31 de diciembre de 2012

Deseo de año nuevo para mis detractores amados

 
Amados detractores,
siento no daros gusto
tampoco en este año.
A pesar del puñal
y la bajeza
en que tanto empeñáis
vuestros esfuerzos,
soy (con perdón) feliz.
Incluso más que antes.
Incluso más que nunca
(de veras que lamento
no poder contentaros
este año tampoco).

Sin embargo, alegraos:
tengo fe inquebrantable
en un futuro incierto todavía
en que conseguiréis
todos vuestros propósitos.
Al cabo, ha de ocurrir:
Todo feliz se apaga.
La dicha se consume.
La sonrisa se mustia.
La desgracia renace.
La muerte siempre acecha
(también para vosotros).
La tragedia se impone.
La catástrofe llega
por lejos que se encuentre.

De modo que, estimadas
personas que me odiáis
con todas vuestras fuerzas,
haced como hago yo:
no perdáis la esperanza.
Más temprano que tarde
(o tal vez no)
me veréis consumida.
Más temprano que tarde
(o tal vez no)
haréis conmigo astillas.
Más temprano que tarde
(o tal vez no)
podréis pisar mi tumba.

O tal vez no.
Acaso os sobreviva.

30 de diciembre de 2012

Charles, le amo


Amado Charles Dickens: antes de que termine este año en que hemos conmemorado con reediciones y relecturas los 200 años de su nacimiento, permítame la osadía de hacerle saber en cinco puntos por qué le amo:

1. Porque sus personajes nunca son lo que parecen ser. Incluso a los ojos de alguien que aspira a emularle y que estudia los seres de ficción con meticulosidad de aprendiz ávido, siempre deparan grandes sorpresas. El estricto es corrupto. El malvado es un alma pura. La loca es una previsora meticulosa. El estafador es un rico heredero de incógnito. Es estupendo.

2. Porque en todas sus novelas hay ideas que quisiera robarle. La novia detenida para siempre a medio vestirse de Grandes Esperanzas. El secretario que es en realidad el propietario de todo de Nuestro común amigo. La aburrida señora de Bleak House mirando siempre por la ventana a la espera de algo emocionante... Hay muchos más.

3. Porque usted me permite conservar, a pesar de todo, la esperanza. Cree en la bondad y la pureza. Cree que el amor lo puede todo. Aboga por causas perdidas. Lucha por hacernos creer incluso aquello en lo que usted mismo ha dejado de creer hace tiempo.

4. Porque influyó usted en algunos de los escritores que más admiro, como Galdós, Pío Baroja o John Irving, tan dickensianos ellos, y porque su vida ha dado lugar a biografías que son casi tan interesantes como sus novelas, como la de Peter Ackroyd.

5. Porque siempre amé más a Wilkie Collins, su buen amigo. A su lado, usted me parecía un ser gris y falto de chispa. He podido reparar mi error, aunque sigo creyendo que Collins era el más talentoso de los dos, a pesar de que no le acompañaran su fama ni su fortuna.

28 de diciembre de 2012

Júbilo y podredumbre


Planté unos bulbos feos en un tiesto
y después de unos días de activa indiferencia
brotaron unos tallos rectos y convencidos, 
segurísimos. 

Me preparaba para la verdad
del desengaño atroz: que no existiera
nada de lo que estaba contemplando.
Tampoco ellas,
las flores rosas que llegaron luego
soberbias como ninfas.

Pero era cierto. Allí estaban las flores.
Hubo nieve la tarde de nuestra bienvenida.
Era nuestro el lugar. Y verdadero.
Una casa donde esperar milagros.
También la podredumbre será auténtica
cuando cruce el umbral para quedarse.
No olvides la derrota que te acecha
mientras cantas a gritos tu victoria.

25 de diciembre de 2012

24 de diciembre de 2012

23 de diciembre de 2012

Objetos perdidos (Micros del fin del mundo)


Un anillo de oro en forma de serpiente enrollada, con dos esmeraldas por ojos. Lo perdí a los dieciocho años. Me lo regaló alguien especial, para celebrar mi llegada a la Universidad. Alguien a quien le importaba que ya fuera Universitaria. Lo busqué durante años, por todas partes. Sobre todo, lo busqué en los resquicios de un viejo escritorio, porque estaba convencida de que allí lo había visto por última vez. Cuando mandé restaurar el mueble tenía treinta y cinco años y lo primero que le dije al artesano fue: Si al desmontarlo encuentra un anillo de oro en forma de serpiente, avíseme enseguida.

Anoche soñé con mi anillo perdido. Por la mañana, al despertar, lo encontré sobre la mesita de noche. Mientras escribo esto, en anillo brilla en el anular de mi mano derecha. Está como nuevo, como recién pulido. Las esmeraldas brillan como si pudieran entenderme.

Sobre la mesa tengo otros objetos: Una muñeca Nancy vestida de azafata de Iberia (uniforme de los años 70). Un pendiente de bisutería que fue de mi abuela, verde, en forma de lágrima. Una edición de La dama de blanco en dos tomos, ajada y amarillenta. Un chal de lana de alpaca, de color violáceo. Catorce guantes de piel (todos negros, abundan los de la mano izquierda). Siete paraguas (cuatro de ellos, plegables; tres de ellos, de color naranja). Dos pares de gafas de sol (de marca). Una pluma estilográfica marca Omas. Y varias cosas más, que perdí para siempre en algún momento de mi vida.

Observo todos estos objetos, que han aparecido de pronto en mi vestíbulo, como si la marea del tiempo los hubiera arrastrado hasta mí. Tienen un significado. Es éste: ahora somos lo mismo.
Nadie va a venir a buscarnos.

22 de diciembre de 2012

Terminar es difícil


El juez dictaminó que la muerte se había producido poco después de la medianoche del 22 de diciembre de 2012. La causa era evidente, pero la escribió de todos modos, con su letra ilegible: Asfixia (producida por ahorcamiento). Junto al cuerpo del suicida se encontró una nota que rezaba:

No soporto que las cosas no terminen cuando deben.

21 de diciembre de 2012

El reflejo del alma


A las nueve de la mañana del jueves detecté que me había salido un granito en la piel del cuello, cerca de la clavícula. A las dos de la tarde el zarpullido me cubría de la barbilla a las tetas. Por la tarde avanzó hacia el ombligo. Aquella noche avazó rápido. Las piernas, la espalda, las plantas de los pies... El viernes me levanté transformada por completo. Un monstruo purulento.
Llamé al dermatólogo. A varios de ellos. Ninguno podía darme hora para antes de un mes. Resolví encerrarme en casa. Después de descolgar, uno por uno, todos los espejos.

No me di cuenta de que las calles estaban desiertas hasta que sonaron las alarmas de las viviendas. Todas al mismo tiempo. Algunos vecinos asomaron las tímidas cabezas a las ventanas.

Sentí asco sólo de ver sus rostros. Estaban cubiertos de granos purulentos.
En el contenedor de la esquina, apilados, descubrí todos los espejos del barrio.

20 de diciembre de 2012

Biofilia (Micros del fin del mundo)


Como cada domingo, pasé la mañana en el jardín. Amontoné las hojas otoñales, podé el rosal, admiradé la buganvilla. Fue al ir a aplicar al limonero el tratamiento antiminadores de cítricos cuando reparé en que el fumigador estaba vacío. Me quité los guantes de jardinería y antes de salir lancé un último vistazo. Creo que fue una mirada de orgullo, porque las plantas no habían estado nunca tan frondosas, tan brillantes, tan perfumadas. Ni yo había tenido nunca ningún talento para la jardinería antes de mudarme aquí.

El centro de jardinería estaba cerca. No tardé ni cinco minutos.
Cuando regresé, encontré mi casa bajo una maraña de gruesas raíces, ramas superpobladas y hojas de un brillo amenazador. Tan espesa era la capa vegetal que no logré abrirme camino hacia la puerta.
"Así había de ser, tarde o temprano, me dije. Lo vegetal siempre espera un descuido nuestro para avanzar".
Y me marché con lo puesto.

19 de diciembre de 2012

I'ts a small world after all (Microcuento del Fin del mundo)


Los niños esperan para entrar. Esta es la única atracción del parque donde la cola avanza deprisa. Una barquita para ocho personas, un recorrido absurdo, muñecas cantarinas vestidas con trajes típicos de todas las regiones del mundo. It's a world of laughter, a world or tears / its a world of hopes, its a world of fear / theres so much that we share... Y lo único que tú tienes ganas de compartir es tu asco. Tu asco hacia todas estas estúpidas personas que, como tú, esperan su turno. Y al cabo, ¿para qué? ¿Para dar vueltas en una barquita viendo unas odiosas muñecas cantarinas?

De pronto, llega Mickey Mouse. El que faltaba, piensas. Los niños  salen de la cola y corren a abrazarle. Quieren que les hagas una foto con Mickey. Mickey Mouse abre la boca. Parece que  también va a cantar la maldita canción. Pero en lugar de decir It's a small world after all dice Diabolus missit me et consumatum est. Entonces saca la metralleta que llevaba escondida en el calzón rojo y comienza a disparar.

No te habías dado cuenta: la canción lleva un rato sin sonar.

18 de diciembre de 2012

Síntomas (Microcuento del Fin del Mundo)


A los niños les han dicho en el cole que deben estar contentos, porque nunca más tendrán deberes. El banco nos ha perdonado la hipoteca sin dar ninguna explicación. En ninguna librería he podido encontrar una novela que tenga menos de mil páginas. Nadie tiene ganas de sexo, sólo un deseo atávico, anterior a todo, de esconderse bajo tierra.
Quienes tienen jardín, esta mañana han empezado a cavar.





17 de diciembre de 2012

16 de diciembre de 2012

Por fin. La cubierta


Esta es, navegantes, la cubierta de mi nueva criatura. 
Ha dado mucho trabajo. Me gustaría saber qué os parece.

15 de diciembre de 2012

Flor alienígena


Me dije el primer día:
Pues bien, tengo diez años
antes de detestarte
o que me odies;
antes de que el vacío
mortal del mismo tedio
de otras veces
se instale entre nosotros,
antes que nos miremos
una noche a los ojos
y no nos quede nada
que decirnos.

Han pasado diez años
y dos de añadidura
y aquí no llega nadie
de los que yo esperaba.
Las cosas son distintas
esta vez. Por qué razón,
no alcanzo a comprenderlo.

El amor es contigo
como una de esas flores
que crecen a la sombra
en el jardín de nuestra casa nueva:
tan hermoso y tan raro
que parece alienígena;
un espejismo hermoso
que miro boquieabierta,
sin creerlo del todo.



14 de diciembre de 2012

15 segundos


Una vez le preguntaron a Patricia Highsmith cuánto descansaba entre novela y novela. Respondió: "15 segundos". 

Una documentación es un proceso de selección: encuentras y descartas. Escoges. Escoger es agotador. A veces, guardas un asunto para otra ocasión, más adelante. A veces ese asunto está guardado durante años, sin manifestarse, sin dar señales de vida. Hay asuntos muy dóciles, que esperan durante décadas. Otras, el asunto que guardaste pide a gritos salir. Te ordena que le prestes atención y tú acatas sus órdenes, dócil.

Natalia Ginzburg decía que la escritura es un amo. Un amo durísimo que no te deja respirar. Añado: un amo al que obedeces con gusto.

Nunca me había ocurrido. Acaban de llegarme las pruebas de mi próxima novela. Me miran, mudas, desde la mesa de la cocina. Tengo 17 días para corregirlas. Es decir, el proceso aún no está cerrado. Aún debo leer la novela recién terminada unas 3 o 4 veces más, hasta comenzar a aborrecerla. Aún me estoy despidiendo de ella. Pero ya estoy pensando en la siguiente. No tengo ni idea de por qué me ocurre esto. No necesito descansar, sino comenzar de nuevo. Creo que la semana que viene me lanzaré a una investigación que resolverá algunas incógnitas. Tal vez en unos pocos meses esté escribiendo de nuevo. Tal vez antes. Es maravilloso pensarlo. Lo mejor de una novela es pensarla. Esa fase en que aún todo es posible. Los 15 segundos de la vieja y sabia Patricia Highsmith.

* La imagen: Café con ideas en Madrid.



13 de diciembre de 2012

Voilà!: Tras las puertas cerradas.


He aquí Habitaciones cerradas en francés, recién salida del horno.
La traducción es de Roland Faye.

12 de diciembre de 2012

Cita a las doce y dos

Dubto que cap viatge
pugui ser res que el viatger no sigui
abans de començar-lo.

Joan Margarit
Es perd el senyal

10 de diciembre de 2012

Supermami de diciembre


28 de noviembre de 2012

Historia de un libro



Siempre es maravilloso poder recomendar algo con los ojos cerrados. Es el caso de este libro que hoy os presento y que tengo razones para considerar como un hijo, aunque tiene otros padres y madres, todo estupendos.

Empiezo por hacer yn poco de arqueología literaria: siempre he admirado el modo de concebir la literatura de Charles Dickens. Como un juego, como una diversión, como un espectáculo. Al autor británico le gustaba contar con sus amigos para publicar números especiales de Navidad de su revista All The Yeard Round. Los números iban buscadísimos y eran todo un éxito. En uno de ellos se publicó un cuento de Dickens -maravilloso- protagonizado por Miss Lirriper, la dueña de una pensión londinense. En las habitaciones de esa pensión se desarrollaban el resto de relatos del volumen. Es España, fue publicado por Alba, tiene relatos de Elisabeth Gaskell, Wilkie Collins y varios otros y lleva por título La señora Lirriper y otros relatos. Desde que lo leí pensé que sería estupendo hacer algo parecido.

Hay algo mejor que contar con un grupo de amigos que se sumen a esta iniciativa: contar con una editorial dispuesta a publicarla. Y no sólo a publicarla, sino a ilusionarse, a encargar una cubierta evocadora, ajustada al libro como un guante. Esa editorial ha sido Fábulas de Albión y su editora, autora también, Marian Womack.

Así pues, ya sabéis lo que hay tras esa bonita cubierta: 10 relatos de diez autores a los que admiro profundamente, que han aceptado la invitación dickensiana. La acción de los 10 cuentos ocurre en una de las habitaciones de Bleak House Inn, una pensión de mala nota en el centro de Londres. Los cuentos tienen personajes comunes y una atmósfera similar, aunque puede reconocerse la caligrafía exacta de las manos que los urdieron: las de Elia Barceló, César Mallorquí, Pilar Adón, Elena Medel, Marc Gual, Ismael Martínez Biurrún, Daniel Sánchez Prados, Óscar Esquivias, Francesc MIralles, Marian Womack y yo misma, aunque conmigo seamos once. Ha sido un privilegio divertidísimo coordinar algo así, y estoy tan entusiasmada con el resultado que no puedo dejar de recomendarlo. Es un homenaje a Dickens en el año en que se cumplen 200 años de su nacimiento, sí, pero es muchas otras cosas. Sobre todo, un buen libro.

Ojalá lo disfrutéis tanto como yo.

25 de noviembre de 2012

Explicar el mundo

Prometí intentar escribir una sinopsis de El aire que respiras, mi nueva novela, pero debo confesar que no soy capaz. Ni siquiera lo soy cuando en la editorial me piden una sinopsis. Cuando alguien me pregunta de qué va mi novela no sé qué decir. No se me ocurre nada.
Explicar una novela que tú misma has escrito es como explicar un mundo. Algo imposible de conseguir. Una novela no se explica, se lee. No se capta del todo si no se lee, quiero decir.

Cuando comencé a pensar en ella, esta novela era otra. Contaba una anécdota que empezaba y acababa en 1869. Estuve más de tres meses investigando. Visité varias veces la Biblioteca de la Real Academia de Historia, en Madrid, donde consulté un montón de legajos que llevaban décadas sin ser leídos por nadie. Luego, unas cosas me llevaron a otras, y como si la novela impusiera su propia voluntad, comencé a recular en el tiempo. 1854, 1851, 1847, 1842, 1835... en la noche de San Jaime de 1835 me detuve. Cambié de escenario, continué investigando en la Biblioteca de Catalunya, durante semanas leí sin descanso. Pero el tiempo -horror- continuaba retrocediendo contra mi voluntad... 1828, 1814, 1808. 


Has que se detuvo. 13 de febrero de 1808. Las tropas de Napoleón entran en Barcelona. Una época poco contada en la narrativa que tiene a Barcelona como escenario. En este proceso, que duró meses, como acabo de contar, la novela se transformó de arriba abajo. El episodio por el que había comenzado, el de 1869, apenas sale de refilón (tendré que recuperarlo en un futuro, porque sigo creyendo en su potencial como materia prima de una ficción) pero aquello a lo que he llegado me entusiasma. 


Hace ahora un año, estaba inmersa en la investigación. La Biblioteca de Catalunya está en la calle de L'Hospital, justo detrás (si se entra por La Rambla) del Mercat de la Boqueria. Al salir, en los meses de noviembre y diciembre, de las enormes estancias góticas, echaba a andar por La Rambla iluminada. Caminaba despacio, ausente, con la cabeza en todo lo que había estado leyendo durante todo el día y que hacía referencia, precisamente, a La Rambla. Su historia, su transformación después del 25 de julio de 1835. Padecí durante semanas el síndrome del novelista obsesionado: allá donde miraba, no veía lo que en la actualidad hay en La Rambla, sino lo que hubo 200 años atrás. Fue en uno de aquellos regresos a casa, Rambla arriba, cuando se me ocurrió la primera escena de la nueva novela. Ángel Brancaleone, el protagonista, al que entonces apenas conocía, caminando tras los pasos de una mujer desde Drassanes a Canaletes. Era una excusa, una estrategia narrativa. Ese paseo me permitiría mostrar La Rambla de 1828, tan y tan distinta a la actual, y al mismo tiempo, los sentimientos de Ángel, su devoción por esa mujer a la que sigue. 


La escena no es la primera de la novela, sino que está hacia la mitad, más o menos. Pero fue el origen de todo.

Y ahora, como soy muy consciente de que no os he explicado nada (lo siento, de verdad) ni he hecho nada parecido a un resumen, os dejo la sinopsis oficial, la que saldrá en la contracubierta del libro el 22 de febrero de 2013, que es la fecha oficial de publicación:


Virginia acaba de heredar el negocio familiar: la librería Palinuro. Entre el montón de ejemplares, polvo y papeles que su padre acumuló, pronto aparece la historia de Carlota Guillot y la búsqueda de un libro, escurridizo y caprichoso, que formó parte de una de las bibliotecas particulares más sibaritas de la Barcelona napoleónica. Una historia prolongada a lo largo de las décadas más convulsas del siglo XIX en que la ciudad asistió, incrédula, a su mayor transformación: el derribo de las murallas y la urbanización de su paseo más emblemático, La Rambla.
     
El aire que respiras es un canto de amor a los libros, pero también a la ciudad de Barcelona. Después de leer esta gran historia coral, la ciudad no volverá a ser la misma. O será –otra vez– la que dejó de ser hace 200 años.

«Quien ama los libros y tiene que vivir lejos de ellos, 
poco a poco va perdiendo el alma».


* Las imágenes: Uno de los documentos consultados en la RAH de Madrid 
y una de las salas de la BNC. La segunda es de Deni Olmedo.

24 de noviembre de 2012

J. M. Coetzee le escribe a Paul Auster (cosecha de citas)

La parte más fea del mundo de las letras -las animadversiones, las lisonjas, las puñaladas por la espalda y esas cosas- vienen de una necesidad a veces desesperada de ganarse precariamente la vida.

* * *

Yo no tengo mucha fe en lo que hago. Para ser más preciso, tengo la fe justa para poder escribir.

* * *

Leer una página de Kleist es enfrentarse al hecho de que existe una Primera División de escritores, que tiene muy pocos miembros y en la que se juega a algo muy distinto.

* * *
 
Si se me plantea la opción de leer una novela del montón o pasar el rastrillo por el jardín, creo que prefiero pasar el rastrillo.

* * *

Escribir es una cuestión de dar y dar sin parar, sin respiro.

* * *

Lo que veo, lo veo con más claridad que cuando era joven. ¿Acaso me engaño?

J.M. Coetzee


Del epistolario Aquí y ahora
Paul Auster / J.M. Coetzee
Anagrama / Mondadori, 2012

7 de noviembre de 2012

Punto final.


4 de noviembre de 2012

El aire que respiras


—¿Usted tiene hijos, Ángel?

—No habría sido oportuno, sin madre que los criara.

Carlota no sabe cómo interpretar las palabras del librero, pero balbucea algo que se parece a una condolencia:

—Vaya, cómo lamento…

Él aclara el posible malentendido:

—Nunca me casé. No encontré a la mujer que se pareciera a mi ideal.

—Eso es porque puso usted el listón demasiado alto —sonríe ella.

—O porque no me atreví a saltar lo suficiente para alcanzar mi sueño.

—¿Un sueño?

—Sí, hecho de aire. La pretensión de un iluso.

—No creo que fuera un iluso. Los sueños son necesarios para vivir, igual que el aire para respirar.

—Pero dicen que muy arriba el aire deja de ser respirable.

—¿Eso dicen? ¡Yo no lo creo! El aire que respiramos es la materia que nos nutre. A mí me parece muy hermoso respirar sueños, señor Brancaleone. Cuanto más altos se encuentren, mucho mejor. Y si no podemos saltar lo bastante alto, siempre podemos aprender a volar.

3 de noviembre de 2012

El aspirador. Minihistorieta de Adrián Olmedo *



* Hoy cedo mi blog al debut de un joven dibujante y autor de novelas gráficas que acaba de terminar sus tres primeras microhistorietas. Os dejamos una de muestra. Debo confesar que siento predilección por este artista en ciernes.

Adrián Olmedo Santos nació en Barcelona en 2002. Estudia sexto de primaria y primer curso de manga en la escuela JOSO. Lo que más le gusta del mundo es: dibujar, escribir, viajar y comer hamburguesas (por este orden y dicho por él mismo).

2 de noviembre de 2012

Un crimen bíblico (fragmento descartado de "El aire que respiras")

 
El toque de ánimas todavía no ha acabado cuando Néstor Pérez de León ve detenerse su propio coche en la puerta de su casa. Dos criados le ayudan a bajar la escalera y le depositan junto al san Cristóbal de piedra. Uno de ellos corre a abrir la puerta y el otro sale fuera, para hacer lo propio con la portezuela del carruaje. Llueve a cántaros. En el escaso metro y medio que separa su portal del interior del carruaje, Néstor Pérez de León se ensopa.
    Lo primero que percibe al entrar en el coche es la oscuridad y una mezcla de olores penetrantes entre los que distingue sudor, incienso y ajo. La presencia de su Ilustrísima es como la de un dragón. Se percibe incluso en silencio. Su cuerpo es grande, desprende calor, ronca al respirar, se cubre con una capa que le da un cierto aspecto de montaña en movimiento.
—Buenas noches, amigo mío —saluda su Ilustrísima nada más verle llegar.
—Cardenal… —resuella Pérez, dejándose caer en el asiento—, qué feliz me hace conoceros, al fin.
Su Ilustrísima es hombre de pocas palabras, según comprueba Pérez al poco de estar en su compañía. Debe de ser de esos humanistas que para expresar sus ideas con libertad precisan de la connivencia de la tinta y la pluma. Es cosa de grandes tímidos, se dice, o tal vez de espíritus de ideas tan elevadas que no hallan como expresarlas con palabras vulgares. O de embusteros que se hacen pasar por lo que no son y se hallan de pronto sin palabras con que sostener su engaño.
Néstor Pérez de León es olvidadizo por naturaleza, pero ha reconocido al capellán Girabancas, escudero inseparable de monsieur Guillot, nada más verle. A pesar de la oscuridad y de la noche de perros. Allí donde otros sólo habrían olido un aroma a ajo bastante impertinente, él huele a conspiración, a engaño, a muerte ajena. Por suerte, siempre ha sido un hombre precavido, y sigue llevando en la caña de la bota el estilete de plata que es su mejor defensa. Y más ahora, que no tiene nada que perder.
—Y dígame, amigo mío —habla Pérez— ¿trae algo para mí?
—Ahora mismo iba a ponerlo en sus manos —la montaña humana se desplaza hacia un lado y deja a la vista, sobre el asiento, dos volúmenes grandes y pesados, con tapas en madera y cierres metálicos—. Aquí tiene, señor Pérez. El regalo que le debía a cambio de tantas horas de placer.
A Néstor Pérez de León le bullen demasiadas preguntas en la cabeza y necesita formularlas, pero ante la visión de los libros decide dejarlas para más tarde. Toma el primero de los volúmenes, que corresponde al Tomo I de la Vulgata que Gutemberg imprimió en Magunzia, y la abre, extasiado. De todos los libros con deseó tener en su vida, ninguno supera a éste en belleza, en majestuosidad. Ante su vista, mientras pasa sus páginas de pergamino crujiente, olvida su propósito. OLvida que en cuanto termine la lectura, matará a este hombre inmenso que sonríe de un modo bobalicón, sentado en el otro asiento de su mismo carruaje. Y luego echará el despojo al mar, desde lo altgo de la Muralla, para que lo devoren los peces, que en esta época están hambrientos.

1 de noviembre de 2012

Mirada nocturna


Vuelves a casa.
Hubo un tiempo en que sólo pensabas en huir.
Ahora, en cambio, sólo piensas en volver.
Una casa es el lugar donde eres esperado.
Pero no sólo eso. También es el lugar al que deseas regresar.


 

30 de octubre de 2012

Con ustedes... Filippo Brancaleone


Creo que va siendo hora de presentaros a Filippo Brancaleone, uno de los personajes de mi nueva novela, El aire que respiras. Es un muchacho italiano, de Génova, reclutado a la fuerza por las tropas de Napoleón para combatir en España. Llega a Barcelona con 17 años, en 1808, está muerto de miedo y no sabe empuñar la bayoneta. Por eso sus superiores se apiadan de él y la dan un tambor, ese con el que sale en la foto. Luego se vuelve ladrón a la fuerza, desertor por amor, casi muerto, padre, exiliado, campanero y mil cosas más que ya he contado en otra parte.

El soldado de plomo, auténtico, fabricado por Alymer, lo encontré en un anticuario y enseguida me gritó: "¡Eh! ¡Aquí! ¿No me reconoces? ¡Soy yo, Brancaleone!". Lo compré al instante, claro, aunque debo reconocer que a mi personaje le imaginaba más guapo y más espigado. Estaba terminando la documentación. Lo dejé sobre la mesa, justo debajo de la pantalla del ordenador. Desde ese instante, Filippo Brancaleone y yo hemos trabajado juntos, mano a mano. Cuando me encallaba, él se marcaba unos toques cortos, severos, de atención. Cuando me salía una de esas escenas que justifica un largo día de trabajo, redoblaba con alegría. A veces nos dábamos mutuo consuelo: Ya queda menos, Care. Tienes razón, Filippo. Otras, me regañaba. Eh, tú, deja de mirar por la ventana, has dejado mi muerte a medias, céntrate en lo que tienes que hacer, caramba, ¿cómo puedes despistarte en un momento así?  Ay, sí, Filippo, perdona, ya voy. 

Creo que nos hemos hecho grandes amigos. Tanto, que ahora que a los dos nos ronda el punto final, quiero que se quede ahí, en mi mesa, acompañándome para siempre. Lo mismo ocurrirá con estos personajes, lo sé. Les voy a extrañar el resto de mi vida.

24 de octubre de 2012

Un parnaso bilingüe català - castellano


Leo sobre un dramaturgo llamado Francesc Altés i Casals, barcelonés, nacido en 1780, iniciador del romanticismo teatral catalán. Altés fue un acérrimo defensor de la libertad, se opuso al régimen tiránico de Fernando VII, conoció el exilio del gobierno y el odio de sus coetáneos, aunque también tuvo sus momentos de gloria. Estrenó muchas obras propias en el Teatro de Barcelona, es decir el de Santa Cruz, es decir el Principal, en la Rambla barcelonesa. Tradujo a Walter Scott y a multitud de autores teatrales franceses, que gracias a él se conocieron en su ciudad. Fue muy influyente en los autores teatrales posteriores y un buen teórico de la escritura dramática. Por supuesto, dilapidó las tres unidades clásicas, como buen romántico, pero también puso en cuestión las convenciones de los dramones que el público aplaudía en su tiempo. Murió en 1838 y el Diario de Barcelona le dedicó una necrológica larguísima loando sus muchos méritos y pronosticando la gloria eterna de su nombre.
Hoy nadie le conoce.

Hay dos causas. El teatro romántico, salvo excepciones, no tuvo en nuestro páis grandes exponentes. Visto con ojos de hoy, es ingenuo y desfasado. Sin embargo, algunos autores que pecaron de lo mismo aguantan el tirón y son más o menos perdonados por espectadores que comprenden lo que el paso del tiempo hace con los textos (y las modas, porque el Romanticismo fue, sobre todo entre nosotros, una moda). Pero, ah, Altés escribía en castellano. Xavier Fàbregas lo dice en su estupendo libro Les formes de diversió de la societat catalana romàntica (Curial, 1975): si hubiera escrito en catalán, hoy Altés formaría parte del parnaso de autores catalanes precursores de la Renaixença, en realidad muy influenciados por esta generación anterior que seguía considerando el castellano como lengua culta.

A mí me merecen respeto estos pioneros. Respeto y ternura, a decir verdad. Ya que la historia de la literatura castellana los tiene por poco sigificativos y la de la catalana los ha olvidado del todo, he decidido recordarles en las páginas de la novela que estoy terminando. Francesc Altés o Selma Rudega -su seudónimo- es un personaje más en esa Barcelona convulsa de los años treinta del XIX. Y también lo es Pau -o Pablo- Piferrer, otro que tal, que entre sus méritos tiene el de haber sido el primer recopilador de poesía popular catalana y de algún modo descubridor del poema del Compte Arnau. También escribía en castellano, aunque era más barcelonés que el polvo de la Rambla. Hay más: Jaume Tió, Albert Ribot. Este último escribió un drama protagonizado por Ramon Llull. En castellano. 

Y me pregunto, después de conocer a todos estos autores sin gloria, si no irá siendo hora, en esta tierra mía donde la lengua siempre es más que un medio para comunicarnos, y donde las palabras conectan siempre con el corazón y a veces con la vesícula biliar, me pregunto si no irá siendo hora de fundar un parnaso bilingüe, donde  tengamos cabida todos, con independencia de si ese día nos despertamos soñando en català o en castellano.


* La imagen: el teatro donde comencé a amar el teatro.

23 de octubre de 2012

Perturbación anímica producida por una idea fija


Últimamente repito mucho la palabra "obsesión" cuando hablo de escribir novelas. Alguien me pregunta cómo lo hago y yo sólo sé decir: trabajo y obsesión. El diccionario no puede ser más certero en su definición de la segunda: Perturbación anímica producida por una idea fija. Exacto. Esa soy yo.
Los merodeadores del silencio habréis notado que últimante estoy más por aquí. Se debe a que estoy en la fase final de la novela, esa en la que ya la historia rueda por una cuesta abajo porque el trabajo de hacerla rodar montaña arriba queda atrás. Las novelas tienen sus inercias. Hay un momento en que tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para seguir empujando. Y hay otro momento en que todo fluye y la novela parece rodar sola y empujarte por la misma ladera empinada. En fin. Yo y mis metáforas.
En este orden de cosas, la madrugada del pasado domingo fue para mí una noche de aguda, agudísima, perturbación anímica. Me acosté con la idea fija de cómo debía abordar una pequeña parte autónoma de la novela. Había hecho dos o tres pruebas esa tarde, pero ninguna me había satisfecho del todo. El narrador parecía embotado, porque acaso lo estaba yo, y nada tenía brillo ni interés. En resumen, no acababa de encontrar lo fundamental en una novela: el tono.
Durante la cena, mi marido me rogó que regresara al mundo de los mortales. De los mortales de carne y hueso, no de los de ficción, entre los que yo paso todo el día. No lo conseguí. La idea fija seguía zumbando, sin resolver.
Me acosté con ella, maldormí un rato y a las tres de la mañana abrí los ojos y me topé con la solución. Las ideas no siguen horario de oficina ni respetan nada. Allí estaba la idea, dándole órdenes a mi perturbación animíca, y yo me di cuenta de que no tenía nada que hacer, salvo acatarlas. Me levanté de la cama y subí al estudio, dispuesta a enfocar la parte de la novela que se me resistía.
Y así estuvimos, la idea, la perturbación y yo misma, hasta la hora de desayunar. Lo peor es que nadie en casa se sorprendió de aquella extravagancia de encontrarme despierta a esas horas de un domingo, lo cual demuestra que extravagancias cometo muchas, cada vez más, tantas que forman parte de la normalidad de nuestra casa.
La novela continuó, con el tono apropiado y el problema resuelto. Cuando releí las páginas escritas, me maravillé de estar lúcida a esas horas intempestivas y casi sin dormir. Y la palabra "obsesión" se hizo un hueco aún mayor del que tenía en mi modus operandi cuando escribo novelas.

* La imagen: en esa casa del carrer Ample de Barcelona vive uno de mis personajes. La foto es del día en que fui a visitarle, pero no me recibió, yo creo que porque conocía mis intenciones.


22 de octubre de 2012

Objetos perdidos


Cuando me documento para escribir una novela, suelo leer mucha prensa de época. Para lo último -que está en su recta final- me zambullí en los Diario de Barcelona de los años 1808 a 1835. Era un diario oficial, muy pegado al poder, pero que tenía algunas secciones de información práctica, pensadas para las clases populares, que no tenían otros métodos para difundir sus cosas. Estas secciones son las que de verdad me gustan y me sirven cuando estoy buscando información. Una de esas secciones es la de "Pérdidas". La gente de la Barcelona aún amurallada -y por mucho tiempo más- acudía a la redacción del diario para dar fe de las cosas que extraviaba en la calle. A veces se ofrecían recomensas, otras no. Los objetos perdidos de esta época darían para escribir con ellos varios cuentos, por eso he confeccionado una pequeña lista. 
Ya sabéis, si encontráis alguno, puede que estéis ante un viajero en el tiempo.

-Una llave pequeña de cómoda
-Un borrico negro que llevaba puesta la sarria
-Un justillo de bombasí
-Una hebilla de plata
-Un pase para salir por las puertas de esta ciudad y tres francos
-Dos medias de seda envueltas en un pañuelo
-Un reloj de faltriquera
-Un canario con moño
-Un copo de hilo de lino blanco
-Un pañuelo de narices vermejo y blanco
-Unos anteojos
-Una llave de cuarto
-Una perrita blanca esquilada de medio cuerpo para abajo
-Una carta de seguridad
-Unos guantes de seda grises
-Un alfiler de pecho
-Una llave de escritorio
-Un rosario
-Unos calzones
-Un pie de rey de cobre
-Una cartera de tafilete
-Un manojo de papeles de música que son una sinfonía de oboe
-Un niño rubio de dos años y medio (sic)



* La imagen: La caja donde todo termina.

20 de octubre de 2012

Mis 10

Me piden que elija los 10 libros más importantes de mi vida, razonando mi respuesta, como en el cole. Esto es lo que digo:


1- La piedra lunar, de Wilkie Collins. Lo leí bajo las sábanas a los 11 años. Eso marca.

2- Rimas, de Bécquer. Dieron un toque trágico a mi adolescencia.

3- Cyrano de Bergerac, de Edmond Rostand. Durante años, soñé con escribir algo parecido

4- Cementerio de animales, de Stephen King. Por confesar una lectura inconfesable. Todos tenemos.

5- La voz a ti debida, de Pedro Salinas. En algún momento, todo lector gótico-romántico se da cuenta de que hay algo más allá.

6- El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez. Para mí, la mejor novela de su autor.

7-Primer amor, de Ivan Turgueniev. Mi primer pasaporte a Rusia.

8- Paisaje con grano de arena, de Wislawa Szymborska. La sencillez que seduce por su verdad.

9- Recuerdos del tiempo viejo, de José Zorrilla. Qué vulnerables son los grandes.

10- Yo confieso, de Jaume Cabré. La última pasión desenfrenada de mi vida como lectora.

18 de octubre de 2012

¡Vivan los Románticos!


Comoquiera que últimamente convivo con poetas románticos, me sirvo compartir con los alegres visitantes de este sitio virtual mi último descubrimiento, obra del muy serio caballero don Juan Eugenio Hartzenbusch, que parece alemán porque lo era su padre, siendo él muy castizo y muy madrileño, además de obsesionado -como todos los suyos- por las leyendas patrias. Se le conoce (no mucho, a decir verdad) por ser el autor del drama Los amantes de Teruel, recreación de la leyenda del mismo nombre y también por el atrevimiento de corregir a Cervantes en una edición del Quijote que anotó para la editorial barcelonesa Montaner y Simón. Mas, como se verá, gustaba a veces de entregarse a otros entretenimientos, por fortuna. Y discúlpeme el respetable por habérseme aferrado al estilo de este jueves otoñal esta pomposidad tan romántica, producto de la dicha convivencia y de la escritura de una escena que trascurre íntegra en el cementerio de un convento, en 1835 y entre seis amigos que todos hablan desta manera.
Y ahora, el poema:

LOS VIAJES
Juan Eugenio Hartzenbush
(1806-1880)

Un pescador, vecino de Bilbao,
cogió, yo no sé dónde, un bacalao.
-¿Qué vas a hacer conmigo?
(el pez le preguntó con voz llorosa).
Él respondió: -Te llevaré a mi esposa;
ella, con pulcritud y ligereza,
te cortará del cuerpo la cabeza;
negociaré después con un amigo
y si me da por ti maravedises
irás con él a recorrer países.
-¡Sin cabeza! ¡Ay de mí! (gritó el pescado)
y replicó discreto el vascongado:
-¿Por esa pequeñez te desazonas?
Pues hoy viajan así muchas personas.


* Por Dios que la instantánea es tan romántica como el bacalao de Hartzenbusch.

9 de octubre de 2012

Habla Virginia, una de las protagonistas de "El aire que respiras" (Fragmento descartado) *


Alrededor de una librería como la nuestra pululan personajes de todo tipo. Los despistados que no saben dónde entran y se quedan paralizados de estupor. Los que creen que la despistada eres tú y rebuscan en los anaqueles más altos pensando que encontrarán alguna joya que se te pasó por alto. Siguiendo las lecciones de mi padre, siempre dejo para ellos algún falso tesoro en las alturas. Se ponen contentísimos cuando los descubren, y yo me hago la sorprendida para no aguar su satisfacción. Luego están los asiduos. Conozco sus gustos, sus manías, sé lo que guardan bajo llave en sus casas, les escucho, les aconsejo, les presto ejemplares, les fío y les permito pagar a plazos, por mucho que mi padre proteste. No se me escapa que mi simpatía, junto con mi condición de mujer, son mis mejores bazas entre una clientela casi por completo masculina. 

Cuando una mujer entra en la librería, generalmente acompañando a su marido coleccionista, piensas que ojalá se hubiera quedado en casa, porque sólo sabe hacer dos cosas: arrugar la nariz cada vez que sél se interesa por el precio de un libro y recordarle la cantidad de cosas más útiles en que podría invertirse esa cantidad. A veces son las iracundas viudas que vienen a librarse de la biblioteca heredada y pretenden vender a precio de oro lo que en vida de sus difuntos hubieran regalado de buena gana. Aunque debo decir que suelen aceptar el precio que les ofrezco, por mucho que se aleje de sus aspiraciones iniciales. Las viudas de los bibliófilos venden con rabia, con desengaño, para recuperar el espacio —dicen— o para librarse del recuerdo de esos objetos malditos que en vida del marido les robó todo el protagonismo y gran parte de los cuartos. Si ellos hubieran podido saberlo, se habrían divorciado antes de permitir que sus tesoros cayeran en tales garras.



* La imagen: La conjuración de Catilina y la guerra de Iugurta, de Cayo Salustio Críspulo, el que se considera obra cumbre de la imprenta española, impreso por Joaquín Ibarra en 1772. Es uno de los ejemplares que se conserva en la biblioteca de la Real Academia de Historia, donde comencé la documentación de la novela.

7 de octubre de 2012

Memoria (oficial) de mi paso por Verines 2012


Este año los encuentros de Verines se dedicaron a la Literatura Juvenil y esta es la prueba de que allí anduve, con un puñado de compañeros. Hizo buen tiempo, hablamos sin parar y nos lo pasamos bien.

6 de octubre de 2012

Y mis libros sin mí


Mi bibliografía y yo

Lo reconozco: hace días que quería tomar esta foto, sólo para confirmar que la bibliografía que he utilizado -que aún estoy utilizando- para la escritura de EL AIRE QUE RESPIRAS, mi nueva novela, puestos los libros unos encima de otros, me supera en altura.

La foto tuvo sus dificultades técnicas (la tomó mi hija Elia, muerta de terror de que la pila se desmoronara de repente, como amenazaba).

En fin, ahí está: empíricamente demostrado.
Y aún quedaron libros fuera.

29 de septiembre de 2012

Luna llena juvenil y romántica

Sí, sí, ya sé que desaparecí para terminar la novela.

Pero hoy no puedo dejar de compartir esto con vosotros. Juvenil romántica, esa web que capitanea esa locomotora llamada Eva Rubio, dedica su reseña de hoy a mi novela Esta noche no hay Luna llena.

Para celebrarlo, os dejo la foto que le hice a las notas de la propia Eva Rubio cuando me contó su última idea: dejar constancia de lo que comen los personajes de todas las novelas que reseña. Me he dado cuenta, por cierto, de que no comen muy sano en esta novela mía, mecachis. Prometo enmendarlo en un futuro. O no.


28 de septiembre de 2012

Cerrado por finalización de novela.


Me encierro a terminar, EL AIRE QUE RESPIRAS, mi nueva novela.
Volveré el 10 de noviembre, con mucho que contar.  

18 de septiembre de 2012

Barcelona, esa ciudad horrible, según Prosper Mérimée

 

Me lo he pasado en grande leyendo la correspondencia que Prosper Mérimée, el autor de Carmen, envió desde España a lo largo de sus ocho largos viajes. Me admira ver que hablaba español a la perfección, sabía más lengua caló que alguno de los gitanos con los que coincidía y que incluso se atrevía con el catalán (dice haber leído en su lengua original la Crònica de Muntaner). No parece que estuviera en sus planes pisar Barcelona. Era más bien un forofo de todo lo andaluz, sus gentes y su cultura, y también iba y venía como Pedro por su casa por las dos Castillas. No sé si visitó Galicia o el resto del Norte peninsular. En Barcelona recaló, a su pesar, en noviembre de 1846 sólo después de contactar por carta con un personaje maravilloso de la época, el muy culto Pròsper de Bofarull, archivero del Archivo de la Corona de Aragón, a quien parece que le hizo mucha gracia conocer a un tocayo francés. Al parecer, nunca le había pasado a Bofarull tratar a alguien que llevara su mismo nombre. A pesar de que por aquel entonces los franceses no resultaban muy simpáticos a los catalanes en general y que Bofarull en particular tenía razones fundadas para desconfiar de ellos, dio a Mérimée un recibimiento digno de un príncipe, le ayudó a encontrar los documentos que buscaba en el Archivo, le invitó a comer (¡ese gesto admira a Mérimée viniendo de un catalán) y le sirvió de traductor en su lectura de la paleografía aragonesa. Mérimée se sumergía en el personaje de Pedro I el Cruel, rey de Castilla, sobre el que un año más tarde publicaría una novela. Me ha encantado conocer su tesón y sus desvelos a la hora de buscar documentación, de perseguir hasta el final datos inéditos o de procurarse libros que le resultan, en sus mismas palabras, indispensables. Me han encantado estas intimidades, supongo que porque a todos los locos nos gusta ver que hay otros tocados de nuestro mismo mal.

Pero lo que más me ha divertido, sin duda, es la opinión de Mérimée con respecto a los catalanes y Catalunya. Nada más llegar, el 10 de noviembre, escribe a sus amigos en París y sentencia: "Se está mejor aquí que en Andalucía, pero los nativos son inferiores en todo a los andaluces. Además, tienen un defecto mayor a mis ojos o, más bien, a mis oídos: no entiendo nada de su jerga".  En otra carta define Barcelona como "la capital de un departamento industrial". Cinco días más tarde dice que los catalanes son "como franceses ruines, un poco toscos y con grandes deseos de ganar dinero". Considera que sólo se parecen a los españoles en que "visten harapos rojos y llevan esparteñas". Las mujeres son "más reservadas que en Madrid" (no sabemos si eso le gustó o no, pero conociéndole, debió de encontrarlo un gravísimo defecto). De los hombres dice que su espíritu industrioso hace las reuniones sociales tremendamente aburridas. En las librerías que visita buscando bibliografía sólo encuentra "fárragos". Tampoco la comida es de su agrado. Descubre, horrorizado, que aquí no hay paella, como en su querida Valencia, y que el arroz lo guisan en cazuela de barro. Considera que todo lleva demasiado aceite y lo tilda de "atroz". Cuando Bofarull le invita a comer, sin embargo, acepta. Hay arroz a la cazuela y escudella. Más tarde habla de la escudella como de "esa sopa tan extraña cuyo nombre es imposible pronunciar cuando se ha nacido fuera de Catalunya". También frecuenta a Ferdinand Lesseps, embajador francés y gran amigo suyo, a quien le desea "que Dios le preserve de Catalunya y de los catalanes". Y concluye, devastador: "En fin, sin los Archivos, enviaría a Barcelona a todos los diablos".

Qué veleidades, este Mérimée. Voy a hacerle pasear por la ciudad que tanto odió, y que yo quiero tanto, en las páginas de mi próxima novela, que estoy -oh, albricias- terminando. No sé por qué razón, creo que estas miradas que llegan desde fuera nos ayudan a comprendernos mejor, aunque estemos del todo en desacuerdo con ellas. La de Mérimée es demoledora pero simpática. No me la podía perder. Espero que os guste conocerle en persona, en sus cuitas con la escudella.




* Los salones que frecuentó Mérimée en su estancia barcelonesa no debían de ser muy distintos al de la imagen. Corresponde al Palau Mornau, en el carrer Ample número 35. Un lugar importante por ser sede de conspiradores en 1809 y por acoger hoy el primer museu monográfico dedicado al cannabis del mundo. Merece la pena visitarlo, por cierto. En serio, esto no es ninguna novela.

16 de septiembre de 2012

Cita a las 15:35



Muerta es la morada donde no entran cada día un nuevo libro y un nuevo visitante. Nuevos amigos.

Claude Roy
El amante de las librerías

14 de septiembre de 2012

Escaparates





 

¡Gracias a los amigos que se alegran de encontrarme por el mundo!

12 de septiembre de 2012

Aprender a huir


Huir. Aprender a huir. Una vez escribí una novela que se llamaba así. Importante: Aprender de qué se huye y para qué. Saber hacerlo. No volver nunca la vista atrás.
La primera vez que levanté el vuelo tenía 24 años. Me fui sola a México. Sola con mi pasión americana y mis ganas de ver mundo. El planeta era demasiado ancho y ajeno para mis deseos. Fue el principio de un viaje que no termina aún y que sólo lo hará el día en que comprenda que tiene más ventajas quedarse en casa. Ese día dejaré de ser yo.
Desde que no tengo motivos para marcharme he descubierto que ya no sé permanecer en el mismo lugar durante mucho tiempo. De pronto, me acucian las ganas de escapar, de olvidar mi entorno, de dejar que se olviden de mí incluso aquellos que más amo. Voy y vengo y encuentro así un tipo de felicidad: la felicidad del nómada, una satisfacción primigenia, que las personas parece que llevamos grabada muy adentro. La felicidad de decir adiós sin saber si regresaremos algún día.

Ahora hay un nuevo descubrimiento en el camino. Mi hijo también ensaya sus primeros vuelos. Quiere ir, pero no sabe adónde. Quiere mantenerse en movimiento, descubrir, experimentar. Aún no pronunciaba bien algunas palabras elementales y de su boca ya salían destinos soñados: Japón, Londres, Los Ángeles, Nigeria. Uno de nuestros mayores pasatiempos ahora es planear viajes, imaginarlos. Le ayudo a descubrir que el placer de la huida nace ahí, en el plan, en el verbo en futuro o en condicional. En el sueño.
Tenemos en cartera tantos viajes que creo que las ganas de mi hijo de pasear conmigo se terminarán antes de que podamos cumplirlos todos. Pero nos quedará la felicidad de haberlos organizado y, en algunos casos, llevado a término. Traeremos una maleta extragrande cargada de recuerdos intangibles, y una certeza en el alma: Nos comprendemos, como sólo lo hacen quienes aman las miamas cosas. 
De qué huimos o hacia qué, ya poco importa.