Hoy se falla el Premio Nobel de literatura y, como todos los años, menudean las quinielas. Las quinielas del Nobel de Literatura son uno de los entretenimientos más inútiles que existen, pues es sabido que la Academia Sueca gusta de hacer lo que le viene en gana, como otorgarle el premio a Elfriede Jelinek, Perl S. Buck o Winston Churchill. Este último, por cierto, lo recibió en 1953, después de Mauriac y antes de Hemingway, por «su dominio de las descripciones biográficas e históricas así como
por su brillante oratoria en defensa de los valores humanos exaltados».
Este año, las inútiles quinielas apuntan estos nombres (mi fuente es el ABC): Haruki Murakami (japonés), Adam Zagajewski (polaco), Les Murray (australiano), Ko Un (coreano), Adonis (sirio) y Tomas Tranströmer (sueco).
Algunos dicen que esto del Nobel va por turnos. Si es así, es bueno saber que hace 17 años que no lo gana un japonés (Kenzaburo Oe), 15 que no lo gana un polaco (polaca: mi amada Wislawa Szymborska), 37 que no lo gana un sueco (dos, exactamente, ya que el del 74 fue ex-aequo para Harry Martinson y Eyvind Johnson), uno más -38- que no corresponde a un australiano (Patrick White) y que nunca le ha sido entregado a un sirio ni a un coreano. De modo que según este dato, tienen más posibilidades Adonis y Ko Un. Por otra parte, si es cierto lo de que el Nobel sirve, en cierto modo, para compensar tropelías políticas contemporáneas al año del galardón, sonarían los mismos nombres.
Egoístamente me parece una magnífica noticia. Enseguida me explico.
Si la Academia Sueca atiende a sus propias estadísticas, tal vez sería hora de que se lo dieran a un ruso. Lo cual, sin duda, contribuiría también a mi felicidad. Y aunque no creo que mi felicidad importe mucho a los miembros de la Academia Sueca, lo dejo dicho, por si acaso: señores, háganme feliz eligiendo a un ruso y, de paso, desbaraten todas las quinielas mundiales, comenzando por la de mi patrio ABC.
Pero hay infinidad de otros datos a tener en cuenta. Últimamente la Academia es muy propensa a premiar mujeres, como si quisiera compensar de tantos premios masculinos-, de modo que dárselo a alguna escritora sería otro buen modo de salirse por la tangente. Así pues, permítanme exclamar: ¡una nobelesa asiática, eso es lo que todos necesitamos!Me permito sugerir a la india Anita Desai, amiga de Salman Rushdie, que escribe como él en inglés (lo cual facilita mucho las cosas a la hora de traducirla a todos los idiomas del mundo) y que se ha singularizado por la defensa de las mujeres en su país. Además, una ve las fotos de la señora Desai y le parece tocada de una prestancia tan absoluta que ya se diría que es Premio Nobel. Quedaría muy bien en la orla. No digamos en la entrega de premios. Otra posibilidad sería la china Ru Zhijuan, nacida en 1925. Y ya que hablamos de autoras ahora-o-nunca, nombraré a mi adorada Joyce Carol Oates, que -para variar- este año no figura en las quinielas. Y hace no sé cuánto que no se lo dan a un estadonidense. Lo interpreto como una esperanzadora señal. Acaso este año sí. Hurra.
Aunque este año debería tocar un poeta, porque la lírica pura lleva desde el año de Szymborska (96) sin hacer su aparición en esta lista. De modo que lo siento por Murakami. Ya se lo darán dentro de 35 años, que ahora hay cosas más urgentes.
Hablando en términos egoístas, mis favoritos son todos menos Zagajewski y Murakami. De Adonis no he leído nada a pesar de que Visor -con mucho ojo- publicó el año pasado una antología de sus poemas: Árbol de Oriente. En Hiperión y en 1992 salió en castellano el único libro del que tuve noticias durante mucho tiempo de Tomas Transtömer. Se titula Para vivos y muertos. Jesús Munárriz, el editor, merecería verse premiado con el Nobel, por previsor y visionario. El título de ese libro, por cierto, unido al palatal nombre de su autor, me entusiasma tanto que creo que voy a encargarlo en cuanto termine de escribir este panfleto. Por lo que pueda pasar. Aunque actualmente hay varias obras disponibles del sueco -y también con sugerentes títulos, como Deshielo a mediodía- en una de mis editoriales favoritas del actual panorama: Nórdica. Of course, ¿quién, si no? A Les Murray tampoco le he leído, pero podría hacerlo. En Lumen, gracias a un volumen titulado Australia, Australia, publicado en 2000. Otro editor que merece una recomensa en forma de ventas numerosas. De Ko Un, en cambio, no puedo leer nada, al menos en mis dos lenguas maternas, puesto que no ha sido traducido ni al castellano ni al catalán. En Amazon encuentro un poemario titulado 108 Zen Poems, en inglés, que curioseo. Pero mejor espero a mañana.
Tengo la costumbre de comprar todos los años por lo menos una obrita del flamante nuevo Premio Nobel de Literatura. Suponiendo que sus obras no habiten ya en mi biblioteca, claro. Si los elegidos son Murakami o Zagajewski, me ahorraré la compra y la lectura (una lástima) y será como si le dieran el Nobel a un tío querido. Y esas cosas, en familia, siempre son motivo de alegría. Si Ko Un es el afortunado, podré por fin leerle en alguno de mis idiomas, de modo que también habré tenido suerte. Y si lo son Adonis, Transtömer o Murray, podré hacer los deberes rápido.
Por cierto, que quien eche de menos españoles en la lista incierta, sepa que hay dos: Juan Marsé y Javier Marías. Y también latinoamericanos: Juan Gelman, Ernesto Cardenal y Néstor Amarilla. Aunque, tan dada como es la Academia Sueca a los desenlaces inesperados, dentro de unas pocas horas (sobre las 12:30) podemos estar felicitando por el Nobel a Óscar Esquivias (lo cual también sería una magnífica noticia, porque no hay premios Nobel burgaleses y Burgos sería una fiesta y etcétera). En mi casa lo celebraríamos por todo lo alto.
En fin. Hagan juego, lectores. Los suecos tendrán la última palabra. Capaces son de dárselo a Bob Dylan, aunque cueste trabajo creerlo.