27 de julio de 2006
El propósito veraniego
18 de julio de 2006
Memoria de los cafés
En el Reese, si eres una señora, llevas siempre un traje de noche, y es probable que el camarero te diga de veras: «La señora dirá». La señora, en cambio, tuteará al camarero.
En cualquier rincón inespero, Porto sube o baja, y es esta fisonomía endiablada la que le confiere su encanto: el de la sorpresa que aguarda al doblar cada esquina. Otras sorpresas minúsculas: el Café Majestic, en Rua Sa Bandeira, de grandes espejos modernistas y camareros que parecen surgidos de la cubierta de recreo de un crucero de lujo. Un café como el Majestic, con piano de cola, querubines artesonados y esa ligerísima decadencia de otro tiempo es que le falta a mis tardes de invierno.
16 de julio de 2006
El último cajón
Cocinar es la transformación de una incertidumbre (la receta)
en una certeza (el plato) por medio del ajetreo.
14 de julio de 2006
Composting (microcuento)
El compostaje o “composting” es el proceso biológico aeróbico, mediante el cual los microorganismos actúan sobre la materia rápidamente biodegradable (restos de cosecha, excrementos de animales, residuos urbanos tales como vegetales o restos de animales procedentes de mataderos), permitiendo obtener un abono excelente para la agricultura: el compost.
—Oye —anunció uno de los basureros— aquí hay otra. ¿Qué es lo que pasa esta noche? ¿Se han puesto todos de acuerdo para deshacerse de sus parejas o qué?
En el compañero hablaba la experiencia (estaba al filo de la jubilación, apenas dos semanas más de trabajo y sería un hombre libre, deliciosamente doméstico y dormilón).
—Ah, es el calor, que vuelve tarumba a la gente, chico. Échala al camión, con el tío ése que hemos recogido antes.
Dio la coincidencia de que se conocían, aunque no supieran precisar si era sólo de verse por el barrio o había algo más.
Y en la siguiente parada, otro. Junto al contenedor de cristal (el de siempre estaba hasta los topes). Menuda noche de trabajo.
—¡Al camión con él! —animaba el veterano al joven.
—Parece que les divierte. Los jodidos... ¿no oyes cómo se saludan?
—Límitate al trabajo, tú.
Un par de quilómetros después, cerca del mercado municipal, dos chicas. Y bien jovencitas:
—Es que hoy día no se conserva nada... —murmuraba el viejo. Y espoleaba al conductor: —Venga, tío, date prisa, que es tarde y quiero llegar a casa.
Poco a poco, las voces de los de dentro ahogaban el rugido de las tripas feroces del camión. Parecían divertirse mucho. En un barrio de la periferia encontraron una parejita de dumientes acurrucados junto a los contenedores. Sobre sus camisetas se leía: Somos basura.
Ya dentro del camión, la tropa recolectada por toda la ciudad se entretenía en encontrar cosas.
—¡Un tomate! —celebraba alguien.
—Resérvalo para el próximo que se queje del ruido —contestaba otro.
—¡Un zapato!
—A veeeer —contestaban dos o tres.
—Pero el otro no está.
—Ooooohh —coreaban varios.
—¡Un preservativo!
Los gritos de algún vecino despertado en plena noche le daba a alguno la oportunidad de utilizar el tomate. Para el preservativo nunca faltaban ocasiones.
Y de ese modo, sumidos en una algarabía festiva, se alejaban por las calles desiertas hasta alcanzar la planta de tratamiento de residuos, donde les esperaban cintas trasportadoras, las manos enguantadas de una funcionaria con cara de sueño y una sala de espera de asientos de plástico en hilera, revistas de varios meses atrás y fluorescentes que arrojaban una luz muy blanca. El cubo de los desperdicios orgánicos compostables -mondas, cáscaras, sobres de infusiones usados...- quedaba a un lado mientras ellos eran invitados a pasar y sentarse. Canturreaban, se reían los chistes unos a otros, jugaban despreocupados como cachorros. Hasta que una voz metálica llegaba de todas partes para anunciar:
«El primero, por favor».
Y entonces comprendían que su destino era el mismo que el de las cáscaras, las mondas y las bolsitas de té.
13 de julio de 2006
El libro fantasma
¿Qué os parece? ¿Os gusta esta versión alemana en bolsillo, de mi primera novela El tango del perdedor? Pues debo desengañaros, amigos: tal libro, que he reproducido bien grande para hacerme ilusiones de realidad, nunca ha existido y nunca existirá.
Hace seis años, mi primera novela fue traducida al alemán por una editorial llamada Kindler Verlag. La edición fue tan hermosa como efímera. Hace apenas unos meses, escribiendo distraídamente mi nombre en los buscadores de la Red (todo el mundo se distrae como quiere), Deni, mi compañero, encontró en la división alemana de la librería virtual Amazon esa edición de mi libro que tanto él como yo desconocíamos. Podía comprarse, al parecer, pero preferimos emprender otras acciones: le pedí a Sandra Bruna, mi agente, que averiguara quién era el responsable de esa edición y por qué motivo yo no tenía ninguna noticia de ello.
La respuesta, después de su mediación, aún tardó unos días y fue sorprendente: según la editorial que publicó mi novela, esa edición de bolsillo se proyectó pero nunca llegó a realizarse. Por alguna oscura razón, llegó a la mayor librería virtual del mundo, pero jamás estuvo a la venta. Todo eso nos dijeron, por lo menos.
La verdad, los resortes que mueven la conducta de los editores me resultan incomprensibles. Entendí que debía acatar ese argumento y callar. Eso hice, pero transcurridos los días no he podido evitar reproducir aquí una de las más bellas portadas que ha conocido nunca un libro mío. Por lo menos, si está en este rincón, será como si hubiera existido.
Y acerca de ciertos editores... ah, esos enemigos necesarios... ¿qué anecdotario nos quedaría a los escritores, sin ellos?
12 de julio de 2006
Escritores en la cocina
Uno de los mejores capítulos es aquel en que Barnes da varios consejos de cara a la adquisición de libros de cocina. Os los resumo a continuación. Son tan verdaderos que no creo que haya nadie que no haya cometido estos pecados alguna vez. Empezando por mí misma.
1) Nunca compres un libro por sus ilustraciones. (...) Una vez conocí un fotógrafo publicitario, especializado en comida y, créeme, el trabajo de posproducción que hace poco nos mostró a una Kate Winslet con cuerpo de sílfide no es nada comparado con loo que hacen con la presentación de un plato.
Para acabar, os formulo, amigos navegantes, una pregunta que lanza Barnes en estas páginas: ¿Cuántos libros de cocina tenéis? Hay tres posibles respuestas:
a) No los suficientes.
b) Sólo los necesarios.
Basura (microcuento)
Ya ni siquiera siento náuseas. Me asusta pensar a qué horrores seríamos capaces de adaptarnos.
Pienso. Le escuché decir: "De hoy no pasa" en un susurro. Era como si hablara para sí o para su conciencia. Como si pensara que yo no podía oírle.
La otra dejó sus cremas en mis estantes del baño. Ocupó mi parte de la cama. Se apropió de mi delantal ("para la mejor cocinera" en letras doradas). Mi ropa le gustó y decidió conservarla.
10 de julio de 2006
Descubriendo a Sonia González Valdenegro
9 de julio de 2006
Causamos sensación
Aquí nos tenéis: las 5 chicas de Repóker de Damas en nuestra actuación en la Semana Negra de Gijón. Le añadimos a la lectura una mínima puesta en escena y muchas ganas. No se puede negar que quedamos resultonas. Espero que muchos y en muchos lugares tengan la ocasión próximamente de saber hasta qué punto.
En la foto, de izquierda a derecha: Marta Sanuy, Luis García, yo misma, Cristina Cerrada, Pilar Adón, Eugenia Rico y Elena Medel.
Más sobre nuestros dos apretados días en Gijón, en Wan-Tun
8 de julio de 2006
Repóker de Damas
De derecha a izquierda: Elena Medel, Cristina Cerrada, Pilar Adón, Paco Ignacio Taibo II, Eugenia Rico y yo misma.
Esta foto fue el colofón de la rueda de prensa que ayer ofrecimos en el Tren Negro mis insignes colegas de Repóker de Damas (ver entrada anterior) y yo misma. Posamos sonrientes junto a Paco Ignacio Taibo II, el factotum de los negros días de Gijón, un hombre de tal empuje y capacidad que agota a sus invitados en la primera jornada.
En el punto en que hoy empezará a ser mañana ofreceremos un recital peculiar en la Carpa de los encuentros. Tal vez será el primero de muchos. Quién sabe.
Para los insaciable: todo aquí.
5 de julio de 2006
Ilusión negra
Me han dicho que el Tren Negro es de las cosas más divertidas que te pueden pasar siendo escritor en España. De momento, está previsto un almuerzo en Mieres y se nos anuncia también una espicha. Los veteranos la esperan como agua de mayo, por algo será. Yo, que debuto en estos asuntos negros, voy contenta como colegiala de excursión. Todo sabe a eso, incluso las habitaciones compartidas que nos esperan en Asturias. Además, me ha tocado una de las mejores compis de cuarto: Elena Medel. Espero que ella no vaya pensando que le ha tocado la plasta.
En mi equipaje, casi sólo hay libros. Los de todos los admirados amigos que encontraré por allí, y cuya firma espero capturar para mi biblioteca, esa que algún día malvenderán mis herederos.
Andaré por allí con ojos y oídos muy abiertos.
Prometo crónica de cuanto vea y oiga, navegantes.
Lost, mi debilidad televisiva
Todo esto sólo sirve como introducción a una confesión que me fastidia tener que hacer: he vuelto a caer. Y no puedo evitar que me interesen los personajes, su destino y las extrañas cosas que les siguen ocurriendo en esa condenada isla en mitad de ninguna parte. Incluso encuentro muy guapos, todo un regalo para la vista, a un par de sus actores principales. Ay, creo que no tengo remedio.
4 de julio de 2006
Tierra de hielo
¿Habrá algo más fatal que este deseo
de irme a Islandia y recitar sus sagas,
de recorrer sus nieblas?
Son versos del poeta venezolano Eugenio Montejo
Yo también deseo ir a Islandia. Más después de estar allí. A varios miles de metros encima de Islandia, exactamente, como muestran las imágenes.
También en mi vida lo hielos se resquebrajan.