Una vez me atreví a confesarle a un catedrático lo mucho que detestaba la carrera de Derecho, que la estudiaba por complacer a mi familia y que nunca ejercería la abogacía. Se llamaba Carlos Maluquer de Motes y era mi profesor de Derecho Civil. Me miró desde la distancia de la mesa que nos separaba y me preguntó: "¿Y usted cree que hace bien?". Le dije que hacía lo que debía hacer. Se encogió de hombros. Dijo: "Bueno, allá usted".
Había ido a su despacho para pedirle ayuda. Yo era una estudiante de segundo curso y quería fundar una asociación de jóvenes escritores. Necesitaba un poco de asesoría legal para redactar unos estatutos. Si hoy tuviera que pagar un asesor de esa categoría, me costaría mucho dinero. En aquel momento, el profesor Maluquer me aconsejó con enorme generosidad.
Sobre la mesa había una novela de Patricia Highsmith. No pude evitar preguntarle si la estaba leyendo. Comenzamos una conversación sobre su pasión por la novela negra. Descubrí que era todo un experto, además de un fan de la autora estadounidense. Me atreví a contarle que quería ser escritora. Me dijo que estaba de enhorabuena, porque los claustros de Derecho habían engendrado grandes escritores aburridos de todo lo que tenía que ver con lo jurídico. "Debe de ser por efecto rebote", creo que dijo, "pero ninguna otra facultad crea más escritores que esta".
A mí me fascinaba la personalidad de Carlos Maluquer. En clase decía constantemente cosas que se salían de programa. Cuando estaba de buen humor (casi siempre en relación con las victorias del Barça), hacía cosas portentosas. No era raro escucharle decir: "Hoy nos tocaba dar el tema del Régimen Económico del Matrimonio, pero como estoy contento hablaremos del divorcio, que es más divertido". Si el Barça ganaba la Liga, nos perdonaba el caso práctico en los exámenes finales.
Una vez tuve que pedirle un gran favor al profesor Maluquer. Yo nunca fui mal en Derecho Civil. Es más, me gustaba la asignatura, seguramente porque me gustaba su modo de enseñarla. Aprobé todos los civiles en junio. Todos, menos uno. El de junio de 1990. No hubo modo de recuperar aquel curso ("Derechos Reales e Hipotecario"), y lo arrastré, año tras año, como una maldición, hasta que agoté las convocatorias. Dos días antes de presentarme al examen por enésima vez y agotar la convocatoria de gracia, decidí visitar al profesor Maluquer. Le expliqué por qué había suspendido su asignatura en junio de 1990 (tenía razones, poderosas y tristes, para haber estado muy despistada en 1990), le dije que había estudiado los derechos reales y el derecho hipotecario más que ninguna otra cosa en toda mi vida (y era verdad). Él me aconsejó que me tranquilizara y me presentara al examen.
Me presenté hecha un manojo de nervios. Escribí compulsivamente durante dos horas y media. Llené quince folios. Cuando al salir comprobé las preguntas me di cuenta de que me había confundido al leer un enunciado. Había cometido un error tonto, de bulto, que garantizaba el suspenso. Me resigné a lo peor.
Pero cuando fui a ver las notas, había aprobado.
Pocos días después, compré tres primeras ediciones de novelas de Patricia Highsmith. Uno de los libros estaba firmado por la autora (no recuerdo cuánto me costó, pero mucho para mi economía de entonces). Se los envié al profesor Maluquer con una nota de agradecimiento por aquel aprobado in extremis.
Al poco tiempo me llegó una tarjeta con el membrete del profesor Maluquer y el sello de la Universidad. Me agradecía los libros "extrañamente recibidos en pago de un favor que nunca había hecho".
El mes de abril de 2010, vi al profesor Maluquer en la Estación de Sants. Me acerqué a saludarle y le recordé nuestra conversación sobre los estatutos de la asociación. "¿La fundó?", me preguntó. "Sí, y años más tarde la disolví", repuse. Entonces recordó: "Usted quería ser escritora, ¿lo consiguió?". Le dije que sí, sonrió, y repuso: "Me alegro. Aburrirse inspira mucho".
Hace poco he sabido que el profesor Maluquer murió el 10 de junio, apenas dos meses después de aquel breve encuentro. Lamenté mucho su muerte, me habría gustado poder invitarle a tomar un café, charlar sobre novela negra, sobre abogados escritores o sobre profesores futurólogos. No pudo ser. Sólo me alegro mucho de haber podido mantener con él aquella última y breve conversación en el vestíbulo de la estación de Sants.
* Imagen: Ex-libris con alegoría de la Muerte.
3 comentarios:
Es una bonita historia. Tener un sueño y verlo cumplido es tener la tenacidad para hacerlo realidad.
Saludos
Una historia hermosa Care. Si conseguiste tu sueño de ser escritora, es porque peleaste y peleas por él a cada suspiro de tu boca.
Desde aquella época de estudiante de Derecho ya apuntabas maneras en el coraje y constancia necesarios para ver obtenidos nuestros objetivos.
Un abrazo muy grande.
Rebeca.
enhorabuena Care,nunca sabre si lo mas bonito de los sueños es poder cumplirlos o al contrario si mientras eso ocurre,todo lo que nuestra imaginacion vuela para cpnseguirlo.Sea como sea enhorabuea por lograr tu sueño y por contarnos histrias tan bonitas como estas,seguro que tu profesor te enseño muchisaimo.
Publicar un comentario