Ayer por la tarde había quedado con los chicos (y chica) del programa Qwerty de BTV, que iban a entrevistarme. La cita era en Casa Fuster y esperábamos poder grabar algunas escenas desde la terraza, que tiene unas estupendísimas vistas sobre el Paseo de Gracia, casi protagonista de mi última novela.
La entrevista tuvo lugar en el Café Vienés de la planta baja, pero luego subimos al bar Blue View, de la azotea, donde, bajo la mirada curiosa de turistas en albornoz, se desarrolló una parte de la entrevista. Luego, el cámara tomó imágenes "de recurso" para armar el reportaje: encaramó el libro a las columnas de la balaustrada y luego a la balaustrada misma. Yo, que para algo soy madre de familia experta en coscorrones y caídas, nada más ver la ligera inclinación que adoptaba el ejemplar de mi novela sobre la baranda, en precario equilibrio a muchos metros del suelo, vaticiné: "Se va a caer".
Dicho y hecho. No sé si fue el aire o el demonio, pero el ejemplar cayó.
¿Sobre el Paseo de Gracia, desde una altura de 7 pisos? ¡No!
¿Sobre un transeúnte? ¡No!
Sobre un balcón al que asomaban las dos ventanas de una habitación de la quinta planta.
El libro se descuajaringó un poco y perdió la sobrecubierta, pero el problema no fue ese. Dentro del ejemplar, David Guzmán había guardado una documentación importante que también yacía ahora en el balcón, dos pisos más abajo.
Llamamos a un encargado, quien llamó a otro encargado, quien después
de cerciorarse de que la habitación estaba ocupada por dos turistas
ingleses que dormían la siesta, nos dijo que el libro sería recuperado
cuando los turistas salieran a cenar.
Yo tenía otra cita y tuve
que marcharme antes de llegar al final del asunto (algo fatal para un
novelista, desde luego). Desde la calle me di cuenta de que los
empleados del hotel seguían observando con curiosidad o inquietud el
ejemplar descalabrado. Si os fijáis bien en la última foto, les podréis ver, arriba, a la derecha, como dos motitas. La tercera motita es David Guzmán, que continuaba con su trabajo.
La bloguera dicharachera no pudo resistir la tentación de fotografiarlo
todo -¡tengo un blog que mantener!- y hoy os sirvo la crónica de este
incidente libresco, y aprovecho para daros un consejo de gata vieja:
nunca dejéis un libro solo sobre una baranda a siete pisos de altura.
Ah. Y nunca guardéis documentos importantes entre las páginas de un
libro.
3 comentarios:
Buenisima la anécdota, lo que he podido reirme.
Gracias por alegrarme esta mañana gris lluviosa...
Un abrazo,
Rebeca.
Hola, soy Fernando, el cámara del suceso.
En mi defensa puedo alegar que fue un incidente/accidente provocado por las ansias de enriquecer el reportaje,"Si tu fotografía no es lo suficientemente buena, es porque no estabas lo suficientemente cerca." decía Robert Capa. Bueno no es el mismo ejemplo, pero siempre quise decir esta frase en algún momento de mi vida...
Espero que te agrade la entrevista Care.
Un abrazo.
Hola, Care!
Anteayer, tras casi un mes del librocidio, regresé al lugar del crimen. El tipo de recepción no entendió mucho la historia, ni cómo demonios podía haber caído en aquella suite si la entrevista la hicimos en el Café Vienés. Tuve que hacerle una descripción en detalle de la espléndida escalinata que aparece en la cubierta para que tuviera a bien molestarse en buscar el cadáver.
Lo identifiqué en cuanto regresó por la puerta. Salvo alguna magulladura epidérmica, el cuerpo presenta un estado saludable y sobre todo legible.
Los documentos clasificados, por suerte para la vida de mi familia, estaban entre las primeras páginas. El viento fue indulgente.
Gràcies per la crònica.
Un petó i molts èxits!
David
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