Recibo un mensaje de correo electrónico: alguien ha leído una novela que escribí hace 14 años. Le ha gustado mucho. Le ha amenizado un viaje por una ciudad desconocida, dice. No podía parar de leer. Se sentaba en cualquier parte, apuraba el tiempo para leer media página. Le ha gustado la novela porque trata temas actuales, que reflejan el mundo de hoy. Termina su carta con un entusiasta: "Sigue así".
Mi primer impulso es contestarle enseguida. Agradecérselo con sinceridad. Decirle que si un día soñé con ser escritora fue, precisamente, animada por la idea de que mis libros pudieran despertar en alguien las emociones que él acaba de describir. Sin embargo, me refreno. Leo de nuevo la última frase: "Sigue así". Una y otra vez.
Escribí esa novela hace 14 años. No he vuelto a releerla por miedo a no reconocerme en quien la tramó. Y también por pereza, lo confieso. ¿No habrá cosas interesantes que leer como para andar revisitándose a una misma, puaj? No tengo claro si he cambiado mucho. Escribo mejor, de eso estoy casi segura. En mis tramas de hoy ya no colean cabos sueltos (aquélla sí los tenía). Soy técnicamente mejor, pero ¿soy mejor escritora?
"Sigue así", escribió el lector ideal.
¿Sigue cómo? ¿He seguido de aquél modo, de alguno, de otro? ¿Había algún modo de seguir? ¿Se trocará en decepción el entusiasmo del lector viajero si lee algo de lo que he escrito últimamente? ¿Y si en realidad no me releo por culpa de aquel viejo terror, el de haber dado lo mejor de mí hace ya mucho tiempo?
¿Es terror lo que hace que en lugar de estar contestando a ese lector tan generoso, me halle aquí, a estas horas y con este calor, escribiendo sobre el pánico y la literatura?
2 comentarios:
Ánimo Care!
Bueno, sigue así nunca me había parecido tan terrorífico. Desde ahora lo sustituiré por un "que evoluciones a tu gusto"
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