13 de julio de 2009

Un fenómeno siciliano

Planeo un viaje a Palermo. Mi guía dice que el Hotel Posta es "un pequeño hotel en una callecita frente al edificio de correos, en la céntrica Vía Roma, antaño frecuentado por célebres actores, cuyas fotos decoran el vestíbulo (Gassman, Dario Fo, Totó...)". Decido preguntar en el propio hotel si tienen habitaciones disponibles y si el establecimiento está cerca del Convento dei Capuccini, que es el lugar que deseo visitar para completar cierta documentación en la que sigo inmersa. También le pregunto acerca del horario, porque planeo caer por allí un miércoles y ya me ha pasado otras veces encontrarme con que el día que elegí es, precisamente, el día que cierra el monumento que deseo ver.
Me contesta por correo electrónico, con suma diligencia, una señorita llamada Annalisa. Me informa de que tienen habitaciones disponibles y cuál es su precio y me dice que si deseo reservar una les cuente qué tipologia di camera e di fornirci deseo (lo segundo no lo entiendo bien, pero me dan ganas de decir que de fornirci, poco, porque iré sola, como siempre que me documento). También me pide que les facilite lo ante posible un número de tarjeta de crédito. Del horario o la cercanía de los Cappucini nada dice.
Consternada porque no ha respondido a la pregunta que más me importaba -al fin y al cabo lo de la tarjeta ya lo sabía- insisto, esta vez en inglés. No es la primera vez que en Italia utilizo el inglés como lingua franca ante la imposibilidad de comunicarme con alguien. Qué cosas. Le pregunto de nuevo si los Capuccini está cerca del hotel y si conoce el horario de apertura y le explico que una vez tenga esa información decidiré si reservo o no en el Posta.
Constato que Annalisa es, de natural, rápida. Me contesta enseguida, esta vez en inglés. Me dice que el convento que deseo visitar está abierto todos los días. También informa que no está lejos del hotel pero que es fácil llegar en transporte público.
Me decido por otro hotel más cercano a mi objectivo y comienzo pesquisas en otra parte. Olvido el Hotel Posta y su vestíbulo lleno de actores como Dario Fo.
Por la tarde, recibo otro correo del Posta. Esta vez lo firma Rossella, quien me llama "Segnor Albert". Parece contestar al primero de mis mensajes, el que escribí en español. Contesta en un español tan fluido como mi italiano. Me dice que si quiero reservar les facilite un número de tarjeta de crédito y me informa de que el Convento de los Capuchinos está muy cerca de su hotel.
Qué cosas. Ayer estaba lejos y hoy está cerca. Es un extraño fenómeno siciliano.
Contesto diciendo que ya he elegido otro hotel, pero que igualmente le agradezco la información.
El asunto parece zanjado, pero Rossella no piensa lo mismo. Vuelve a escribirme al cabo de un rato, informándome de nuevo de que el convento capuchino está cerca. Esta vez me llama "Segnor Santos", eso sí y me pide disculpas "por el mal correo".
Ay, el mal correo, de él somos víctimas todos, amiga Rosella. Cuánto me hubiera gustado conocerte y debatir sobre esto en persona.
Sin embargo, ya no es posible. La reserva ya está hecha en otra parte. El Hotel Posta, cuyas empleadas insisten a la par que se contradicen con calidez sinpar, tendrá que esperar. Es una lástima, sus contradicciones e imperfecciones comenzaban a envolverme en un aire de familiaridad encantador.
Del hotel donde al fin he reservado dice mi guía: "Un palacio espléndidamente rehabilitado y amueblado en pleno centro histórico. Si puede, vaya".
Los imperativos es lo que tienen. Iré.


La imagen de hoy es un fenómeno romano.

2 comentarios:

Marta Cruces Díaz dijo...

¡¡Suerte con tu documentación!!

Anónimo dijo...

todo eso para los que dicen, sin saber lo que dicen, que el italiano y el español son idiomas parecidos.

qué cosas...

buen viaje, no sabes cuanto añoro a mi querida "bota"...

:)


un beso

emi