De pronto, mi vida se ha llenado de escaleras. No hablo en sentido figurado, sino real. 62 escalones que subo y bajo todos los días varias veces. Las escaleras suscitan comentarios, dictámenes, predicciones, alguna que otra originalidad y, sobre todo, interés. Algunos nos vaticinan que serán ellas, y no otros motivos, quienes nos echarán de este lugar dentro de unos años. Otros las ven como la garantía de nuestra buena salud, como si fuera imposible no estar sano con tanto ir y venir por las escaleras. A nadie dejan indiferente, ni siquiera a nosotros. Varias veces al día maldecimos las escaleras. De vez en cuando, también las bendecimos.
Leyendo a Bill Bryson he aprendido que en el Reino Unido mueren todos los años más de tres mil personas al caerse por las escaleras. El cine nos ha servido una buena dosis de ese tipo de accidentes. Recuerdo, sin pensar mucho, Lo que el viento se llevó, La sombra de una duda o hasta La dama y el vagabundo. Las escaleras y el cine han formado desde antiguo un buen tándem. He intentado buscar datos de accidentes en escaleras en nuestro país, pero no he dado con ellos. El Instituto Nacional de Estadística presta más atención a otras causas de defunción. Como no veo por qué tenemos que ser muy distintos en esto a los ingleses, hago mis propios cálculos -sirviéndome de la inexacta estadística- y llego a la conclusión de que en España deben de morir todos los años unas 2.275 personas al caerse por las escaleras. Busco en Internet algún tipo de confirmación, sin ningún éxito, y al hacerlo tropiezo con el caso de un ladrón que se coló en una casa vacía y murió al caer por las escaleras mientras llevaba en brazos un voluminoso televisor. Le encontraron los dueños al volver de vacaciones.
Pensando en el pobre ladrón, llego a la conclusión de que no ha leído a Bryson. Si lo hubiera hecho habría sabido que es muy peligroso trajinar cosas muy pesadas por las escaleras (más aún si uno es un enclenque y la escalera es empinada, datos que, en este caso, desconozco por completo). Puede que el ladrón se cayera en los tres últimos escalones o en los tres últimos. Sería lógico, puesto que es en estos seis escalones donde se debe extramar la precaución, puesto que en ellos se concentran el 90 por cien de los accidentes. Si la escalera era recta, las posibilidades de caer eran aún mayores. Y si el ladrón era ágil, aún aumentaba más el riesgo.
Yo, por ahora, he tropezado un par de veces en mis escaleras. Lo cual significa que tropezaré seis veces al año. Soy torpe y mi escalera tiene recodos, dos buenas noticias. Además, soy ibérica y aquí las estadísticas no prestan atención a las caídas por las escaleras. No tengo de qué preocuparme.
5 comentarios:
Alguien que conozco vive en un piso, segunda planta. Y siempre usa el ascensor porque dice que subir y bajar escaleras desgasta las rodillas. Yo en cambio diría que las fortalece.
Es tremenda la idea de que unas escaleras te echen de casa :)
Me he reído mucho leyendo tu entrada, y me he sentido aliviada también, ahora sé que como madre de adolescentes todas las cábalas que llevo a cabo sobre los temas que me preocupan son de lo más normal. Aunque nunca busco estadísticas para contrastar.No sé si me tranquilizarían o me pondrían peor...
Cuantísimos misterios puede
albergar una escalera....
¡Se te pondrán unas piernas diez!
Vanessa
Lo que cuesta subirlas y lo bien que se bajan.
Y como sean escaleras estrechitas...
Vivo en un cuarto, subo en ascensor y bajo por las escaleras, al menos un rato si que fortalezco las rodillas ;-))
Que las escaleras no puedan contigo Care.
Un abrazo grande.
vvo en un sexto sin ascensor y tengo dos niñas pequeñas,no os imaginais lo que cuesta subir cargadas las escaleras y tirando de las niñas!
Sin embargo no os habeis parado a pensar lo que se escondera detras de cada descansillo?infinidad de historias desde elportal hasta el sexto!
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