7 de marzo de 2010

Damas y caballeros, con ustedes... ¡el genio Ifigenio!


Ifigenio es un genio en prácticas. Verde, muy elegante, aficionado a los crucigramas, perfecccionista... Como aún no ha conseguido el título, no tiene lámpara maravillosa y tiene que aparecerse en cualquier parte: botellitas de zumo, de leche, de agua, tazas del desayuno, tetra-bricks y ¡hasta cantimploras! No lo lleva muy bien, pero sabe que así será hasta que conceda su deseo número 999.999 y pueda por fin graduarse.
Mientras lo logra, Ifigenio cruza los dedos para que los niños que le hacen aparecer no deseen cosas demasiado difíciles, que le pongan en apuros o le obliguen a llamar a la oficina todo el rato. En realidad, sueña con que le pidan animales (es fácil concederlos, y están en el Catálogo de Deseos Homologados, que siempre lleva consigo). Pero no hay forma. Los niños de hoy en día no piensan las cosas, o quieren deseos tan abstractos, poéticos o exóticos que el pobre Ifigenio se vuelve loco a la hora de concederlos. Por no hablar de algunos deseos con los que no está de acuerdo en absoluto, como el de una niña guapísima que le pide convertirse en una planta, ¡habráse visto!

En fin. A finales de marzo Ifigenio se aparecerá en todas las librerías. Habrá versión en castellano y en catalán, ambas en Macmillan. La colección constará de seis títulos, y de entrada aparecen tres: Un ratón llamado Elefante, Quiero ser una planta y Ada, la genia. La ilustradora que ha obrado el prodigio de convertir a Ifigenio en esa figura simpática que veis es Issa Sánchez-Bella.
En la imagen tenéis a Ifigenio en compañía de Adrián, el protagonista del primer cuento. Es un niño muy listo, que sueña con tener un elefante, sólo que no ha pensado en un detalle importantísimo: para tener un elefante hace falta disponer de espacio donde guardarlo.
Añado que para mí es un cuento entrañable, porque Adrián -el de verdad- es mi hijo, y el elefante, su sueño incumplido. Por suerte, porque en esta casa nuestra sólo nos faltaría un elefante para estar de verdad al completo. Sólo deseo que sin un día conoce a Ifigenio, lleguen a un pacto razonable, como el del cuento que hoy he querido presentaros en exclusiva, navegantes.
¡Felices deseos!

5 comentarios:

Begoña Argallo dijo...

La verdad que no sé de donde sacas el ingenio pero me ha parecido genial este Ifigenio al que una niña le pide convertirse en una planta, ¿de verdad hay niñas que quieren convertirse en plantas?; estoy segura de no conocer a ninguna. Claro que tampoco conozco niños que quieran tener elefantes, así que las mentes brillantes deben ser hereditarias.
Buscaré a Ifigenio, los magos modernos me pueden :)

Meltalle dijo...

Buenas, je, je, la verdad que lo que no se le ocurra a Care... XD
Por cierto, como ya dije en antaño: el libro tiene muy buena pinta. Pero, hasta que no termine la colección de Arcanus, prefiero quedarme como estoy. No me gusta mezclar. Aunque, seguramente se lo regale a alguien que tengo pensado.

Y por último resaltar determinados vocablos de Begoña que, no sé si lo ha hecho a propósito con relación al tema o no, como son las palabras "in[genio]" o "genial". Ja, ja, en lo que se fija uno...

Saludos mágicos

Begoña Argallo dijo...

Lo confieso, me gusta hacer juegos de palabras :)

Meltalle dijo...

Buenas, je,je, a mí también, por eso me he dado cuenta. Begoña, ¿a que tiene muy buena pinta el libro?... Como dirían los niños pequeños: "¡Me lo pido!". XD

Ikima dijo...

Muy buena pinta, sí que es verdad :) Aunque no estoy de acuerdo con eso de que los niños no quieren tener elefantes jeje. Mi padre, que le cambia el nombre a todo, le llama lali o lalifante a los elefantes, y tanto a mis primas pequeñas como a mi sobrina, no habría nada que le hiciera más ilusión que tener un lali en el patio. Mi sobrina tiene 3 años y aún se deja engañar, así que de verdad piensa que cualquier día llegará y se cumplirá su sueño de que el abuelo se lo haya comprado (él es un fabulador, le encanta alimentar la mentira, o mejor dicho la ilusión).