Última noche en Estados Unidos. Son las 00.24 en Miami, las 6.24 en España, y me meto en la cama después de un día agotador en la Miami International University (agotador a la estadounidense, es decir a-go-ta-dorrrr). Para despejarnos un poco y regalarnos un fin de fiesta a la altura de las circunstancias, nuestros anfitriones nos llevan a cenar a un restaurante cubano de Cayo Vizcaíno, un lugar paradisiaco que parece un parque temático o el decorado de una película. Buena cena, violinista tocando de todo -incluso cha cha cha-, espontáneos bailando, una parejita celebrando sus bodas de oro acompañados de un séquito de nietos, luna mora en el cielo estrellado, calita de arena blanca, yates flotando en el agua y las luces de Miami Beach en algun lugar de la lontananza. Se escuchan risas en la lejanía y sopla la brisa marina. De postre, pastel de queso con lima. Luego, un paseo por la oscuridad de una calzada junto al agua, en la que Gonzalo Moure -el colega con quien he compartido los últimos dos días- miraba, como yo, los aviones que cruzaban en cielo sobre nuestras cabezas pensando, seguramente: mañana a esta ahora estaré allí arriba.
Así es. Mañana nos espera un último y obligado paseo, a Miami Beach, por supuesto, y ya el camino del aeropuerto y el regreso a casa. A estas horas, dentro de casi 24, ya estaré en casa. Estaré a punto de abrazar a mis hijos, recompensa de todos los regresos.
Ya en casa, un último consuelo: Los viajes sólo terminan al deshacer las maletas.
Buenas noches, visitantes. El lunes llegaré un poco tarde, pero llegaré.
1 comentario:
Feliz vuelta a casa,Care.
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