deshora. No a quien promete lo que en realidad no necesitas. No a quien cree que la prisa no avinagra el buen vino. No a quien te inunda el correo de mensajes insustanciales. No a quien no entiende. No a quien no te quiere. No, no y no.
Sentadas estas bases, creo que estoy lista para redactar mis 5 propósitos para el año 2010. Lo haré esta noche, minutos antes de las campanadas que, por cierto, para mí sonarán en un lugar alejado y silencioso que es, en sí mismo, un buen augurio.
Y para vosotros, navegantes, un deseo que os dejo de todo corazón:
QUE EL 2010 OS HAGA FELICES
La imagen es de FJTU, de Flickr