Miró hacia arriba, para comprobar que no se había equivocado
de lugar. «Préstamo de niños para Navidad», rezaba el rótulo. Nada más entrar,
un cartel multicolor proclamaba la certeza que servía de inspiración a todos
los voluntarios que trabajaban allí: Haga
sus Navidades inolvidables. Ponga en ellas un niño (o niña).
En aquel momento no había nadie esperando, una suerte.
Rellenó la solicitud, procurando escribir sus datos con buena letra. En el
espacio que decía: «Exponga brevemente sus motivos para solicitar nuestros
servicios, escribió: Estoy solo.»
No podía ser más breve. Tampoco
más cierto. Le aseguraron que recibiría respuesta en una plazo máximo de una
semana. Se le hizo eterna. Y eso que tardaron sólo seis días en enviarle un correo
electrónico que anunciaba: «En respuesta a su solicitud, durante las próximas
Navidades contará usted con la visita de Laura, de ocho años». Tuvo que leerlo
cuatro veces para creérselo, con los ojos llenos de lágrimas.
Fueron
las Navidades más felices de su vida. Hizo todo lo que había soñado durante
años y años de soledad: patinar sobre hielo, adornar el árbol de Navidad, ir a
escuchar un concierto de valses y polcas, escribir poemas navideños en
preciosas postales, ver la cabalgata de los reyes magos subido a una escalera,
comer turrón de chocolate hasta tener dolor de barriga, cantar villancicos
desafinando mucho, ir al mercado a compadecer a los pavos rellenos…
Al
llegar el día 7 de enero, Laura tuvo que marcharse. Se llevó los regalos y una
cesta llena de dulces.
Pero
dejó los recuerdos que había protagonizado, que permanecieron allí, muy vivos,
el resto de su vida.
A veces, cuando se siente solo y
hace mucho frío, él se arropa con ellos. Entonces se cree un hombre de suerte.
1 comentario:
Conozco a un matrimonio que rellenó la solicitud para acoger en su casa todos los años a un niño procedente de la catástrofe de Chernovil. También a otras familias que acogen niños Saharauis. Y que esperan con ansiedad su llegada para disfrutar ese mes junto a él. Y que viven todo el año de esos recuerdos compartidos.
El brillo de sus ojos al hablar de esos niños nada tiene que envidiar al de un diamante bien pulido. Esta entrada me lo hizo recordar.
Feliz Navidad¡¡¡
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