Los dragones de galleta estaban riquísimos. Los compré en Rambla de Catalunya. Los de la segunda foto, junto con las rosas de la tercera, los hicieron los alumnos del Colegio Andersen Galdós, de Terrassa. La rosa es la mía, la que a última hora, cuando estoy rendida de firmar, me trae todos los años el hombre de mi vida. En la última, la rosa como acompañante, robada desde un taxi en plena prisa.
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