13 de marzo de 2007

De Re Coquinaria (I)

Si no viviera de encadenar palabras para formar historias, estoy convencida de que montaría un restaurante. Y no para delegar trabajo a otros, sino para pasar el día entre fogones, algo que me parece tan excitante como pasarlo entre papeles. Lo único que no tengo del todo claro es qué carta podría ofrecer a mis comensales. Como en tantas otras cosas de la vida, en cuestiones gastronómicas mi indecisión bordea lo patológico. Elegir un restaurante para cenar un sábado es una tortura semejante a la de quedarme con un solo plato de una carta apetecible. Del mismo modo, tratar de saber qué habría en la carta de mi hipotética, quién sabe si futura, casa de comidas, es tarea casi imposible. Debería estar presente el sushi, pero también el rossejat de la Costa Brava –con su picada y su alioli-. No podría fatar el cous-cous pero tampoco el salmorejo, con sus virutas de jamón y su huevo duro (a la cordobesa). Entre los postres, debería haber mucho chocolate, en muchas texturas diferentes, pero no podría faltar la canela, la menta, el té verde y la miel. Es decir, una mezcla del Oriente por llegar con el mundo árabe que fuimos y con lo mediterráneo que no queremos dejar de ser.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Canto al Eletric blues bolero

A mi me agradaría alejarme de mi ser mediterráneo, no es que no quiera dejarlo, es que no puedo. Pero que se le va a hacer si yo nací en el puto mediterráneo,
En el centro mismo, durante un hundimiento, parto prematuro, sin morir, cubierto de sal para siempre, eso sí. Como un cacaué. Pero que le voy a hacer.
Puto mediterráneo. Vaya dónde vaya llevo tu sal como un cacaué
Y canto un electric blus bolero para tí, la canela, la menta, el té verde y la miel, yeh

Rafael Francisco Góchez dijo...

Si todo eso debe hacernos engordar, ¿seremos acaso obesos mentales, de tanta literatura?