13 de junio de 2006

Pavese ahora no me conviene

No sé si por coherencia o por error, elijo a Cesare Pavese como compañero de este viaje Barcelona-Roma. En este momento, en el colmo del cosmopolitismo, ambos aguardamos la hora del embarque haciendo uso de esta magnífica conexión a Internet en un bar del aeropuerto de El Prat. Por eso no me resisto a transcribiros unos versos del autor italiano, hermosos y tristísimos. Los escribió, dicen, pensando en la actriz norteamericana Constance Dowling tras su ruptura sentimental con ella. La depresión en que le sumió ese desenlace le llevó al suicidio. Pavese se mató a los 42 años, el 27 de agosto de 1950, en un hotel de Turín.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos,
esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una palabra vana,
un grito acallado, un silencio.

La vida es rara y nosotros, más aún. ¿Por qué he entrado hace poco más de una hora en la Librería Catalonia y he comprado las Poesías completas, de Cesare Pavese en Visor (edición de Italo Calvino) -así, a tiro hecho, convencida- y luego me he ido a buscar el bus del aeropuerto. ¿Porque intuía que Pavese y yo, precisamente ahora, nos comprenderíamos? ¿Porque los seres humanos nos sentimos felices al comprobar que siempre hay alguien en peor situación que nosotros? ¿Porque ahora no me conviene y tengo cierta tendencia a desear, incluso con fervor, todo lo que no me conviene?
Ah, si yo supiera la respuesta a todos los interrogantes que me inquietan.
En fin. Pavese y yo, hermanados, nos vamos a la capital del imperio. Él no paga billete. Alguna ventaja tiene que tener estar muerto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen viaje a ti y a Pavese, «De tu tierra» a Roma...

Anónimo dijo...

Ya sabes que hubo un tiempo enel que adoré a la Care sórdida, la que me escandalizaba al leeerla. Luego aprendí a amar a esa Care que me arrancaba lágrimas y emoción sólo con imaginar un jardín que describe magistralmente en Trigal con cuervos. Después aprendí a huir con ella, y deseé Matar al padre... ahora son la tristeza espesa, espesa, tanto que podría morderse, y esa desesperanza imposible la que leo entre líneas. Quiero a la Care que es luz, la que tiene un sol en la mirada... la quiero, la quiero, la quiero volver a sentir de nuevo.