El orden alfabético de mi biblioteca lleva a extraños matrimonios. Avellaneda, el de "el otro" Quijote, está custodiado por Paul Auster, padre ilegítimo de tantos, y Christine Aventin, una niña londinense que a sus 16 años publicó una novela de bajos fondos cargada de sexo y drogas. Si en el próximo expurgo prescindo de Aventin, quedaría Avellaneda emparejado con Francisco Ayala. Esa casualidad sería más satisactoria, también para ellos.
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