Hace quince meses, exactamente en agosto de 2009, decidí escribir una novela sobre la memoria de una familia burguesa. Comencé a leer. Biografías y memorias, al principio. Epistolarios, artículos, alguna que otra novela (pocas: leo pocas novelas cuando escribo una novela). Me sumergí, literalmente, en algunas hemerotecas reales y otras virtuales. Los seguidores habituales de este blog habéis ido encontrando pistas de esa búsqueda en este sitio, donde he ido colgando a lo largo de todo este tiempo de pesquisas publicidad aparecida en la prensa de principios del siglo XX o de finales del XIX, alguna que otra crónica digna de guasa y curiosidades por el estilo.
Luego, como siempre ocurre, la novela se encalló. Cambié el narrador. Fue la primera de las dos veces que lo hice (un horror). La di por perdida definitivamente el día de mi cumplaeños de este año, exactamente el día en que cumplía 40. Anuncié a mis cuatro lectores de confianza: "He tirado la novela". Los cuatro se enfadaron, cada uno a su modo, pero los tres quisieron leerla. Deni dijo: "Estos personajes parecen amebas. Haz que les ocurran más cosas y salvarás la novela". Francesc dijo: "Lo más interesante son los recursos A y B. Explótalos más y salvarás la novela". Sandra dijo: "Me dan ganas de saber más. Termínala". Ángeles dijo: "Los personajes son seres humanos. Quiero conocerles."
Así que la resucité, la reescribí de cabo a rabo. Hubo un momento en que tenía cuatro versiones (numeradas del 1 al 4), y no sabía cuál era la buena. Maté personajes, nacieron otros, le cambié la vida entera a la protagonista (le puse un amante, le quite el amente, la hice soltera, casada, malcasada, con hijos...), eliminé más de 120 páginas... Luego llegó el verano, me fui al lago de Como y allí, mirando las montañas, todo cobró sentido. A mi lado estaba Ángeles, y eso nunca es un detalle que deba ocultarse. Ángeles inspira. Tanto como el lago de Como o más.
Desde el 25 de agosto he escrito compulsivamente. Llegué al número de páginas que había previsto (300) pero la historia necesitaba más para cerrarse. Seguí adelante. En los últimos meses, he despertado casi casa noche urgida por apuntar escenas, y diálogos, y nombres y pequeños y grandes detalles. Algunas noches más de tres veces. Pura obsesión. Hace más de un mes que estoy "terminando la novela".
Y hoy, de pronto, a las 13:54, la novela se ha terminado. He escrito la última frase, que tiene 12 líneas, y el punto final. Luego: "Esta novela se escribió en Mataró, Madrid, Turégano y Como entre abril de 2009 y noviembre de 2010". Un segundo después, me daba lástima haber terminado la novela. ¿Cómo voy a vivir sin ellos? ¿Sin Amadeo, sin Rodolfo, sin Violeta, sin Teresa, sin Concha...?
Me queda la corrección y la larga y hermosa etapa de edición, mano a mano con Miriam, mi editora. Pero ellos, mis personajes, ya se han desgajado de mí. Ya sé que no hay quien me entienda, pero les echo de menos.
Y soy feliz de haber terminado una historia que, a decir de uno de esos lectores en quien tanto confío, a día de hoy es lo mejor que he escrito nunca. Ahora lo que más deseo es que llegue a otras manos y haga reír, emocione, permita disfrutar a otros. Será a partir de abril, y este lugar, el primero donde exista, claro.