29 de septiembre de 2012

Luna llena juvenil y romántica

Sí, sí, ya sé que desaparecí para terminar la novela.

Pero hoy no puedo dejar de compartir esto con vosotros. Juvenil romántica, esa web que capitanea esa locomotora llamada Eva Rubio, dedica su reseña de hoy a mi novela Esta noche no hay Luna llena.

Para celebrarlo, os dejo la foto que le hice a las notas de la propia Eva Rubio cuando me contó su última idea: dejar constancia de lo que comen los personajes de todas las novelas que reseña. Me he dado cuenta, por cierto, de que no comen muy sano en esta novela mía, mecachis. Prometo enmendarlo en un futuro. O no.


28 de septiembre de 2012

Cerrado por finalización de novela.


Me encierro a terminar, EL AIRE QUE RESPIRAS, mi nueva novela.
Volveré el 10 de noviembre, con mucho que contar.  

18 de septiembre de 2012

Barcelona, esa ciudad horrible, según Prosper Mérimée

 

Me lo he pasado en grande leyendo la correspondencia que Prosper Mérimée, el autor de Carmen, envió desde España a lo largo de sus ocho largos viajes. Me admira ver que hablaba español a la perfección, sabía más lengua caló que alguno de los gitanos con los que coincidía y que incluso se atrevía con el catalán (dice haber leído en su lengua original la Crònica de Muntaner). No parece que estuviera en sus planes pisar Barcelona. Era más bien un forofo de todo lo andaluz, sus gentes y su cultura, y también iba y venía como Pedro por su casa por las dos Castillas. No sé si visitó Galicia o el resto del Norte peninsular. En Barcelona recaló, a su pesar, en noviembre de 1846 sólo después de contactar por carta con un personaje maravilloso de la época, el muy culto Pròsper de Bofarull, archivero del Archivo de la Corona de Aragón, a quien parece que le hizo mucha gracia conocer a un tocayo francés. Al parecer, nunca le había pasado a Bofarull tratar a alguien que llevara su mismo nombre. A pesar de que por aquel entonces los franceses no resultaban muy simpáticos a los catalanes en general y que Bofarull en particular tenía razones fundadas para desconfiar de ellos, dio a Mérimée un recibimiento digno de un príncipe, le ayudó a encontrar los documentos que buscaba en el Archivo, le invitó a comer (¡ese gesto admira a Mérimée viniendo de un catalán) y le sirvió de traductor en su lectura de la paleografía aragonesa. Mérimée se sumergía en el personaje de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, sobre el que un año más tarde publicaría una novela. Me ha encantado conocer su tesón y sus desvelos a la hora de buscar documentación, de perseguir hasta el final datos inéditos o de procurarse libros que le resultan, en sus mismas palabras, indispensables. Me han encantado estas intimidades, supongo que porque a todos los locos nos gusta ver que hay otros tocados de nuestro mismo mal.

Pero lo que más me ha divertido, sin duda, es la opinión de Mérimée con respecto a los catalanes y Catalunya. Nada más llegar, el 10 de noviembre, escribe a sus amigos en París y sentencia: "Se está mejor aquí que en Andalucía, pero los nativos son inferiores en todo a los andaluces. Además, tienen un defecto mayor a mis ojos o, más bien, a mis oídos: no entiendo nada de su jerga".  En otra carta define Barcelona como "la capital de un departamento industrial". Cinco días más tarde dice que los catalanes son "como franceses ruines, un poco toscos y con grandes deseos de ganar dinero". Considera que sólo se parecen a los españoles en que "visten harapos rojos y llevan esparteñas". Las mujeres son "más reservadas que en Madrid" (no sabemos si eso le gustó o no, pero conociéndole, debió de encontrarlo un gravísimo defecto). De los hombres dice que su espíritu industrioso hace las reuniones sociales tremendamente aburridas. En las librerías que visita buscando bibliografía sólo encuentra "fárragos". Tampoco la comida es de su agrado. Descubre, horrorizado, que aquí no hay paella, como en su querida Valencia, y que el arroz lo guisan en cazuela de barro. Considera que todo lleva demasiado aceite y lo tilda de "atroz". Cuando Bofarull le invita a comer, sin embargo, acepta. Hay arroz a la cazuela y escudella. Más tarde habla de la escudella como de "esa sopa tan extraña cuyo nombre es imposible pronunciar cuando se ha nacido fuera de Catalunya". También frecuenta a Ferdinand Lesseps, embajador francés y gran amigo suyo, a quien le desea "que Dios le preserve de Catalunya y de los catalanes". Y concluye, devastador: "En fin, sin los Archivos, enviaría a Barcelona a todos los diablos".

Qué veleidades, este Mérimée. Voy a hacerle pasear por la ciudad que tanto odió, y que yo quiero tanto, en las páginas de mi próxima novela, que estoy -oh, albricias- terminando. No sé por qué razón, creo que estas miradas que llegan desde fuera nos ayudan a comprendernos mejor, aunque estemos del todo en desacuerdo con ellas. La de Mérimée es demoledora pero simpática. No me la podía perder. Espero que os guste conocerle en persona, en sus cuitas con la escudella.




* Los salones que frecuentó Mérimée en su estancia barcelonesa no debían de ser muy distintos al de la imagen. Corresponde al Palau Mornau, en el carrer Ample número 35. Un lugar importante por ser sede de conspiradores en 1809 y por acoger hoy el primer museu monográfico dedicado al cannabis del mundo. Merece la pena visitarlo, por cierto. En serio, esto no es ninguna novela.

16 de septiembre de 2012

Cita a las 15:35



Muerta es la morada donde no entran cada día un nuevo libro y un nuevo visitante. Nuevos amigos.

Claude Roy
El amante de las librerías

14 de septiembre de 2012

Escaparates





 

¡Gracias a los amigos que se alegran de encontrarme por el mundo!

12 de septiembre de 2012

Aprender a huir


Huir. Aprender a huir. Una vez escribí una novela que se llamaba así. Importante: Aprender de qué se huye y para qué. Saber hacerlo. No volver nunca la vista atrás.
La primera vez que levanté el vuelo tenía 24 años. Me fui sola a México. Sola con mi pasión americana y mis ganas de ver mundo. El planeta era demasiado ancho y ajeno para mis deseos. Fue el principio de un viaje que no termina aún y que sólo lo hará el día en que comprenda que tiene más ventajas quedarse en casa. Ese día dejaré de ser yo.
Desde que no tengo motivos para marcharme he descubierto que ya no sé permanecer en el mismo lugar durante mucho tiempo. De pronto, me acucian las ganas de escapar, de olvidar mi entorno, de dejar que se olviden de mí incluso aquellos que más amo. Voy y vengo y encuentro así un tipo de felicidad: la felicidad del nómada, una satisfacción primigenia, que las personas parece que llevamos grabada muy adentro. La felicidad de decir adiós sin saber si regresaremos algún día.

Ahora hay un nuevo descubrimiento en el camino. Mi hijo también ensaya sus primeros vuelos. Quiere ir, pero no sabe adónde. Quiere mantenerse en movimiento, descubrir, experimentar. Aún no pronunciaba bien algunas palabras elementales y de su boca ya salían destinos soñados: Japón, Londres, Los Ángeles, Nigeria. Uno de nuestros mayores pasatiempos ahora es planear viajes, imaginarlos. Le ayudo a descubrir que el placer de la huida nace ahí, en el plan, en el verbo en futuro o en condicional. En el sueño.
Tenemos en cartera tantos viajes que creo que las ganas de mi hijo de pasear conmigo se terminarán antes de que podamos cumplirlos todos. Pero nos quedará la felicidad de haberlos organizado y, en algunos casos, llevado a término. Traeremos una maleta extragrande cargada de recuerdos intangibles, y una certeza en el alma: Nos comprendemos, como sólo lo hacen quienes aman las miamas cosas. 
De qué huimos o hacia qué, ya poco importa.

9 de septiembre de 2012

La verdad es esta (Autorretrato)


No me felicites por cumplir mis sueños
sino por seguir aferrada a ellos.
No te duelas conmigo porque perdimos
juntas a los que amábamos.
Alégrate conmigo por los que quedamos
en pie, junto al camino, 
bordeando el precipicio.
No vaticines triunfos y glorias
recuerda cuando lloraba contigo
agarrada a una esperanza miserable
en la que nada era áureo
ni duradero ni valioso.
No me veas como todos
pues para ti soy otra: la de siempre
la que no tiene dónde resguardarse
ni puede disimular
su verdadera naturaleza.
No cometas el error
de mirarme por fuera nada más.
Por dentro sigo siendo aquélla,
caracol sin escafandra,
agarrada al temor
de no tener nada propio,
nada que recordar 
en la última hora de amargura.
No te dejes engañar
por esta apariencia absurda
que yo misma retrato en los espejos.
Buscar el mejor lado
y eliminar el resto
es la cara moderna del engaño.
Debajo de la máscara perpetua
sigue existiendo el monstruo.


* La imagen: Autorretrato portugués.

Supermami de septiembre


1 de septiembre de 2012