20 de diciembre de 2005

Cincuentenario de Tórtola Valencia


Se ha cumplido este año el cincuentenario de la muerte de Tórtola Valencia, una bailarina en la estela de Isadora Duncan o Eleanora Duse que vivió su máxima gloria en los escenarios europeos y latinoamericanos en las tres primeras décadas del siglo XX. Siempre he pensado que su habilidad, más que en el escenario, estuvo en inventar su leyenda. Contribuyó a ello el hecho de que fuera amiga y musa de artistas tan relevantes como Zuloaga, Valle-Inclán, Rubén Darío o Jacinto Benavente, por citar sólo a algunos de sus muchos y confesos admiradores. Las anécdotas que explicaba en sus entrevistas no tienen desperdicio: que llevaba siempre al cuello una alhaja fabricada con las vértebras de un pretendiente que murió de amor por ella; que un príncipe indígea se arrojó a un volcán al no ser correspondido; que un zar ruso conquistó una ciudad sólo para entregársela... La realidad se adivina pese a lo mucho que ella trató de maquillarla a través de su vida y de su ingente legado (conservado en el Institut del Teatre de Barcelona): fue una mujer avanzada a su época, que triunfó en medio mundo y pagó por ello un alto tributo de soledad. La vida de Tórtola Valencia ha inspirado algunas novelas en época reciente. Luis Antonio de Villena la hizo aparecer en su Divino. Yo misma centré en ella mi primera (y ya descatalogada) primera novela, El tango del perdedor. Recientemente, María Pilar Queralt del Hierro ha publicado una biografía de la artista en Editorial Lumen. Bien documentada, ajustada a la realidad y enriquecida con su legado más inrteresante: aquello que sus contemporáneos vieron en ella.

No hay comentarios: