7 de febrero de 2006

Biblioteca Breve: crónica


Como cada año, ayer estuve en el fallo del Premio Biblioteca Breve. Un lugar estupendo para ver a los amigos a quienes sólo ves una vez al año en el fallo del Biblioteca Breve. Lo malo será que un año se lo den a uno de ellos y no podamos disfrutar de su compañía porque deberá atender a los medios de comunicación y hacer esas cosas horribles que hay que hacer cuando ganas un premio literario (emocionarte, sonreír, ser estupendo/a, en fin...). Luisa Castro, por cierto, recordaba con sus brillos a una bailarina de charlestón de los años 20. El lugar, un poco claustrofóbico y caluroso, la Casa Fuster de Barcelona (han repetido ubicación): muy bonito el primer piso, donde el cóctel, pero insufrible el sótano donde dan de comer («¿Qué sería esto antes? ¿El establo?», se preguntaba Robert Saladrigas). El poder de convocatoria de Seix Barral, enorme, como siempre, casi inverosímil (y eso que la verosimilitud es tan importante en la narrativa...). Eduardo Mendoza está cada día más joven. Le hablé de mis hijos: «Un hijo es como una novela que no se termina de corregir nunca», me dijo. Caballero Bonald me estrechó las manos cando le felicité por el Nacional de las Letras. Invité a cenar a casa a Jorge Volpi, que ahora vive en San Sebastián (Jorge, no te olvides). Ángela Vallvey estaba más guapa que nunca (las fotos jamás le hacen justicia), diciendo que las relaciones públicas no se le dan bien. Mentira. Andrés Neuman me tocó el culo. Creo que mi culo le gustó más que de costumbre. A mí él me gusta tanto como siempre (con perdón, ambas cosas, de Erika). Qué peligro tiene, tan guapo, tan inteligente y tan talentoso. Para ser perfecto a la par que de mi gusto le falta un palmo (mejor dos). Ah, y que el Caballero de Olmedo amenaza con tocarle el culo a su novia cuando nos veamos. Ejem. Poli G. Navarro estaba como siempre, efusivo, querible, peludo. Fernando Iwasaki, en cambio, tenía un cierto aire de dandy recién abandonado. Igual que Juan Manuel González, pero en él es más habitual, ya no sorprende. Yo siempre abandonaría, además, a un hombre que fumara en pipa. A Rosa Regás la vi algo más pálida y arrugada de lo que esperaba. Ana María Moix llevaba un abrigo horrible. Susana Fortes estaría más guapa con 10 kilos más. Emili Teixidor se escamaba de que la portada del libro ya estuviera en el punto de lectura que nos regalaron con el menú del almuerzo. Robert Saladrigas no encontró la hueva de trucha en la ¿ensalada? que nos sirvieron como primer plato. ¿Ensalada? Un yerbajo viudo. El segundo estuvo mejor (una muestra de cordero), y el postre, espectacular. Bien: mejor en sentido ascendente que al revés. Joaquín Pérez Azaústre está cada vez más guapo, qué ojazos, qué todo, y le dejé por Caballero Bonald, qué idiota soy (aunque creo que lo entendió y hasta lo aprobó). Ricard Ruiz, de negro como acostumbra, con esa sonrisa con hoyuelo incluido. Gabi Martínez, el hombre serio, también como suele. Y todos los que no nombro. Editores (ah, qué fascinantes), agentes (siempre a punto de despellejar a alguien), periodistas (se les reconoce por su libreta o su prisa, o ambas cosas). Una agente, por cierto, contó varias intimidades y algunas porquerías de la flamante ganadora de la velada en mi misma mesa. Entretenido pero imperdonable y, por tanto, irreproducible. La mía, en cambio, lo digo y lo diré hasta la muerte, se caracteriza por no cometer jamás este tipo de ordinarieces. Y luego estaba esa plasta de Care Santos, hablándole a todo el mundo de sus tres niños y del año estragado pero felicísimo que padece. Seguro que más de uno la evita a partir de ahora, a ella, al tema o a ambas cosas a la vez. Ah, y dejo para el final lo mejor: una periodista que también es escritora y también es inteligente, Eva Piquer, me felicitó, nada más llegar, por el punto final de la entrada de ayer y anticipándose a mi torpeza me dijo que lee este blog (hola, Eva, maca!), qué alegría. En fin. Sólo espero que esta crónica sesgada del Biblioteca Breve no sea como todo lo que se lee por ahí de los premios literarios, amigos y amigas que os detenéis aquí.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Jodé, qué glamour de post, y cuánto buen cuentista reunido.

miwok dijo...

Eres amiga de Ángela Vallvey?? Me encanta como escribe...es divertida? es simpática? es lo que parece por sus libros...

Anónimo dijo...

Hola, Care, maca!

Sí, noia, et llegeixo. I m'ha fet il·lusió que em citessis amb nom i cognom, perquè jo ja m'havia vist retratada unes línies abans, quan has parlat dels periodistes amb llibreta i presses incorporades.
M'he quedat amb les ganes de saber qui era l'agent indisccreta...
Un petonàs.

Anónimo dijo...

indiscreta, vull dir

Care dijo...

Óscar: siempre he echado de menos una sección de crónica social literaria en alguna parte. ¡Ha llegdo el momento de solventar ese vacío!
Matías, cuentofílico: te va a gustar la entrada de mañana. Y bienvenido seas.
Miwok: Ángela es mucho más de lo que parece.
Eva: Mejor la paja en el ojo ajeno.

darkverzight dijo...

Jo Care...la verdad es que cuando leo cosas así sólo pueod pensar: qué pasada...
Por cierto, qué guai que Eva Piquer tbn lea esto. Por si lo ve, decirle que en el cole cuando era más pequeña, leí un libro suyo, y me gustó mucho: Alicia al país de la televisió.
En todo caso, enhorabuena a las dos, soys muy buenas escritoras:-) (aunque eso ya lo sabéis...:-P

Anónimo dijo...

buena crónica, que nos deja como los buenos platos con hambre de más información.