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9 de agosto de 2008
ABIERTO POR VACACIONES
Me voy de vacaciones, pero el blog no cierra.
Desde mañana y hasta el 14 de septiembre (ambos incluidos), una foto de propio cuño cada día. Sin interrupciones de fin de semana.
Os dejo un cuento inédito DONDE SIEMPRE.
Volveré con energías renovadas el 15 de septiembre.
La imagen de hoy: el mismo mar de todos los veranos (con tormenta)
Desde mañana y hasta el 14 de septiembre (ambos incluidos), una foto de propio cuño cada día. Sin interrupciones de fin de semana.
Os dejo un cuento inédito DONDE SIEMPRE.
Volveré con energías renovadas el 15 de septiembre.
La imagen de hoy: el mismo mar de todos los veranos (con tormenta)
8 de agosto de 2008
Where We Write
Leo en Las bibliotecas perdidas, de Jesús Marchamalo (Renacimiento, 2008) que Faulkner escribió Mientras agonizo sobre una carretilla de minero vuelta del revés, cuando trabajaba en la mina. Que Valle-Inclán se aposentaba de vez en cuando a escribir en un banco del madrileño parque del Retiro o que Robert Graves tenía en su casa de Mallorca una habitación especial donde absolutamente todo, excepto los enchufes y los interruptores, estaba hecho a mano.
Pero el que más ternura despierta es, sin duda, Raymond Carver, quien a falta de tranquilidad en su casa a menudo escribía en el coche.
Virginia Woolf se construyó su habitación propia con lo que ganó con su novela Orlando. Nadie como ella habló de la importancia que tiene para los escritores disponer de un rincón donde trabajar. Una mesa, un poco de música y mucho silencio. Ese es mi ideal de habitación propia. Como a veces el silencio en casa es muy caro de conseguir, lo busco en monasterios. Este mes de agosto, alterno mi vida familiar multitudinaria con la monástica y silenciosa. Creo que son existencias que se desquician mutuamente, pero de momento no se me ocurre otro modo de trabajar mejor que éste. Tal vez debería probar el coche.
Por cierto, sospecho que Carver estaría muy incómodo, pobre. Ahora entiendo por qué sus cuentos son un ejemplo de brevedad. Tal vez no fue capacidad de síntesis, sino dolor de riñones.
La imagen de hoy: a través de la lucerna de mi habitación propia.
Pero el que más ternura despierta es, sin duda, Raymond Carver, quien a falta de tranquilidad en su casa a menudo escribía en el coche.
Virginia Woolf se construyó su habitación propia con lo que ganó con su novela Orlando. Nadie como ella habló de la importancia que tiene para los escritores disponer de un rincón donde trabajar. Una mesa, un poco de música y mucho silencio. Ese es mi ideal de habitación propia. Como a veces el silencio en casa es muy caro de conseguir, lo busco en monasterios. Este mes de agosto, alterno mi vida familiar multitudinaria con la monástica y silenciosa. Creo que son existencias que se desquician mutuamente, pero de momento no se me ocurre otro modo de trabajar mejor que éste. Tal vez debería probar el coche.
Por cierto, sospecho que Carver estaría muy incómodo, pobre. Ahora entiendo por qué sus cuentos son un ejemplo de brevedad. Tal vez no fue capacidad de síntesis, sino dolor de riñones.
La imagen de hoy: a través de la lucerna de mi habitación propia.
7 de agosto de 2008
De Diario de Golondrina, de Amélie Nothomb
6 de agosto de 2008
¡Sobredimensiona tu vida!
Me pregunta Martín, argentino de nacimiento, que trabaja en el departamento de "Transporte y Montaje" de la tienda Ikea de Badalona, si el sofá Beddinge, que acabo de adquirir, cabe por la puerta de mi casa. Le digo que sí.
Me cuenta Martín lo frecuente que resulta que los muebles comprados con aquella ilusión a medio camino entre el bricolage y la nomenclatura —los nombres invitan a gastar sin límite: Beddinge, Tromso, Harsltin, Hemnes...— luego no puedan introducirse en las repúblicas independientes de los respectivos compradores porque éstos se olvidaron de tomar medidas.
La gente supervalora su casa, sospecho. Compran un sofá enorme sin darse cuenta de que es más grande que el salón donde debería instalarse.
No me parece raro. También tendemos a sobrevalorar nuestra vida, nuestra familia, nuestro trabajo, a nosotros mismos...
Propongo que, por si acaso, sigamos sin tomar medidas.
Siempre es mejor no conocer las dimensiones reales del mundo que nos toca habitar.
La imagen de hoy es de Pmorgan, de Flickr.com, y muestra a los alegres clientes del IKEA de Beijing en agradable tertulia en la zona de sillas y sillones. Valga como doble homenaje a la cadena sueca y a la capital china, en vísperas del lío olímpico.
Me cuenta Martín lo frecuente que resulta que los muebles comprados con aquella ilusión a medio camino entre el bricolage y la nomenclatura —los nombres invitan a gastar sin límite: Beddinge, Tromso, Harsltin, Hemnes...— luego no puedan introducirse en las repúblicas independientes de los respectivos compradores porque éstos se olvidaron de tomar medidas.
La gente supervalora su casa, sospecho. Compran un sofá enorme sin darse cuenta de que es más grande que el salón donde debería instalarse.
No me parece raro. También tendemos a sobrevalorar nuestra vida, nuestra familia, nuestro trabajo, a nosotros mismos...
Propongo que, por si acaso, sigamos sin tomar medidas.
Siempre es mejor no conocer las dimensiones reales del mundo que nos toca habitar.
La imagen de hoy es de Pmorgan, de Flickr.com, y muestra a los alegres clientes del IKEA de Beijing en agradable tertulia en la zona de sillas y sillones. Valga como doble homenaje a la cadena sueca y a la capital china, en vísperas del lío olímpico.
5 de agosto de 2008
De Wendy a Peter Pan
4 de agosto de 2008
Y de pronto... el pasado
De pronto se presenta el pasado ante tus ojos y agita la mano. Puede estar más gordo o más delgado, pero se mueve igual, tiene los mismos tics, odias cada uno de los pequeños defectos que odiabas en él hace una década. Te mira a los ojos, tu pasado, y tú le devuelves la mirada.
Piensas: «No te extraño, qué raro. No extraño nada de lo que se fue contigo, y puede que no sea muy normal».
Tu pasado lleva de la mano a otro presente. Y sientes que todo está en el lugar exacto en que debe estar.
He aquí, por fin, la perfecta harmonía de los tiempos verbales.
La armoniosa imagen de hoy del blog La Petite.
Piensas: «No te extraño, qué raro. No extraño nada de lo que se fue contigo, y puede que no sea muy normal».
Tu pasado lleva de la mano a otro presente. Y sientes que todo está en el lugar exacto en que debe estar.
He aquí, por fin, la perfecta harmonía de los tiempos verbales.
La armoniosa imagen de hoy del blog La Petite.
1 de agosto de 2008
De cena con los amigos en restaurantes exóticos
Hace unos días cené en un japonés con una amiga editora que está puesta en economía. «La crisis», decía, «puede traer efectos muy beneficiosos al mundo del libro, ya que está comprobado que los pinchazos económicos perjudican, sobre todo, a los grandes gastos —hipotecas y demás, para entendernos— pero en cambio se genera un efecto rebote sobre los bienes baratos, como los libros. La gente no puede pagar 900€ de hipoteca pero sí puede gastarse 20 en el último título de un autor que le guste».
Anoche cené en un tailandés con otro amigo editor muy ducho en evoluciones del mercado editorial. «La economía española está herida de muerte», decía, «y el mundo del libro mucho más. Si la gente no puede hacer frente a gastos de 60€ —lo sé de buena tinta—, mucho menos van a poder gastarde 20€ en un libro de nadie, por mucho que le guste. Lo único que podemos es hacer es publicar poco, casi nada, y esperar que esto no se nos lleve a todos por delante».
¿Con qué postura debemos quedarnos?
Yo, particularmente, con la de Winston Churchill: «Un pesimista ve una calamidad en cada oportunidad. Un optimista ve una oportunidad en cada calamidad».
La imagen de hoy: una de optimismo. La preciosa sonrisa de mi amiga Mady.
Anoche cené en un tailandés con otro amigo editor muy ducho en evoluciones del mercado editorial. «La economía española está herida de muerte», decía, «y el mundo del libro mucho más. Si la gente no puede hacer frente a gastos de 60€ —lo sé de buena tinta—, mucho menos van a poder gastarde 20€ en un libro de nadie, por mucho que le guste. Lo único que podemos es hacer es publicar poco, casi nada, y esperar que esto no se nos lleve a todos por delante».
¿Con qué postura debemos quedarnos?
Yo, particularmente, con la de Winston Churchill: «Un pesimista ve una calamidad en cada oportunidad. Un optimista ve una oportunidad en cada calamidad».
La imagen de hoy: una de optimismo. La preciosa sonrisa de mi amiga Mady.
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