5 de octubre de 2014

Reflexiones inútiles ante un chocolate caliente en Iasi


Sigo en Rumanía. Hoy he tenído otra mesa redonda. No os asustéis. No he degollado a nadie. Todo lo contrario, he conocido a Claudia, una traductora brillante (la de la derecha, en la foto superior) que me ha reconciliado con el mundo (en especial con el de los traductores simultáneos). He compartido mesa con mi colega, narradora y poeta, Ioana Nicolaie, a quien me ha encantado conocer. He charlado durante un rato con 300 jóvenes acerca de Habitaciones cerradas ("Incapere ferecate", en rumano), que ellos habían leído. He disfrutado mucho. Es emocionante que la literatura pueda compartirse y que haya personas que quieran hacerlo.

La moderadora de hoy era una mujer, Emil Munteanu. Hablaba de pie en el escenario, detrás de un atril. Estaba muy preparada. Había seleccionado fragmentos de los libros que comentábamos. Se ha referido a ellos con propiedad, aunque brevemente. Del mío, considero que ha dicho cosas muy inteligentes. Luego cedía la palabra, se encargaba de que todo fuera ágil. Arrebataba el micrófono a quien se extendía demasiado. Las dos horas de hoy han pasado volando.

Lo cual me lleva a una reflexión. Esa tipología más o menos clásica de moderador, el moderador que no modera sino que sermonea, que dice tontería tras tontería sin salir de la más idiota autocomplacencia... ese tipo de moderador, ¿será mayoritariamente masculino? Me gustaría saberlo. 

Estoy en el Café Phoenix de Iasi, frente a una taza de chocolate caliente, mi trabajo en la FILIT ha terminado y no tengo absolutamente nada que hacer hasta que un taxi venga a buscarme de madrugada para llevarme al aeropuerto. Tengo tiempo, puedo reflexionar acerca de cualquier memez. Por ejemplo, el origen de la pesadez de los moderadores de mesas redondas sobre Literatura.

En otros campos existen estadísticas. Por ejemplo, la población presidiaria. 24 por ciento de mujeres. El resto, hombres. Los asesinos adolescentes. Sólo 2 por ciento de mujeres. Los directores de orquesta. 4 por ciento de mujeres. ¿Habrá algún dato que indique que los moderadores autocomplacientes son, pongamos, en un 89 por ciento hombres? ¿Un 93 por ciento?

¿Por qué matan los hombres? ¿Por qué dirigen orquestas? ¿Por qué moderan mesas redondas? No tengo ni la menor idea. ¿Qué pretenden las mujeres que hacen lo mismo? ¿A qué aspiran? ¿Y a qué aspiran ellos? ¿Son felices? ¿Se sienten bien? 

Intento recordar a los moderadores insufribles con quienes he tropezado a lo largo de mi vida y sólo acuden a mi cabeza hombres. En serio. Ni una sola mujer en ese rol de soy-una-pelmaza-pero-me-da-igual. Lo cual no significa que no haya mujeres pelmazas, y que éstas no puedan moderar mesas redondas sobre Literatura, y hablar hasta que la gente se desmaye o se muera de tedio y citar veinte veces a Ulises camino de Itaca. Pobre Ulises, qué culpa tendrá él, algún día le dedicaré un post. A modo de desagravio.

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