3 de noviembre de 2006

Invisibles

Ya es posible volver invisible un objeto, leo en el periódico, que no deja de darme sorpresas, cuando no disgustos. No me preguntéis cómo ni por qué, pero tiene que ver con la fibra de vidrio y también con la obviedad de que las personas estamos hechas de distintos materiales. Lo que de verdad me interesan son las aplicaciones del invento. por el momento, más bien escasa: sólo lo han conseguido com un pedacito de cobre de cinco centímetros y gracias a la visión en microondas (como lo leo lo transcribo, aunque la preposición me inquiete y confunda) interesa dejar constancia de que la preposición me inquieta y confunde. Siguen algunos datos objetivos, de aquellos que resultan entendedores e incluso pueden llegar a ser lógicos. Por ejemplo: ¿os parece cosa de magia o del maletín de James Bond esto de hacer desaparecer objetos a la vista? Pues entonces os resultará coherente que todo un Sir británico se encuentre tras la noticia: un tal Sir John Pendry. Y llegado este punto, todos nos estamos preguntando: ¿Y quien paga a Sir Pendry para que pueda trabajar con la tranquilidad que estas cosas de la invisibilidad requieren? ¿Un filátropo protector de las ciencias que cree en el progreso del mundo por caminos insindables? ¿Un mecenas fan de Juan Tamariz? Pues no. Las investigaciones de pendry las financia el Ministerio de Defensa de Estados Unidos, cuyos miembros salvan cual perros de Pavlov sólo de pensar qué aplicaciones militares puede tener el invento del británico Pendry. ¿Enviar invisibles detectives a casa de cada uno de los ciudadanos sospechosos de algo según el criterio del preclaro Bush? Esa medida, desde luego, resolvería el problema del desempleo. ¿Crear un cuerpo de torturadores invisibles? ¿Crear la máquina eléctrica invisible, que mata igual pero con disimulo infinito? ¿Proclamar una ley de invisibilización obligatoria para mexicanos en particular y latinoamericanos en general?... Aunque sólo con fines militares ya imagino un montón de ventajas. Por ejemplo, un batallón de soldados invisibles lo tendría mucho más fácil para violar y asesinar a familias enteras en Irak y ahorrarse las siempre latosas consecuencias.
Aunque en lo doméstico también yo salivo cual mascota pavloviana. Pienso en las aplicaciones que la cosa pueda tener en la casa del futuro, esa que preconiza Bill Gates. Sería de gran utilidad hacer invisible la factura del teléfono, al niño que vuelve del colegio o incluso la mancha insoluble de la alfombra. Para no hablar de otras aplicaciones nacionales: invisibilizar a los subsaharianos que se empeñan en viajar en pateras, para que nadie pudiera contarlos, ni repartirlos, ni siquiera recibirlos como es debido. Tampoco les veríamos morir. Y ya puestos, volvamos invisibles a los que duermen en los cajeros, a los terroristas, a los jefes del partido al que no votaremos jamás, a la suegra que nunca atiende, al yerno con pendiente en la nariz, a los lunes por la mañana, al mes de septiembre, a los cinco días antes de cobrar... Es un filón, esto de los candidatos a desaparecer. Vaya, aún será verdad que Pendry estudia algo realmente útil.
Y, en el preciso instante en que todo lo que no nos gusta haya desaparecido de nuestro mundo, dedicaremos las largas tardes de los domingos a subir y bajar las persianas de nuestra casa inteligente. Arriba y abajo, como idiotas, durante horas. Arriba y abajo.

2 comentarios:

César dijo...

Hoy, care Care, he ido al Hipercor de Pozuelo y he intentado comprar "El dueño de las sombras", pero no había llegado todavía. El dependiente me ha comentado que ayer se presentó un montón de gente en la seccion de librería preguntando por tu novela. Mmmmm... huele a best seller :)

Care dijo...

¿De verdad, César? Qué cosas. Por cierto: ni se te ocurra comprarla. Estate atento al buzón.