He hecho una encuesta en Facebook. Es algo que me gusta desde siempre: formular preguntas. Meter las narices donde no me llaman. Facebook abre un montón de maravillosas posibilidades a los metomentodo como yo.
El detonante fue una pregunta que me hizo un periodista la semana pasada: "¿Qué haces a las ocho de la tarde?". No contesté la verdad. Opté por una solución poética (a veces la verdad es desoladora). Dije: "Me quito los zapatos y me pongo un libro". No lo hago, pero lo pienso, lo deseo, sueño con hacerlo. Y no lo hago porque las ocho de la tarde me sientan fatal. Es la hora de la culpa, de los arrepentimientos, de las maldiciones, de las angustias, de las contradicciones. Todavía mucho por hacer, pero poco tiempo. Quiero estar con la familia pero me gustaría leer, sola, en otra parte. Maldigo lo que quedó en el tintero. Es una hora tonta, fronteriza, intermediaria, que detesto.
Por eso la encuesta. En realidad, la pregunta debería haber sido: ¿A ti también se te dan mal las ocho de la tarde?
Después de analizar las respuestas, estoy en condiciones de explicaros qué es lo que hace la población a las ocho de la tarde. A saber:
1. Los incombustibles, van al gimnasio o a correr. Algunos se duchan al terminar.
2. Los que tienen niños pequeños, los meten en la bañera.
3. Los que los tienen algo mayores: planchan o hacen la cena. O ven planchar o ven hacer la cena.
4. Los que saben vivir: visitan un merendero con una botella de sidra, un queso de cabrales y un puñado de amigos (las viandas pueden cambiar según la provincia). También están las versiones gin-tonic, vinito, refresco y gazpacho.
5. Los lectores, leen.
6. Los que tienen jardín, lo riegan.
7. Quienes tienen terraza, se asoman a ella.
7. Quienes tienen terraza, se asoman a ella.
8. Los que trabajan de cara al público, desean que no llegue el tonto de última hora.
Aunque de todas las respuestas, escojo una, por sofisticada, que me encanta. Alguien dijo que a las ocho de la tarde le gusta tocar la flauta. A partir de hoy, cuando llegue la hora de mi desasosiego vespertino, esa hora en que mis hijos se duchan y yo preparo la cena pensando que no he regado y soñando con leer un buen libro o con tomar copas con un buen amigo, cerraré los ojos e imaginaré que escucho una flauta. Una flauta que suene sólo para mí -¿Paganini? ¿Bach? Bueno, ya lo pensaré-, fiel a su cita de cada atardecer, deliciosa.
La flauta de las ocho.
* La imagen de hoy: en general, el 8 me gusta y lo elijo.
4 comentarios:
En mi caso las ocho de la tarde, suelen ser una hora de transición quitando alguna excepción.
De relax en casa de mis suegros antes de la cena.
De relax viendo una serie antes de que mi chico se vaya a trabajar.
O de relax viendo una pelicula esperando a que mi chico salga de trabajar xD
Dependiendo de sus horarios ;-)
Siempre está la excepción de la visita de las musas a las que hay que hacer caso y ponerse a trabajar. O los conciertos.
Un abrazo Care.
P.D: Tu poema detonante para Sasha en Oblivion 2, titulado Apocalipsis, es sencillamente brutal.
(Mi amiga Mai ha hecho una entrada sobre él para el fanblog de Francesc, que regentamos desde hace poquito xD)
Yo soy de las que encajan en el punto número 3. Al no ser que sean vacaciones y no haya llegado aún a casa porque me haya ido a dar una vuelta con la peque.
Un abrazo!
pues yo de las que se apuntan al numero dos,sobre esa hora comienza la hora de la ducha,de preparar las cenas y la pelea continua para intentar que se vayan pronto a la cama y entonces llegue el relax.
A las ocho me llevan a pasear. Cuando yo solo quisiera leer o escribir. De modo que escribo y leo el paisaje mientras paseo.
Es la verdad.
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