Fue ver a Woody Allen rodando en Barcelona, y a los barceloneses se les antojó su sombrero verde de pescador. Eso, por lo menos, afirmaban algunos periódicos: que la demanda de sombreros verdes de pescador estaba creciendo en la ciudad condal, y que era necesario hacer lo posible por satisfacerla. Sólo Antoni Obach permaneció inalterable y recordó que en verano lo que se vende en Barcelona son panamás de paja y sombreros de algodón de anchas alas. Será porque las modas no alteran los nervios de este veterano sombrerero al que esto de vender adminículos que cubran las testas le viene de linaje. Obach es la decana de las sombrererías barcelonesas y su escaparate uno de los más fotogénicos e inmortalizados de toda la ciudad. No es de extrañar: tiene ese aire de lugar a punto de desaparecer, de cosa que estamos imaginando porque no es posible que persita.
Sólo he entrado una vez en la sombrerería Obach. Fue en el verano de 1990. Yo era la periodista más joven y más cándida del Diari de Barcelona. La productora había convocado a los medios de comunicación para anunciar la finalización del rodaje de una película de Ventura Pons, una comedia llamada Què t’hi jugues Mari-Pili? De la que no recuerdo nada salvo a Amparo Moreno, que interpretaba a una gitana y quería convertir su interpretación en un homenaje a todos los gitanos de España. La sombrerería Obach estaba patas arriba, invadida por la artillería del equipo de rodaje. Las actrices se refugiaban en el estrecho balcón que daba a la calle y contemplaban la calle del Call, estrecha y bulliciosa como debió de estarlo en la Edad Media, cuando esto era el barrio judío.
No recuerdo haber visto ningún sombrero por ninguna parte.
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