Me escribe una lectora y me dice lo siguiente:
Muy buenas estoy leyéndome la colección de los libros titulada Arcanus y me gustaría leérmelos todos pero mis padres dicen que los coja de la biblioteca y sólo están del 1 al 6 por lo que me quedarían otros 6 que no los podré conseguir porque mis padres no me los compraran ya que saben que aunque soy responsable después de leerlos libros siempre los dejo guardados y no los vuelvo a tocar por eso es por lo que no me los compran además de ser bastantes y mi padre dice que se gastara una fortuna en libros que luego no me servirán.
Bueno con esto yo quería descargármelos y leerlos electrónicamente y gratuito pero no puedo porque según sus derechos como autora los lectores tenemos que comprarlos y me gustaría que me ayudase a ver qué podría hacer para conseguir leer los 12 libros completos ya que no consigo de ninguna manera que me los compren y tampoco me es posible leerlos gratuitamente en mi móvil.
Vaya por delante que la carta de esta joven lectora es sólo una muestra de lo que está ocurriendo y que mi respuesta no va tanto dirigida a ella como a esos adultos que la aconsejan. Y no sólo a estos adultos en particular, sino a todos los que piensan como ellos, que los libros valen una fortuna y que después de leídos no sirven para nada.
-¿Son caros los libros?
-El precio de las cosas depende del valor que les damos. Creo que los amantes del fútbol no consideran un abuso pagar según qué precio por una entrada. Mi madre compra cremas de más de 70 euros que yo nunca me pondría. Hay quien se gasta 130 euros en un menú. Todos ellos sienten que ese gasto les compensa. Sinceramente, creo que pagar 20 euros por un libro o 12 (de media) por uno infantil o juvenil, no es tanto.
A pesar de todo, si no se quiere pagarlos existen alternativas: librerías de viejo, donde los mismos libros están a precios muy inferiores o las bibliotecas. Las bibliotecas son un paraíso.
-¿Sirven de algo los libros después de leerlos?
-Dos libros ya forman una biblioteca. La biblioteca es una huella de nuestro paso por este mundo, un compendio de lo que hemos disfrutado, de lo que hemos vivido, una muestra de nuestra evolución, un resumen de nuestras pasiones. La dicha de tener libros supera la vanidad de ser rey, dijo un librero famoso. Un hombre o una mujer sin libros son como seres sin memoria. ¿Para qué sirven los libros después de ser leídos? Además de para releerlos, claro. Sirven para saber quiénes somos.
-¿Y un elogio de la biblioteca pública?
-Los autores no cobramos nada por el préstamo bibliotecario. Hasta que llegaron las leyes del PP cobrábamos una suma misérrima, que se llamaba "compensación" por préstamo pero que no compensaba nada de nada, claro. Ahora, ni eso. A pesar de todo, soy una gran partidaria del préstamo bibliotecario, por varias razones. La principal es que en las bibliotecas se respeta a los libros y a los autores. Creo que gran parte del problema actual es el poco valor que se da, en general, a los libros y al trabajo de sus autores. En las bibliotecas se enseña amor a los libros. Es importante.
-¿Por qué no se deben descargar libros gratuitamente?
-Por muchas razones. En primer lugar, la más egoísta: porque hay autores (entre los que me cuento) que no tienen más fuente de ingresos que sus libros. Cada vez que alguien descarga ilegalmente un libro mío, me niega la pequeña porción de ingresos que me corresponde por cada libro vendido.
-¿Cuál es mi porción del pastel sobre el precio de los libros?
-Los autores recibimos un 10 por ciento del precio de venta. Si las ventas son impresionantemente altas, podemos llegar al 12 por ciento. Cada vez es más normal (sobre todo en infantil y juvenil) cobrar el 8 o hasta el 6 por ciento. Un libro de "Arcanus" vale 8,95. Ahora están rebajados y valen 7,59. Es decir, por cada uno que se venda yo recibo 0,75 euros. Y de ahí aún debo pagar impuestos y la comisión de mi agente. Es deprimente, pero cuando termino de pagarlo todo, son míos 0,48 €.
-Si descargo ilegalmente libros de un gran grupo editorial, en realidad estoy haciendo algo subversivo contra el capitalismo y sus representantes.
-Es verdad. Si no compramos un libro de editorial Planeta, el Sr. Lara dejará de percibir un poco menos del 30% de su precio. Pero hay que saber que no es contra él contra quien actuamos (al fin y al cabo, el sr. Lara ya debe de haber pagado su hipoteca), sino contra todas y cada una de las personas que intervienen en el proceso de elaboración de un libro. Esto es: maquetistas, correctores, diseñadores, editores, traductores, informadores y, por supuesto, autores. Si editorial Planeta reduce sus ingresos, pongamos por caso, en un 40 por ciento, tendrá que echar al 40 por ciento de su plantilla. Y yo diría que el sr. Lara seguirá donde está.
-¿Y qué hay del derecho al acceso gratuito a la cultura?
-Es cierto. El acceso a la cultura debe ser gratuito. Pero no cuando el derecho del usuario choque con otros derechos igual de legítimos, como el derecho de los autores a nuestra propiedad intelectual. Es algo elemental en derecho: los derechos y libertades se prolongan hasta donde llegan los derechos y libertades ajenos. Mi derecho de propiedad intelectual tiene una duración que abarca toda mi vida y 70 años después de mi muerte. No discuto si esos 70 años son o no demasiado tiempo (igualmente, la posteridad hoy día es corta y los herederos, unos liantes en la mayoría de los casos) pero me agarro a mi legítimo derecho a disfrutar en vida de aquello que he imaginado, escrito y documentado yo. Mi obra es mía durante toda mi vida, y tengo derecho, pues, a ser remunerada por ello si llega el caso. Otra cosa es que haga cosas gratis, si así lo quiero y me apetece (y lo hago), pero debo decidirlo yo. Es diferente que se considere que mi trabajo no vale nada o debe ser gratuito. Lo será, a la larga, como toda la literatura universal. ¿No podríais esperar a que me muera?
-¿Ocurre algo si tengo que dejar de escribir y me dedico a otra cosa?
-No ocurrirá nada, por supuesto. El mundo seguirá girando, para ponernos cínicos. No pasa nada porque un escritor muera o deje de escribir. Creo que incluso alegraría a unos cuantos, y eso siempre es un consuelo. Puede que fuera una oportunidad para mí, que siempre he dicho que me habría gustado abrir un restaurante o un take away. Lo malo de todo ello es que no podamos elegir. Y que no podamos elegir por la falta de cultura general al respecto. A mi joven lectora le preguntaría: ¿quieres seguir leyendo libros míos cuando pasen 5, 10 años? Pues obra en consecuencia.
-¿Por qué pretenden cobrar los escritores si hacen lo que más les gusta?
-Ah, el eterno debate. ¿Si un médico disfruta de lo que hace no debe ser remunerado? ¿Si un jardinero ama las plantas y se siente feliz entre ellas no debemos pagarle? ¿Si un cocinero disfruta mucho en la cocina su trabajo vale menos? ¿Desde cuándo se paga a la gente por sufrir en su trabajo o por hacer lo que no le gusta? Además, conviene recordar que si no me pagaran por ello, hay algunas cosas que no habría escrito jamás. La colección "Arcanus" -voilà!- es una de ellas. ¿O alguien piensa que cuando me quedo sola lo que mi alma me pide es escribir las aventuras de doce chavales que se unen para hacer algo bueno por el mundo?
-¿Por qué no se da valor a los libros?
-Me entristece mucho, cada vez más, ver que no se otorga valor a los libros. La gente paga 120 euros por una entrada de fútbol pero le parece carísimo pagar 25 por una novela de Jonathan Franzen. Creo que la culpa es un poco de todos: de la gratuidad de los libros de texto, que ha acostumbrado a los lectores a un producto regalado. Cuando te regalan algo, dejas de darle valor, dejas de exigirle calidad, dejas de buscarle tres pies al gato. También tienen la culpa los editores en el precio del libro electrónico en nuestro país, tan caro que es una invitación a la piratería. Tienen la culpa los libreros por no buscar alternativas a la venta del libro en papel. Tienen la culpa los usuarios, contagiados de esta cultura donde conseguir las cosas gratis, reviente quien reviente, es de listos y espabilados. Un país de corruptos y chorizos que se enorgullecen de salir siempre ilesos. Me da vergüenza y tristeza formar parte de esto, por mucho que obre de otro modo.
-¿Por qué he escrito este rollo en lugar de estar leyendo a Franzen, como quisiera?
-Porque me habría gustado contestarle todo esto a mi joven lectora, aunque creo de todo corazón que la culpa no es suya, como he dejado dicho. No la contesté para no apabullarla. Me limité a recomendarle que buscara los libros en una biblioteca. Ella me escribió de nuevo para decirme que no tenía ninguna biblioteca cerca y que sus padres bla bla bla y pidiéndome otra vez que le dijera cómo conseguir mis libros GRATIS. Me dio tanta tristeza que no respondí. Los autores siempre acabamos pareciendo sospechosos cuando hablamos de estas cosas y en el fondo, decir todo lo que había que decir me daba mucha pereza. Pero desde que dejé este segundo mensaje sin respuesta me hierve esta carta en la cabeza. He pensado que ya iba siendo hora de responder.
Navegantes, perdonad la perorata. La próxima entrada será más ligerita, lo prometo.