28 de marzo de 2006

En todas las mudanzas quedan cajas por abrir


De pronto, mientras veía un programa cualquiera en la televisión, sintió la punzada del sobresalto. Se levantó a toda prisa, subió la escalera y confirmó la sospecha: la caja estaba ahí, exactamente donde le había pronosticado su memoria. Seguía clausurada con gruesa cinta adhesiva.
«Seguro que ahí estarán también mis viejos botes de té», se dijo.
No estaban los botes.
El marido tenía los ojos entornados de quien es despertado en pleno sueño y la tez pálida del que ha permanecido largo tiempo a resguardo.
«Lo siento mucho, cariño», balbuceó ella con una risilla estúpida asomando a los labios, «me olvidé por completo».
«No te preocupes», respondió él, «ya no sabría vivir en otro sitio.»
Se acurrucó de nuevo, dio muy educado las buenas noches y con un hilo de voz apenas audible pidió:
«Por favor, cierra la tapa al salir.»

6 comentarios:

miwok dijo...

Qué bueno...

miwok dijo...
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Anónimo dijo...

Care, me ha gustado pero... he de admitirte que no acabo de entenderlo (también es cierto que hoy estoy un poco espeso). ¿Cómo se ha de interpretar?

Saludos,

Javier A.

B. Llamero dijo...

¡Ja, ja, ja...!
(Y aplausos)

Anónimo dijo...

Gracias Cristian. Lo veo claro. Ya te digo que hoy estaba espeso, un poco torpe.

Buenas noches,

Javier A.

Anónimo dijo...

Cristian, en relación a la experiencia sufrida con tu ex-jefa, te recomiendo una canción de Amaral: "Sebas, Guille, y los demás" (creo que se titula así). Un saludo,

Javier A.