Tener once minutos para mí,
espejismo de paz,
que remeda el descanso
de los muertos tempranos.
Me relajo a cualquier sombra,
trazo letras, echo cuentas,
descabezo un breve sueño imaginario
clasifico mi dicha por texturas
y soy (perdón) feliz,
pero en voz baja
porque ser feliz hoy día
requiere discreción.
En mis once minutos
propios, intransferibles,
escribo versos malos para nadie,
termino libros gruesos,
imagino fatales desenlaces,
contemplo el sol, que tiene mucha prisa
para ir donde siempre.
Y ronroneo
como si fuera un gato.
En mis once minutos
explota alguna estrella,
mueren y nacen seres inauditos,
alguien lejos de aquí
pronuncia unas palabras importantes
o descubre ruinas que cambiarán el rumbo
de esta arbitrariedad que llamamos historia.
Luego, suena un chasquido
anunciando que algo llega a su fin.
Y clic, acaba todo esto
sin haber empezado.
La eterna acción regresa sin saberlo
al repetir solar de cada instante.
Mas mis once minutos
han servido de algo.
Algo mínimo, espúreo, fugaz y peregrino
que no le vale a nadie
y que me colma.
2 comentarios:
Me han encantado estos versos Care.
El principio es brutal:
"Tener once minutos para mí,
espejismo de paz,
que remeda el descanso
de los muertos tempranos."
Los pelos como escarpias...yo soy demasiado nerviosa para gozar de esa tranquilidad...
Un besito!
Precioso.
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